RIN, inversión privada e industrialización
Según una definición convencional sobre las Reservas Internacionales Netas (RIN), son activos financieros que representan el poder de compra internacional que tiene un país, que puede ser empleado en caso de contingencias. Actualmente son administradas por el Banco Central de Bolivia (BCB) y están compuestas de oro y monedas extranjeras.
Históricamente existen tres motivos para mantenerlas: i) el orientado a garantizar los pagos internacionales por bienes y servicios importados; ii) por motivos precautorios frente a crisis financieras (para el pago de la deuda en el exterior); y iii) según el régimen de tipo de cambio y monetario que adopte la economía, respaldando la confianza que tienen las personas en sus monedas nacionales.
Mientras una economía pueda atender estos tres motivos, una menor proporción de RIN no conllevará a desequilibrios internos ni externos per se. Así, según el documento Administración de las Reservas Internacionales, del BCB, de marzo de 2022, “al 31 de diciembre de 2021, el ratio de cobertura de las RIN en relación con el PIB alcanza a 12% y el nivel de reservas permite cubrir seis meses de importaciones de bienes y servicios; y cuatro veces el servicio de deuda externa de corto plazo, por encima de los umbrales referenciales internacionales en materia de administración de reservas” (tres meses de importación y una vez el pago de la deuda externa de corto plazo).
Ahora, pensar que la economía deba acumular más RIN de las que necesita, no tiene en sí sentido, porque se incurriría en un costo de oportunidad por tener inventarios por encima de los requerimientos del ciclo de la economía. Entonces, cuál es la intención que tienen ciertos analistas para indicar que vivimos en una economía del gasto producto de la utilización de las RIN.
Decir que en 2014 teníamos RIN cercanas a $us 15.000 millones y que ahora están cerca de $us 4.000 millones, no implica una mala conducción de la economía, mientras se mantenga los niveles necesarios, como se indicó líneas arriba.
Bien podría haberse decidido no tocar los $us 15.000 millones y recibir el pago de intereses por haberlos depositado en mercados internacionales o ver acrecentar su valor por el alza en las cotizaciones del oro, por ejemplo; sin embargo, se las utilizó para el proceso de industrialización, en el marco del Plan de Desarrollo Económico y Social 2016-2020 que demandó una fuerte inyección de inversión pública, cercana a $us 20.000 millones durante esos años. Además, en dicho plan ya se tenía prevista una disminución de las RIN y una corrección paulatina de los resultados fiscales por esta inversión.
En última instancia, el reclamo de estos analistas no es tanto por el uso de las RIN, sino que, según ellos, estos recursos debían ser empleados en favor de la iniciativa privada, a través del mercado, como asignador de recursos, y dejar al Estado, la educación y la salud como principal función. Uno podría estar de acuerdo, si no fuera que nuestros empresarios nacionales tienen una visión pequeña, rentista y dependiente del Estado.
No podemos olvidar ciertos eventos de la historia, especialmente si no fueron casos aislados, donde un reducido grupo de “grandes” empresarios privados se benefició de la dotación de tierras públicas en el oriente, además de acceder a “créditos generosamente subsidiados” (para la producción algodonera) por parte del Banco Agrícola Boliviano entre 1972 y 1975, pero al no darse los resultados esperados terminaron en “mora con el Banco Agrícola sin hacer mucho ruido, y el gobierno absorbió las perdidas sin tratar de cobrar los préstamos ni rematar ninguna propiedad” (Morales & Sachs; 1987).
La posibilidad más clara que tuvo y tiene el país de industrialización, no viene por el lado de la inversión privada, ni siquiera de la inversión extranjera directa, sino por el Estado, he ahí la justificación del uso de las RIN bajo el actual modelo económico.
Charls Ticona Rojas es economista.