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Arte degenerado

IMAGINARIOS  PACEñOS

Días atrás, un grupo de activistas entró a un espacio municipal de Santa Cruz para rechazar furiosamente las obras presentadas en esa exposición de arte. Sin ningún empacho, mostrando una profunda homofobia, destrozaron las obras en nombre de “la moral y las buenas costumbres”. Usando palabras humillantes diría: el grupo estaba indignado ante una muestra de “arte degenerado” (Hitler dixit). Las obras eran cuadros y ensamblajes (de discutible factura artística) pertenecientes a grupos LGTBQI+ como La Pesada Subversiva. Con ese ataque las obras y la sala ganaron en cobertura y los artistas lograron sus 15 minutos de fama.

Si piensas que solo aquí, en este olvidado país tercermundista, se dan esas muestras de intolerancia ante un arte comprometido, te equivocas. En la quincuagésima versión de la Documenta Kassel (el encuentro de arte contemporáneo más importante del mundo, más que las bienales de Venecia o de Sao Paolo) que se acaba de inaugurar ha sucedido algo diferente, por el contexto social e histórico, pero equivalente a una censura. El colectivo indonesio Ruangrupa, curador de la muestra Documenta 15 (la primera curaduría a cargo del sur), invitó a varios artistas y colectivos, casi todos con obras socialmente comprometidas y de protesta política. El colectivo indonesio Taring Padi presentó un mural de grandes dimensiones llamado La justicia del pueblo. En esa obra figuraban dos personajes: la representación irónica de un banquero judío y la de un agente del Mossad (apenas dos personajes en medio de la inmensa muchedumbre pintarrajeada en el mural). La obra describe, en un lenguaje artístico politizado, la historia reciente de Indonesia, el paso del dictador Suharto, las miles de víctimas, y el apoyo de occidente a esa dictadura. Ante las enérgicas críticas de instituciones proisraelíes, la organización de la Documenta 15 primero cubrió el mural, y luego lo retiró de la muestra (un acto inimaginable en Kassel). El mural La justicia del pueblo fue expuesto desde 2000 en diferentes ciudades del mundo sin rechazo alguno; pero, en el contexto alemán, donde el pasado nazi es un tema tan delicado como un cristal, el mensaje artístico fue recibido con otras connotaciones.

El arte es el espacio donde podemos expresarnos en libertad, pero ¿la libertad artística es ilimitada? Sabiendo que el arte es inasible, ingobernable y hasta libertino, ¿podemos censurar una obra artística con las pulsiones éticas y estéticas del tiempo presente? Más aún, ¿existe un “arte degenerado” correspondiente a nuestro tiempo?

Y aquí me detengo. Si sigo escribiendo me hundiré lentamente como todos los que “explican” racionalmente el arte.

Carlos Villagómez es arquitecto.