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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 09:34 AM

Los cuatros guiños de Petro

/ 29 de junio de 2022 / 03:01

“El sistema no teme al pobre que tiene hambre.

Teme al pobre que sabe pensar”, Paulo Freire.

Petro es Gustavo Francisco Petro Urrego, exguerrillero, economista. Petro es un lector voraz (lee todas las noches, comparte ese “vicio” con el presidente Luis Arce Catacora); es católico y seguidor de la Teología de la Liberación; es amigo de los perros. Nace un 19 de abril de 1960, primer guiño al destino. Tiene una cruz de San Benito —para defenderse de demonios y diablos— en su muñeca izquierda bendecida por el papa Francisco. Es hincha del porro sabanero, ritmo tropical de su Córdoba natal y gusta de ponerse sombreros “vueltiaos”.

Petro cree que Gabo (García Márquez) es el colombiano más grande de toda la historia. Estudió en el colegio La Salle de Zipaquirá (Bogotá) junto al Nobel de Literatura. Es sopero y duerme poco; su plato favorito —que él mismo cocina— es espagueti “a la amatriciana”.

Militó en la guerrilla del M-19 (de abril, segundo guiño) durante 15 años. Luego fue concejal, alcalde de Bogotá y senador. Petro aprendió a disparar en los entrenamientos que los tupamaros uruguayos impartían en las afueras de la capital colombiana. Tuvo dos alias, “Comandante Aureliano” (por el coronel de las mil victorias/derrotas de Cien años de soledad) y “Comandante Andrés”. Dice —en su biografía, Una vida, muchas vidas— que nunca disparó contra una persona, “quizás a mí también me hubiera devorado la violencia, como dice José Eustasio Rivera”.

La mamá de Petro era “gaitanista” (seguidor de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 provocara el famoso “Bogotazo”). Su profesor de sociología en la universidad fue un chileno —llamado Raimundo Trincao— que llegó a Colombia después de haber sido parte del gobierno de Salvador Guillermo Allende Gossens.

Petro fue torturado con métodos “chinos” y aún tiene una marca en la ceja producto de un culatazo de fusil durante las sesiones de tortura. Pasó por la cárcel dos veces (en la segunda planeó tumbar los muros con explosivos) y tuvo que marchar al exilio europeo/ belga después de que la organización armada donde militaba firmara la paz (y tras el asesinato, otro, del líder de la guerrilla M-19 Carlos Pizarro Leongómez, en abril, siempre abril, de 1990).

A Petro le gusta cantar canciones republicanas de la Guerra Civil española como el himno anarquista A las barricadas. Es su particular “venganza” contra los curas franquistas de su colegio lasallista. Cuando supo que los “paracos” lo iban a matar, pidió una entrevista con Carlos Castaño Gil, líder paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), asesinado también (a manos de sus propios hombres). Estaba convencido que si hacía públicas las amenazas se podría salvar. Y se salvó.

En Cúcuta, en 2018, zafó de milagro cuando los tiros (la prensa dijo que eran piedras) chocaron contra los vidrios de su carro de candidato presidencial. Su madre, su hermana y sus sobrinas tuvieron que salir al exilio de Canadá. Incluso mataron a los perros que tenía en la casa después de investigar como senador los vínculos entre políticos y bandas paramilitares, la llamada “parapolítica” y su reguero de sangre.

Cuando todas las puertas se cerraron, se quedó sin trabajo, como el padre del novelista Héctor Abad Faciolince, el autor de El olvido que seremos. Un amigo tuvo que pagar la matrícula de su hija en la universidad. Se enfermó de gastritis y hace dos años fue operado en Cuba. Cuando un periodista le preguntó con qué presidente se podría comparar, Petro respondió que con José María Melo, el último general del Ejército Libertador de Bolívar, un indígena, un defensor de los artesanos.

Petro es un “pelietas”, le gusta provocar/armar discusiones. Y no quiere envejecer en la política, quiere retirarse a algún lugar para hacer libros. Las penas más profundas de su corazón han sido penas de amor. Jorge Mario Bergoglio le dio solo un consejo: “Ame a su pueblo”.

Gustavo Francisco Petro Urrego salió elegido el pasado día 19 (el tercer guiño al destino) como presidente de su país (con una “vice” negra y hermosa llamada Francia Márquez) porque perdió el miedo y la mentira; porque el odio fue derrotado en las urnas; porque llegó por fin la primera victoria popular; porque los ”nadies” se hicieron escuchar y se pusieron de pie. Las plazas y las calles de la nueva Colombia se han llenado otra vez de hombres y mujeres dignos con dos propósitos: devolver amor y construir la paz, garantía de los derechos de la gente. Petro es el último guiño (el cuarto) de unas izquierdas que han vuelto con todo(s) a nuestra América común.

Ricardo Bajo H. es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique. Su twitter es: @RicardoBajo.

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Volveremos a las montañas

La montaña siempre está ahí. ¿Qué hay detrás de ella? El poeta chino Han Dong responde: otra montaña

Ricardo Bajo

/ 20 de marzo de 2024 / 06:44

No podría vivir en una ciudad sin montañas. Me siento perdido en las planicies. Sin referencias, sin dioses, huérfano, sin madre. Por eso La Paz, Bilbao, Río de Janeiro. Buenos Aires y Montevideo también me gustan, aunque no tengan montañas. Ellas tienen bibliotecas y librerías. Y escritores que son como montañas. Cuando estoy en una ciudad sin cerros a la vista, trato de inventarlos, soñarlos, escribirlos. ¿Dónde descanso la mirada si no hay montaña a la vista? ¿Dónde fijo mis ojos para no pensar en nada?

Leo un poema del chileno Zurita en el maravilloso ensayo poético del colombiano Santiago Espinosa (El resplandor y la sombra). Habla de montañas que avanzan. Entonces me imagino que los cerros devoran la ciudad de La Paz en una marcha silenciosa y vertiginosa. La “hoyada” queda enterrada, congelada en el olvido. Dicen que cuando alguien muere se despierta la cordillera. (“Hacía el misterio / caen poetas y / montañas”, Oscar Wilde).

Lea también: Sanjinés, mecanismo de autodefensa

Espinosa inventa una poética de las montañas (también le cambia el primer apellido a nuestro poeta, mi tocayo Ricardo Jaimes Freyre) y sostiene que las montañas están más presentes cuando no se las nombra. Así será cuando todos hayamos desaparecido. Su ensayo, presentado en la última Feria del Libro de La Paz, es un libro sobre poesía y montaña, sobre viajes, sobre la necesidad que tenemos de literatura y monte. Tiene paradas en Chile, Bolivia, Colombia, Argentina, Uruguay, Brasil y por supuesto Colombia (en las montañas de Bogotá y Medellín). Nos habla de sus montañas íntimas, de las tuyas, de las mías.

¿Qué pasará cuando muera la última persona que vea nieve en la punta del Illimani? ¿Se convertirá en montaña? ¿Mirará la hora en los relojes de sol? ¿Se esconderá el tiempo otra vez en los cerros? ¿Aprenderemos entonces el lenguaje las sombras? ¿Recuperaremos esa vieja relación con la naturaleza? ¿Volveremos a las montañas?

(“Solo hay canto porque hay montañas / porque lo que decimos / las montañas lo deforman / Ellas nos enseñaron / a no tener del todo la razón / a suspendernos y esperar”, Fabio Morábito).

El Illimani, el Mururata, el Sajama, el Huayna Potosí y el volcán Tunupa en el Salar de Uyuni tienen algo que nos seduce, que nos empuja a acercarnos a sus pies, a mirarlos, a extrañarlos cuando estamos lejos. El Grillo Villegas se llevó un cuadro del “resplandeciente” de Rosemary Mamani cuando se fue a estudiar música a Buenos Aires. El Illimani te cura de nostalgias. Esa es su magia, su embrujo, amigo.

¿Qué tienen nuestras montañas que tanto las pintamos? Todavía no lo sé. Quizás lo hemos olvidado. ¿Acaso no recordamos que “somos los hijos del padre de todos los dioses/montañas, hijos del padre de todos los ríos”, como dejó escrito el peruano José María Arguedas?

(“Estás hecha / de luz y de montaña / de jirones de piedra / y ríos que te trenzan / al descender”, Blanca Wiethüchter).

La seducción de las cumbres ancestrales nos desafía/reta. Para ser mejores. Para ser nosotros mismos. La montaña —“llena de antiguo orgullo triunfal” como dejó escrito el nicaragüense Rubén Darío— no nos olvida. “Algún día todos nos convertiremos en montaña”, dice Santiago Espinosa.

Para los que hemos nacido y vivido en ciudades con cerros a la vista, la montaña es la medida de todo, es el norte y el sur. Es por donde miras cuando pierdes todo, incluso la mirada. En las ciudades planas con llanuras infinitas, los edificios y las torres de las iglesias me sirven de guía, de faro. ¿Acaso no son esos rascacielos simulacros falsos de montaña? ¿Acaso no son engañosas moradas de dioses?

(“No amo mi patria / su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas -y tres o cuatro ríos”, José Emilio Pacheco).

La montaña siempre está ahí. ¿Qué hay detrás de ella? El poeta chino Han Dong responde: otra montaña. Ella nos mira aunque no la miremos. Parece invisible. Estuvo, está y estará. Olvidada. Nuestros cerros fueron observados por Bolívar y Túpac Katari, por el Che y Bartolina; hermanados todos por las mismas piedras. Son las mismas montañas que yo veo ahora. Leales, siempre. Mudas. Inmóviles.

Sostiene Espinoza en su hermoso ensayo que los cerros son la imagen de nuestros ancestros dormidos, suspendidos en el tiempo. Abuelo Illimani, padre viejo. Abuela Tunupa, en perpetuo silencio. Joven (Huayna) Potosí, esperando el relevo. Nos hablan callados, en la lengua antigua de las piedras. Nos susurran que morir es hacernos piedra. Tejidos de roca que nos cuentan historias que hemos olvidado, leyendas que ya no recordamos. ¿Será por eso que andamos extraviados?

(*) Ricardo Bajo vende escobas

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Sanjinés, mecanismo de autodefensa

‘Los viejos soldados’ es un cuento/relato (de amistad/amor) escrito por Sanjinés. En un principio era literatura, ahora es cine

Ricardo Bajo

/ 6 de marzo de 2024 / 06:41

Los viejos soldados arranca con dos planos marca de la casa Jorge Sanjinés Aramayo. Es la potencia visual que aún conserva el maestro. El primero es un plano fijo de una sagrada/gran montaña. El segundo son dos hombres caminando juntos/confundidos entre los arbustos del Chaco Boreal. Así va a terminar también la película. ¿Será la última imagen de su carrera?

En el primero suenan unos sikuris y un dron nos baja a la celebración de un matrimonio aymara. El aspecto técnico/formal del duodécimo largometraje de Sanjinés ha mejorado respecto de sus últimas obras. Y la (magna) producción nos llevará del altiplano al Chaco Boreal, de Sucre a La Paz.

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Unos soldados secuestran y violan mujeres aymaras. Estamos en la Guerra del Chaco y los indígenas son reclutados a la fuerza. Serán carne de cañón, como siempre. La secuencia me hace recuerdo a Yawar Malku y los Cuerpos de Paz estadounidenses esterilizando mujeres quechuas y aymaras. De la comunidad idílica/idealizada a las trincheras del “infierno verde” apenas hay tres pasos al frente.

“Sálvese usted”, dice el soldado raso aymara Sebastián Choquehuanca (¿era necesario colocar el apellido del actual Vicepresidente al protagonista?) al soldado raso “blanco” de Sucre Guillermo Fernández de Córdoba. Entonces, el soldado “blanco” salva y rescata al soldado aymara. Otra vez. La misma historia que hemos visto mil veces. El mismo relato que nos ha enojado en cientos de veces en películas gringas de todos los colores. La condescendencia. El paternalismo. Otra vez.

El guion ha sido uno de los grandes hándicaps de las últimas películas del maestro. Y esta vez no es la excepción con diálogos de vergüenza ajena. Hace rato que extrañamos a otro maestro, Oscar Cacho Soria Gamarra, el hombre más hábil a la hora de trasladar el habla popular a la gran pantalla.

El soldado “blanco” es interpretado por un Cristian Mercado que hace lo imposible por hacer creíble un personaje a ratos inverosímil en un reparto desigual, en especial en su duelo actoral con su colega Roberto Choquehuanca. La dirección de actores (individuales) nunca fue el fuerte de Sanjinés, firme creyente del personaje colectivo. De los roles femeninos, mejor ni hablar.

Los viejos soldados es un cuento/relato (de amistad/amor) escrito por Sanjinés. En un principio era literatura, ahora es cine. Tiene un (evidente) trasfondo autobiográfico. En realidad es la proyección (lo que hubiera soñado hacer y no hizo) del propio director. Hombre “blanco” con «conciencia» quiere colocarse del lado correcto de la historia. Hombre “blanco” con sentimiento de culpa se casa con mujer aymara para vivir felices en la comunidad romantizada donde todos son iguales. Sanjinés es el soldado raso y Beatriz Palacios es la profesora Benedicta. La proyección en psicología es un mecanismo de defensa ante situaciones incómodas o emociones abrumadoras.

“Somos pueblos hermanos, entre bolivianos y paraguayos. La guerra es solo odio, muerte y dolor. No a la guerra, sí a la vida”, grita la profesora a sus alumnos en una escuelita de Sorata. La secuencia no es creíble, así de simple. Como ésta, vendrán media docena más, entre ellas la agresión/insulto (“usted es un racista mierda”) del soldado “blanco” a su jefe militar; la charla socialista en el bar… El didactismo reduccionista, la (mala) apología, la lámina escolar. Otra vez. El esquematismo, sin matices. Otra vez.

El séptimo arte parte de un pacto: creer en el truco, identificarte con los personajes, meterte en la historia y olvidarte del mundo por un rato. Lo peor que te puede pasar en una sala oscura de cine es que se rompa ese pacto.

Los planos fijos del maestro (su habilidad a la hora de colocar la cámara en el sitio correcto), la mejora en los aspectos cinematográficos (es triste resaltar esto a estas alturas) y los saludables esfuerzos en la producción se pierden por los agujeros de la escritura. Nada nuevo bajo el sol en el planeta Sanjinés que ofrece de nuevo un filme desequilibrado/desigual.

“Hay cosas peores que enfrentarse a las balas”, dice el protagonista. Y tiene razón. También hay cosas peores que decepcionarse (otra vez) con una película del maestro (intocable) Sanjinés que se equivoca en la parte más importante, en el final. ¿No era mejor terminar la película cuando Choquehuanca se aleja por la calle Indaburo sin reconocer a su viejo amigo —ahora “indio”— en una metáfora/símbolo del desencuentro y la pesadilla/promesa de la reconciliación? Doctores tiene la santa madre iglesia.

Los viejos soldados es el testamento de un soldado abatido por el paternalismo. Cuando llega el fundido en negro, suena una cueca: “El que ha querido”. Y no ha podido. Sanjinés no puede dejar de ser Sanjinés.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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Cuatro goles y una boda

El 9 de noviembre de 1941 The Strongest logró su victoria más recordada (3 a 1 vs Independiente de Avellaneda). La máxima figura argentina estaba de boda

Una foto del cotejo del Archivo Núñez del Prado

Por Ricardo Bajo H.

/ 3 de marzo de 2024 / 06:19

La gran figura de Independiente de Avellaneda no está en el gran partido. Han pasado cinco días desde que el club The Strongest venciera por tres a uno al campeón argentino y Antonio “El Maestro” Sastre aterriza en el aeropuerto de la ciudad de El Alto en un avión bimotor Douglas de la Panagra procedente de Buenos Aires. Llega con su flamante esposa, una joven porteña. Se han casado el viernes pasado, tiene 27 años de edad.

Su viaje de bodas no será un viaje de bodas. La pareja está de camino a Lima para que Sastre pueda sumarse a la gira de su equipo por el Perú y Chile. ¿Pudo la presencia de Sastre cambiar el resultado en el estadio La Paz? No lo sabremos nunca. Han pasado más de 80 años desde aquel 9 de noviembre de 1941 y todavía se habla de aquel “match” en la ciudad de La Paz. Sastre no era un jugador cualquiera. Era el “hombre orquesta”, era el ídolo de Independiente. Para algunos estudiosos, fue el inventor del fútbol moderno en Sudamérica.

El “Maestro” Sastre —el popular Cuila— lleva 10 años jugando para el “Rojo de Avellaneda”. Ha debutado en 1931. Pasa por todos los puestos (incluso fue arquero) hasta que llega a la posición de “insider” izquierdo. Es el primero que se atreve a dar pausa, a gambetear, crear y marcar goles.

El equipo ganador con la vicuña
El equipo ganador con la vicuña

El Independiente que llega a La Paz en noviembre de 1941 no es cualquier equipo. Viene de ser (bi)campeón de la Argentina en las temporadas de 1938 y 1939. Y de lograr la mayor goleada frente a su histórico rival (Racing). Aquel 7 a 0 de noviembre de 1940 todavía no ha sido superado.

Sastre convierte 115 goles en 32 partidos en el 38 y 103 en 34 “matches” en el 39. Un récord goleador que todavía hoy sigue en pie. La AFA (Asociación de Fútbol Argentino) lo considerará muchas décadas después como “el jugador más completo de la historia del fútbol argentino”.  Incluso será motivo de un tango famoso, aquel compuesto por otro maestro, don Isabelino Espinosa, que dice así: “Antonio Sastre, jugador completo / gran delantero y gran defensor / todos los puestos del fútbol nuestro / él ocupaba y siempre el mejor”. 

El ”Maestro” Sastre también será figura en Brasil, en el Sao Paulo (campeón en el 43, 45 y 46). Todavía hoy un busto suyo da la bienvenida en la entrada del Morumbí. Pelé llegará a decir que Sastre fue mejor que él. Nacido en Lomas de Zamora, panadero en el barrio de Flores y antiguo empleado de una fábrica de jabones, se casa en su mejor momento. Lo hace el primer viernes de noviembre de 1941. El equipo está en receso, a punto de iniciar una gira por Bolivia, Perú y Chile. Pide permiso para perderse el primer partido (en La Paz) y se compromete a viajar directamente a Lima para la etapa peruana y chilena del “tour”. Con él en cancha, Independiente perderá pocos partidos. Por eso, cinco días después de la derrota ante The Strongest, Sastre baja las escalinatas del avión bimotor Douglas de la Panagra en la ciudad de El Alto.

El periodista de El Diario que firma bajo el pseudónimo de “Ele Jota” sube al aeropuerto. Es el único. Fotografía y entrevista al “crack” argentino, vestido con impoluto traje, corbata y sombrero, como manda la moda de la época. Su flamante esposa —una joven porteña— viste un abrigo largo, un sombrero extravagante (no lo era en aquellos tiempos) y una melena rizada de color castaño. Ambos tienen gestos de cariño y complicidad del uno para el otro.

Titular de El Diario el 10 de noviembre de 1941 (arriba). La delantera de Independiente
Titular de El Diario el 10 de noviembre de 1941 (arriba). La delantera de Independiente

Sastre volverá a La Paz exactamente un año después. Esta vez sí llegará al partido y esta vez Independiente no caerá derrotado. Claro está que el rival no será el club The Strongest sino el club Bolívar, que perderá 3 a 7 con dos goles de Sastre. Pero esa es otra historia.

“Fue grande sorpresa la victoria de The Strongest en la hinchada de mi club y en las esferas deportivas bonaerenses. Consideramos que el nivel del foot-ball boliviano ha progresado enormemente ya que llegamos con nuestros jugadores titulares a excepción del centro half Raúl Osvaldo “El Negro” Leguizamón que está lesionado y sin mi persona. Pensamos que la derrota pudo ser por la fatiga del viaje y tal vez por la altura. Aunque yo en ningún momento he sentido ahora la menor alteración por la altura y creo que no es un factor muy importante en el desarrollo del juego. Lamento mucho no haber estado en el partido de La Paz y espero que el club The Strongest nos ofrezca la revancha”, dice Sastre.

El año 1941 no está siendo bueno para The Strongest. En el mes aniversario del club, abril, don Max de la Vega usa por primera vez el calificativo de “Tigres”. El rival del enfrente, el club Bolívar, sale campeón; van ya tres al hilo (desde el 39). Los gualdinegros están en una mala racha después de su último título en 1938.

Los cotejos amistosos internacionales son otra cosa; traerán las únicas alegrías a la hinchada del oro y el negro, incluso una victoria recordada en una y mil noches de nostalgia stronguista. El flamante “Tigre” jugará en el 41 ocho partidos contra equipos extranjeros que visitan La Paz; ganará seis y perderá dos.

La media docena de triunfos arrancan contra Aurora de Arequipa (2 a 1 en abril) y siguen con Nacional de Asunción (4 a 2, en mayo); Universitario de Deportes de Lima (4 a 0, en julio, por la Copa Presidente Peñaranda); Santiago Wanderers de Valparaíso (4 a 0 en septiembre); y la selección de Jujuy (5 a 2, en octubre). La primera derrota llega a finales de octubre contra los azulgranas del Foot Ball Club Piérola de Arequipa (por 2 a 3). El gualdinegro es conocido desde septiembre de 1931 (cuando derrotara a Almagro FBC de Buenos Aires) como el “Derribador de campeones”.  En diciembre caerá también contra Cerro Porteño (por la Copa Nuestra Señora de La Paz, por 2 a 3). Nota mental uno: ¿dónde estará la Copa Presidente Peñaranda?

Estamos ahora en noviembre del 41. Los diarios anuncian repentinamente la llegada del campeón Club Atlético Independiente de Avellaneda. Es el equipo más laureado que ha llegado al país en medio siglo de historia de fútbol boliviano. El “Rojo” va camino de una gira por el Perú (Lima y Arequipa) y Santiago de Chile. Pasa por la ciudad de La Paz y busca rival. Son muchos los equipos que quieren enfrentar al campeón. En un principio se anuncia que el club Bolívar —del gran Mario Alborta— será el elegido para chocar contra los “Diablos Rojos”. 

Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla
Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla

Los periódicos calientan el partido y comienzan a publicar fotografías, palmarés y costo de las transferencias de los grandes jugadores que van a llegar. La lista y los montos apabullan. Arquero Fernando Bello, 29 años. Conocido con el sobrenombre de “Tarzán”. Internacional. Su transferencia costó a Independiente 25.000 pesos argentinos. Ha recibido por concepto de prima 10.000 pesos. Cobra por sueldos y premios un promedio mensual de 800 pesos. Estamos en el inicio del profesionalismo en el fútbol argentino.

Arsenio Erico, “centre forward, 24 años. Transferencia, 50.000 pesos; prima, 10.000 pesos; sueldo y premios, 800 pesos. Vicente De La Mata, “insider” derecho, 23 años. Transferencia, 37.500 pesos. Sabino Coletta, “back” izquierdo, 28 años. Transferencia, 20.000 dólares. Los días siguientes se publican los datos de Manuel Sanguinetti, Celestino Martínez, Juan Maril y José Battagliero.

El periódico El Diario sugiere que el partido del año sea arbitrado por Julio Borelli, a la sazón director de fútbol del Comité Nacional de Deportes y “referee” de amplia trayectoria. Radio Nacional de Bolivia anuncia la transmisión radial del “plato fuerte” de la temporada 1941 mediante sus estaciones C.P. 3 en onda larga y C.P. 2 y C.P. 38 en onda corta. Radio Illimani hace lo propio en la voz del primer gran relator de fútbol, el olvidado “Chalo” Suárez. Finalmente el club elegido por “La Paz Foot Ball Association” (organizadora del “match”) es The Strongest. En un principio, sin refuerzos.

La delegación de Independiente formada por 22 personas sale el cinco de noviembre de Buenos Aires, vía ferrocarril. Se alojarán en el Sucre Palace Hotel del Prado. La organización del partido (visas y alojamiento) tiene un costo de dos mil dólares, al cambio de la época, 120.000 bolivianos. “Para financiar la visita, La Paz Foot Ball Association, ha gestionado un préstamo de dos mil dólares. Si no se obtienen las divisas del Banco Central tendrá que adquirirlos de la bolsa negra”, dice el periódico El Diario. En la ciudad de La Paz está esos días para actuar en el cine Ebro el famoso Trío Calaveras, los “reyes de la canción mexicana”, el conjunto musical que acompaña al mítico Jorge Negrete.

Una foto del encuentro
Una foto del encuentro

En las prácticas del “Tigre” en el estadio La Paz aparecen los primeros refuerzos. Llega el arquero de Club Always Ready el chileno Horacio Amaral (para ser suplente del titular gualdinegro Vicente Arraya) y su compañero del CAR Rosell. Y se presentan jugadores del club Bolívar como el “back” Rojas, los “halves” Calderón, Terrazas y Martín Saavedra y los delanteros Plaza y Romero. Junto a ellos Ríos y Arce. Nadie quiere perderse el acontecimiento. Finalmente se decide que el plantel titular será de puro stronguista y los refuerzos de otros clubes irán a la banca junto a los suplentes gualdinegros para ingresar a lo largo del encuentro.

El “eleven” titular sonará así: Arraya; los “Albertos” en la zaga, Bautista y Achá; Emilio “Chato” Grájeda, Raúl Balderrama y Carlos Morales al medio; “El Negro” Gamarra, Hugo “Pichín” Viscarra (el único sobreviviente del partido contra Almagro del 31), Serapio Vega, “Pisa” Rodríguez y Zenón González. Reservas: Amaral, Rosell, Ezequiel “El Mudo” Calderón, Remberto López, “Calichín” Morales y Plaza.

El Tren Panamericano que trae al campeón argentino llega a las 19.50 a la Estación Central de los Ferrocarriles de Viacha. Han sido tres largos días de viaje. Son recibidos por miles de aficionados y autoridades del Comité Nacional de Deportes, representantes de la Federación Boliviana de Fútbol y “La Paz Football Association”, amén de instituciones públicas paceñas y el cónsul general de la Argentina, Carlos Alberto Goñi Demarchi. El “Negro” Fernández, el hincha número uno del club The Strongest, también se hace presente como buen anfitrión.

El presidente de la delegación de los “Diablos Rojos”, Antonio Jauregui, dice nada más llegar: “estamos encantados de visitar Bolivia y muy agradecidos por todas las atenciones recibidas. Bolivia es un país maravilloso, necesita de una inmigración beneficiosa para alcanzar el progreso que le corresponde. Independiente ha salido de “jira” para colaborar al incremento del fútbol en Bolivia, Perú y Chile. No perseguimos como finalidad el lucro. Eso de la altura me parece exagerado, les diré que me siento muy bien”.

Los vítores a la Argentina y a Independiente se escuchan en toda la estación de Viacha. Los 17 jugadores y el director técnico (y kinesiólogo) José Cuesta Silva (ex boxeador y jugador de rugby) reciben ramos de flores. El flamante fichaje paraguayo Bienvenido Paranza es el último en incorporarse a la “jira” del “Rojo”. En automóviles particulares y del servicio público son trasladados hacia El Alto para luego bajar al hotel Sucre en pleno Prado paceño. Cuando llegan a la Ceja, los argentinos quedan maravillados por el espectáculo de la Hoyada. El arquero Bello declarará después en el hotel: “La Paz es la ciudad que más me ha gustado de todas las que conocí por sus líneas quebradas”.

La venta de entradas va rumbo a toda vela. Se terminarán y el estadio La Paz (inaugurado hace 11 años en 1930 como “Gran Stadium Presidente Siles”) estará repleto. Una foto panorámica del fotógrafo Muñoz (para el estudio de A. Núñez del Prado de la calle Sucre) quedará como documento para todos los tiempos. La hinchada stronguista/paceña agota las entradas que se venden en el Sucre Palace Hotel, en la sede del club Bolívar de la plaza Pérez Velasco, en la plaza Murillo y en el propio estadio miraflorino. La preferencia está a 25 bolivianos con la media a 12; y la General, a 15 con la media a ocho. Se recaudarán 303.686 bolivianos.

Delantera de Independiente: Sastre, Erico y De la Mata
Delantera de Independiente: Sastre, Erico y De la Mata

Conocida la ausencia de Sastre, todos quieren ver al paraguayo Arsenio Pastor Erico Martínez, asunceño de abuelos italianos. La FIFA lo reconocerá —décadas después— como el mejor futbolista de toda la historia del Paraguay. Hasta hoy tiene el récord de máximo goleador de toda la primera división argentina con 293 goles. “El saltarín rojo”, por su potencia a la hora de elevarse para los testarazos, atiende a la prensa deportiva de La Paz en el “hall” del hotel Sucre. “Quiero hacer llegar a los stronguistas las expresiones de mi más cordial afecto y saludar a su hinchada que domingo a domingo contribuye al incremento del foot-ball boliviano”.

Al día siguiente, domingo 9 de junio de 1941, el estadio La Paz ofrece un lleno absoluto: 28.000 personas. Hay gente de pie en los pasillos más altos de la General, hay personas sentadas en el edificio superior a los palcos, se ven hinchas del Tigre trepados al obelisco en la curva norte, hay personas sentadas en los muros que dan a la flamante avenida Capitán Hugo Estrada, la de circunvalación del estadio. Incluso una mujer de pollera hace malabarismos para no caerse en lo más alto de un pilar del edificio central de la cancha. Detrás del arco que defiende Bello, en la Sur, se pueden contar más de 80 personas, la mayoría policías, están prácticamente metido dentro del “field” junto a los dos jueces de gol con pantalón largo blanco.

El árbitro, finalmente, no es Borelli Vitterito. El “referee” se apellida Frankenstein, colaborado por Urquizo y Uría, como “linesmen”. Hans Walter Frankenstein. Nada que ver (más allá de su apellido) con el doctor Frankenstein, “el moderno Prometeo” que creara la escritora inglesa Mary Shelley un siglo y medio antes. Hans Frankenstein había llegado a la ciudad de La Paz unos años antes huyendo de la persecución nazi. Era árbitro, era austriaco y era judío. Después de la “Noche de los Cristales Rotos” del 38, un centenar de árbitros judíos austríacos fueron excluidos de toda competición. Hans Walter y su familia terminan en Bolivia acogidos por el gobierno boliviano. Su hermano, Gregorio Frankenstein, llega a pelear como boxeador en La Paz.

Las buenas actuaciones de Frankenstein como “referee” lo llevan a ser designado el colegiado del partido más importante del año. No por nada, el vienés es uno de los mejores árbitros europeos con más de 20 partidos internacionales de selección dirigidos. Frankenstein se había metido a “referee” tras sufrir una grave lesión como arquero. Llega a jugar en el fútbol austríaco y alemán en clubes como el Vienna Cricket and Foot Ball Club, el Wiener AF y en equipos de Frankfurt y Offenbach.

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A las 15.30 “herr” Hans Walter Frankenstein da el pitazo inicial entre serpentinas, cohetes y bombardas lanzadas desde las graderías. Antes, en el partido de reserva, Bolívar ha ganado por 3 a 1 a Deportivo Ferroviario. “El aspecto es verdaderamente bello, de un lado completamente llenas las tribunas de preferencia y enfrente la peculiar policromía que produce el contraste de los coloridos trajes de nuestras mujeres de pueblo con las vestimentas usuales del resto de la concurrencia. Reina en el ambiente una ansiedad pocas veces vista, una expectativa que por cierto tiene razón de ser”. Así arrancará la crónica de “Jota Ele” en el Diario al día siguiente.

Las escuadras, finalmente, forman así. The Strongest, dirigido por el emblema del club Froilán Pinilla, con Arraya; Bautista y Achá; Grajeda, Balderrama y Carlos Morales; “Pichín” Viscarra (capitán), Gamarra, Serapio Vega, Rodríguez y González. El ”Tigre” cumple, los 11 son todos stronguistas y posan para la prensa con la vicuña, mascota y amuleto del club.

Independiente salta así: Fernando Bello (capitán); Carlos “Cacho” Aldabe y Sabino Coletta; “Pepe” Battagliero, Toledo y Celestino Martínez; Juan Maril, Vicente De La Matta, Arsenio Erico, Jorge “Campolo” Alcalde y Bienvenido Paranza. En el intercambio de regalos, Bello obsequia a Viscarra un gallerdete (ver foto). Nota mental dos: ¿dónde estará ese hermoso recuerdo?

Foto de un gol

Viscarra luce el regalo de The Strongest, un gallardete

Las filas para el ingreso

Desde el palco oficial lo mira todo el mismísimo presidente de la República, el General Enrique Peñaranda del Castillo, nacido en Sorata (La Paz). Lleva año y medio en el cargo y en dos años más será tumbado por el mayor Gualberto Villarroel, nacido en Villa Rivero (Punata, Cochabamba). No sabemos si Peñaranda disfruta a plenitud el partido pues es socio del club Bolívar y desde su llegada al poder es presidente honorario del club celeste. Se alegrará —sin lugar a dudasù cuando tres jugadores de su equipo (Rodolfo Plaza por Gamarra; “Calichín” Morales por Rodríguez; y López por Valderrama) entren al cuarto de hora de iniciado el choque, eso sí, con camisetas gualdinegras.

El primer gol llega en el minuto cuatro. Es un pase de “Pichín” Viscarra para Serapio “Cabecita de Oro” Vega que —con pañuelo blanco anudado en la cabeza— dispara un potente “shoot” contra la valla de un impotente Bello. Rápidamente empata el paraguayo Arsenio Erico, como no podía ser de otra manera. En el espectacular salto del “Hombre de goma”, Grájeda le hace la cama, cae mal y el “crack” se va lesionado. El peruano Alcalde pasará a ser el “centro forward” y en su lugar entrará Coll. Sobre el final de la primera parte, el Tigre se pone delante del “score” de nuevo con gol del “forward” Zenón González.

La segunda arranca igual que la primera, con un gol de Serapio Vega en el minuto uno después de agarrar un rechace de Bello tras disparo de González; es el tercero y último del partido (ver foto). Muchos han llegado a ver a Erico y acaban aplaudiendo a otro goleador de leyenda, el cochabambino de Vinto Serapio Vega Saavedra. “Cabecita de Oro” había llegado ese año al equipo de la calle Colón procedente de Ferroviario tras su paso por The Strongest Catavi, una de las filiales del “Tigre”. No sabemos cuantos goles marcó en los años 40 Serapio Vega, sabemos que saldrá campeón con la oro y negro en 1943, 45 y 46.

En la valla local se luce Vicente Arraya Castro. El “goalkeeper” orureño impide en múltiples ocasiones que las estrellas argentinas acorten el marcador. Es el mejor del “match”, va vestido totalmente de negro. Todavía no le dicen “La Flecha andina”. Faltan tres años para que lo fiche Atlanta de Buenos Aires. Será el arquero indiscutible de la selección boliviana toda esa década de los cuarenta.

Cuando Frankenstein pita el final del “match”, La Paz es una fiesta. La hinchada camina hacia los lugares de diversión de la noche paceña, entre ellos el Lido Grill que acaba de abrir en el Prado. El presidente de la delegación argentina, Antonio Jauregui, comienza a poner excusas: “los muchachos jugaron cansados; faltó Sastre, que es el cerebro del equipo; se lesionó Erico y Alcalde no jugó en su lugar después. De La Matta tuvo que hacer de inter derecho y en su puesto jugó Coll, que no es un “player” experimentado. Nuestro arquero Bello jugó enfermo, lo pudo constatar el presidente de La Paz Foot Ball Association, el doctor Alfredo Mollinedo. Cuando volvamos de Lima queremos revancha”.

El periodista “Ele Jota” es categórico: “The Strongest obtuvo ayer la más grande victoria deportiva para Bolivia. Y obtuvo ese triunfo a base de inteligencia, efectividad de juego, empuje y decisión”. Al día siguiente, en autocarril expreso rumbo al puerto de Guaqui, Independiente abandona La Paz. Toman el vapor “Coya” para atravesar el Lago Titicaca, camino a Puno. En medio de la travesía por el “Lago Sagrado”, los argentinos todavía se preguntan: ¿y si el “Maestro” Sastre no se casaba?

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Archivo revista Litoral, estudio Núñez del Prado y periódicos La Razón y El Diario

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El barbero Sweeney Todd afila la navaja

El Espacio Kúu, un nuevo teatro con foso orquestal, subirá el telón con uno de los musicales más célebres y oscuros del siglo pasado ‘Sweeney Todd’

Por Ricardo Bajo H.

/ 25 de febrero de 2024 / 06:56

En el final del primer acto, la tabernera besa con lascivia al barbero diabólico de la calle Fleet. Se abalanza sobre él. La mujer que hace las mejores empanadas de carne de la ciudad es la señora Lovett (Ashford), interpretada por la actriz y cantante Pamela Sotelo; el barbero es Sweeney Todd, en la piel de Leonel Fransezze, actor y director del musical que llegará este mes de marzo para inaugurar el teatro/espacio Kúu en Calacoto.

El musical creado por Stephen Sondheim (“el gran genio de la música escénica del siglo XXI”, Mario Gas dixit) es un clásico de Broadway. Ha logrado innumerables premios (Tonys incluidos) y ha sido llevado a escena en muchos países del mundo desde su estreno en los años 80. No es, sin embargo, un musical al uso. Es una obra oscura y violenta con humor y horror, a parte iguales. Si no te gusta el género por ser muchas veces retrato ideal y feliz (con mucho glamour) de un mundo que no existe, Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet es una buena oportunidad para engancharte/reconciliarte con el musical. Si bien existen números musicales y canciones pegadizas, la obra (más de concepto) es teatro químicamente puro.

“Voy a vivir aunque lo tenga que hacer en las cloacas”. Es la frase al más puro estilo de Lo que el viento se llevó que grita el barbero cuando regresa al Londres de la era victoriana tras purgar una condena injusta. Es Fransezze que se adueña del escenario. Estamos en el ensayo general del musical. “Leo” se desdobla con una facilidad pasmosa. Cuando se mete en la piel del barbero asesino es un mal tipo; grita, insulta, se transforma su rostro. Cuando se pone en modo director, pide por favor las cosas. Con dulzura y a la vez rigor. “Muchachos, tienen que estar más rápido aquí arriba en la escalera, por si acaso”.

Fotos: Miguel Melgarejo y Ricardo Bajo Herreras

El protagonista del célebre musical es un barbero sádico que se dedica a pasar la navaja por el cuello de su clientela incauta. Es un asesino en serie. Esa es la parte del horror. La historia también es un cuento de amor, un musical sólido, un “thriller”. El centro del Espacio Kúu está dominado por una plataforma móvil que hace de cuarto arriba y panadería/barbería abajo. El musical requiere un gran trabajo escenográfico y el elenco viene ensayando duro durante los últimos 10 meses para que todo esté listo para el estreno este próximo 2 (sábado) y (domingo) 3 de marzo.

La obra tendrá seis únicas representaciones durante los tres primeros fines de semana del próximo mes. Sweeney Todd es también una fábula moral; un dilema ético con una historia fantástica/mordaz.

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Delante del escenario están ahora 25 músicos a cargo del director Andrés Muñoz. Son jóvenes talentosos salidos del Conservatorio, algunos con experiencia en la Orquesta Sinfónica. Son parte, ahora, de la flamante Orquesta Boliviana de Ópera que ha formado el propio Muñoz. En este ensayo general no están todavía colocados en el foso orquestal que va a tener el Espacio Kúu, situado en el Boulevard El Bosque de la calle 15 de Calacoto. “Vamos a inaugurar por primera vez desde 1845, desde la creación del Teatro Municipal, el primer teatro con foso para orquesta de toda Bolivia”, dice Fransezze, orgulloso, en uno de los descansos del ensayo.

“Red Bull y coca para todos; para los músicos, agua y galletitas, paramos cinco minutos, cinco no son quince”, grita el director. “Leo” y “Pame” charlan en la puerta. “Te abalanzas sobre el barbero pero creo que él no se deja besar”, le digo a ella. “Vas a ver el segundo acto, ahí prácticamente lo violo”. El humor y la tensión sexual entre los dos personajes malvados se mastica lentamente. Es una de las claves del éxito de la obra. Los dos, Fransezze y Sotelo, tienen ese reto por delante. Él todavía no está metido de lleno en el personaje. La relación entre el barbero y la señora que vende empanadas cerca de su barbería es una relación de complicidad y deseo. El hombre mata por venganza y la mujer amasa las mejores empanadas de carne de la ciudad para venderlas en su taberna: ora con los restos de un juez corrupto, ora con un barbero de la competencia, ora con un alguacil que molesta demasiado.

Las butacas todavía no han sido colocadas, esperan en los pasillos. El Espacio Kúu (oficialmente Kúu Inti por la marca comercial que apoya el emprendimiento) ha requerido una inversión de millón y medio de dólares. Los cuatro socios fundadores (Sofía Petignat, Leonel Fransezze, Luis Kushner y Alejandro Yaffar) saben que no recuperarán fácilmente la inversión. Y si lo hacen será dentro de 20 años.

La devolución va por otro camino: dejar/ofrecer a la ciudad de La Paz un teatro para todo tipo de eventos culturales/sociales: obras dramatúrgicas, ópera, musicales, ballets, “stand up”, cenas de gala… El Espacio Kúu tiene una capacidad en platea baja de 320 con mesas y sillas, de 420 con solo sillas y si se trata de un concierto, mil espectadores de pie. Cuenta con una platea alta (o mezzanine) y cuatro palcos, amén de cuatro camarinos con todas las facilidades. Tendrá un bar con terraza “lounge” con vistas a las hermosas bungavillas del boulevar, un bar “clandestino”, un “candy bar” y una variada oferta gastronómica. “Los tendremos haciendo fila”, dice el barbero como si hablara en realidad del Espacio Kúu. Por cierto, Kúu es un término japonés de difícil traducción: puede ser cielo, puede ser un espacio vacío, es siempre un lugar donde se juntan la creatividad, la energía, los espacios y el vacío.

Pero volvamos al ensayo después de este comercial. Con el director, no hay lugar para la pausa. Discute con el director vocal Fernando Pablo Valdivia. Recientemente llegado de Estados Unidos —tras 25 años trabajando en la escena—, Pablo discute con Leonel si tienen que entrar cuatro u ocho en esa escena. Estas “peleas” empujan al elenco a dar lo mejor, “nos acercan a la perfección”, dice Valdivia.

Ensayo en el Espacio Kúu. Abajo: Michelle Csapek, Pablo Valdivia y Sofía Ayala.
Ensayo en el Espacio Kúu.

El “casting” ha probado a un centenar de aspirantes con la colaboración de Freddy Chipana en la selección y la dirección de actores. “¿Quién se apunta para una afeitada gratis?”, grita otra vez Fransezze antes de arrancarse con uno de los números musicales. Algo no sale bien. “Vamos desde que le cortó el cuello, por favor”.

El musical tiene un costo de 38.000 dólares. “Leo” sabe que es a pérdida. “¿Por qué lo haces entonces?”, pregunto. “Porque me gusta, porque es el musical que más me gusta, es lo más anti Andrew Lloyd Webber que puedas encontrar, está en las antípodas de lo que la gente espera de un musical; es muy oscuro y violento”, responde con el entusiasmo vital de siempre. “Lo de hacer este espacio-teatro es parecido, es el sueño de toda mi vida, dejar algo tangible, perenne, que permanezca, a nuestra ciudad y a nuestro país. Los dos grandes impulsores de esta locura son Sofía Petignat y Mauricio Toledo”.

Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet es una obra compleja musicalmente hablando y complicada a nivel escenográfico. Es simple y llanamente uno de los musicales más importantes del siglo XX. “Es un musical muy complicado en su ejecución. Requiere cantantes con mucho oficio. La bravura musical que generó el autor y que claramente refleja el estado mental de los personajes, no es fácil de cantar. Por lo tanto, el entrenamiento vocal tomó mucho más tiempo de lo habitual para nuestras producciones. Sostener ese tiempo de ensayos no fue fácil; como producción llevamos casi un año en este proceso desde la primera audición donde se eligió a la mayoría de las personas del elenco”, dice la productora Claudia Gaensel.

En el elenco, amén de la pareja de protagonistas (Fransezze y Sotelo), están Pablo Valdivia, Sofía Ayala, Michelle Csapek, Daniel Ardiles, Mariana Torrico, Bismarck Barrientos, Erwin Erazo, Pablo Estrada, Daniela Arteaga, Vanessa Alcázar, Adrián Flores, Wilmar Velásquez, Alejandra Ríos, Luis Enrique Elías, Lisset Arandia y Mariel De La Riva.

Por tratarse de una obra de época, el vestuario y la escenografía juegan un rol esencial. Los trajes y los vestidos corren a cuenta de la producción de Claudia Gaensel y la productora Macondo. En un principio el vestuario no ayudaba para transmitir esa sensación de época victoriana, de lujo y miseria a partes iguales. Por eso mandó a hacer todo de nuevo.

De izquierda a derecha: Bismarck Barrientos, Daniela Arteaga, Mariana Torrico y Daniel Ardiles.
Abajo: Michelle Csapek, Pablo Valdivia y Sofía Ayala. De izquierda a derecha: Bismarck Barrientos, Daniela Arteaga, Mariana Torrico y Daniel Ardiles.

“Este Sweeney Todd tiene un universo propio, es más ecléctico; no es una propuesta moderna, por eso elegimos el vestuario que nos gustó para cada personaje más que hacer un diseño estricto de la época, vamos a ver cómo queda. No me gustó porque si bien quería trabajar en una propuesta muy monocromática, el momento que la vi en escenario, que es el lugar donde realmente apruebas el vestuario, me faltó color y contrastes”, explica Gaensel.

“La escenografía es una protagonista más de la historia y como tiene efectos en su ejecución, requiere de cuatro personas dentro de escena que estén a cargo durante toda la obra. Logramos que sea efectiva para ayudarnos a contar y esperamos que se luzca como la concebimos. Tenemos la suerte de tener un equipo de gente muy talentosa que nos ayudó a armarla. El vestuario aún no lo terminamos, es la primera vez que me pasa de armar algo que tenía claro y cuando lo vi en escenario hace dos días no me gustó, así que estamos corriendo con los cambios”, dice Gaensel, que cuenta con la colaboración en vestuario de Belén Iñíguez.

“Se te olvidó lo del hombre infiel”. Reclama Fransezze, de vuelta al ensayo. Pamela Sotelo, fuera ya de personaje, acota con gracia: “es que el hombre infiel no existe, por eso se me olvida esa parte”. A pesar de los asesinatos y la oscuridad de la obra, el humor está presente en la obra, quizás para hacer más llevadera la trama. El humor está a cargo de la señora Lovett, por supuesto. Su rol ha sido interpretado en el teatro por Emma Thompson y en el cine (en la reconocida película de Tim Burton) por Helena Bonham Carter (Johnny Depp era el barbero). “De un gato salen cinco pasteles, cinco pies, nada más”. El barbero y la cocinera bailan pegados.

Mientras los músicos se concentran en el pentagrama, tienen que estar atentos. “Lo más difícil es mantener esa concentración, esa tensión a lo largo de dos horas y cuarenta y cinco minutos”, dice Andrés Muñoz. Francesse respira hondo cuando termina el ensayo general con vestuario y escenografía ya listos. Ese desdoblamiento es agotador. “Estoy un poco loco, ¿no ve?”. Y sí. Hay que estar un poco loco para montar un musical tan complejo en la inauguración de un teatro con foso orquestal, el primero desde 1845. Los músicos, algunos muy jóvenes, se abren camino entre las sillas y salen a buscar aire el boulevard. El ensayo ha terminado. La navaja de Sweeney Todd se afila de nuevo.

Post-scriptum: si se han preguntado cómo acabó en la vida real el famoso barbero Todd, la respuesta es que fue proceso por sus crímenes y ahorcado en 1802 frente a la muchedumbre. Aunque algunos aseguran que el barbero nunca existió. Otros juran haberlo visto afilando la navaja por el boulevard.

(Para informes y reservas para las funciones del sábado 2 y domingo 3 de marzo; 9 y 10; y 17 y 17 de marzo: comunicarse con el celular 625 17 819. El costo de las entradas es: platea en mesa, Bs150; mezzanine, Bs120; y palcos, Bs 100.

Texto: Ricardo Bajo H.

Fotos: Miguel Melgarejo y Ricardo Bajo Herreras

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Mirar para otro lado

‘Zona de interés’ aparenta tocar un tema del pasado pero nos habla del presente

Ricardo Bajo

/ 21 de febrero de 2024 / 07:15

Una compañera cuenta en las redes sociales que un chico se acercó a hablarle en Carnavales y se autodenominó como “facho”. También le dijo que dios la amaba y que él la respetaba. La compañera recuerda, retuiteando otro mensaje, que hubo una época en la que ser un “facho hijo de re mil putas” era una vergüenza. (Nota mental uno: y lo sigue siendo).

En esa anécdota estaba pensando después de ver Zona de interés, la película del director inglés Jonathan Glazer, adaptación libre de la novela del recientemente fallecido Martin Amis, también inglés. The zone of interest narra la apacible vida de la familia del comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss, en su linda casa con jardín y piscina pegada al campo de concentración nazi.

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¿Cómo te conviertes en un fascista? ¿En un nazi? ¿Por qué miramos para otro lado? ¿Por salud mental? ¿Por mantener nuestros privilegios? ¿Por creernos mejores? ¿Los verdugos/asesinos nazis son monstruos (como han sido dibujados en cientos de películas) o son personas “normales”, como tú y como yo?

Zona de interés es una película alta/profundamente política; también es un inquietante relato de terror/horror psicológico con fundidos en blanco, rojo y negro. Cuando sales de la oscuridad de la sala (está actualmente en cartelera), continúa en tu cabeza, como el buen cine. La peli es una obra (conceptual/experimental) de tesis, es una inmersión a través del sonido, la música y el permanente fuera de campo (no vemos casi los hornos crematorios ni el tristemente «Konzentrationslager» en territorio polaco).

Vamos a escuchar tan solo —en medio de la vida idílica de esa familia feliz— constantes disparos por acá, el ruido de los hornos por allá, una luz roja perturbadora por acullá. Ese omnipresente fuera de campo (todo lo que intuimos que pasa dentro de Auschwitz) exige un espectador activo/pensante, como el buen cine. Sonido e imagen transcurren por conductos separados. Como en El gran movimiento de Mauricio Miguel Quiroga Russo, el sonido es un personaje más.

La puesta en escena marcada por la frialdad y el distanciamiento de la cámara acrecentarán el desasosiego. No pasará nada a lo largo de casi dos horas de metraje. Aunque todos somos conscientes de que al otro lado del muro están siendo asesinados miles y miles de personas. Como hoy en Gaza.

Zona de interés es una película profunda/altamente molesta, juega a eso. El director quiere trasladar a la platea de la sala oscura esa sensación de ansiedad y desazón. Y lo logra. ¿No hacemos nosotros —tú y yo— lo mismo que esos verdugos nazis? ¿No consumimos a diario el horror de los bombardeos sionistas sobre hospitales y escuelas palestinas? ¿No estamos vacunados con dosis de insensibilidad? ¿Nos hemos endurecido y hemos perdido la capacidad de empatía?

La película, con cinco candidaturas al Óscar entre ellas mejor película y mejor dirección, nos habla de la banalidad del mal. Nos habla de este sistema capitalista que nos traga y devora, de esta deshumanización que nos consume a diario. Por cierto, ¿es banal retratar así la banalidad del mal?

Zona de interés (término que usaban los nazis para los campos de concentración y sus alrededores) aparenta tocar un tema del pasado pero nos habla del presente. Nos confronta y nos pone contra la pared. Intenta sacarnos de nuestras zonas de confort. Y lo logra. Nos habla de memoria y de complicidad.

¿Olvidamos los genocidios de ayer para soportar los genocidios de hoy? ¿Estamos anestesiados por las grandes cifras? ¿Cómo somos capaces de ver en nuestras redes sociales cadáveres de niños palestinos colgados sobre la pared después de un bombardeo israelí y luego pasar a videos de gatos y perros? ¿Las víctimas de los campos de concentración no eran personas como nosotros? ¿Los palestinos no son seres humanos?

Todos somos esa mujer que carga la wawa y se concentra en su huerto con verduras, romero y hermosas flores (rosas, amapolas, azaleas, ojos de poeta) mientras asoma un humo asesino por el horizonte. (Nota mental dos: la actriz alemana que interpreta a la anestesiada esposa del jefe nazi de Auschwitz es Sandra Huller, la misma protagonista de esa otra obra maestra —aún en cartelera— llamada Anatomía de una caída).

Todos somos ese hombre (interpretado por el actor alemán Christian Friedel) obsesionado por las cámaras de gas y su eficacia/productividad, catecismo del capitalismo; ese hombre que lee cuentos a sus hijos por la noche; ese hombre que adora a su caballo y ama a los perros (como Hitler). El verdugo eres tú, el verdugo soy yo. Y los fachos perdonavidas que nos hablan en Carnavales y vienen a decirnos con autosuficiencia que dios nos ama. Aunque él (también) mire para otro lado.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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