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La moda y la economía

Voces

La versión más barata del Cosmograph Daytona, el modelo en acero inoxidable de Rolex que se volvió famoso gracias a Paul Newman, tiene un precio sugerido al público de $us 14.550. Sin embargo, es improbable que consigas uno tan barato. En los últimos años, la demanda de relojes mecánicos de pulsera de lujo ha superado por mucho la oferta y la lista de espera para los modelos más populares de Rolex —si puedes convencer primero a un distribuidor autorizado de que eres merecedor de uno— se dice que ahora es de varios años. Según Watch- Charts, una base de datos de precios para coleccionistas de relojes, un modelo actual del Daytona se vende por más de $us 40.000 en el mercado secundario; durante los últimos cinco años, el precio del Daytona en el mercado secundario ha crecido a un promedio de 20% al año, lo cual lo ha convertido en una mejor inversión que cualquiera de las registradas en el S&P 500 durante el mismo periodo.

Los precios de los relojes de gama alta no son los únicos que se dispararon durante la pandemia. Para una gran variedad de productos coleccionables —entre ellos obras de arte, autos clásicos, bolsos de lujo, zapatos deportivos, cómics y tarjetas coleccionables—, los últimos años fueron más efervescentes que una botella de Dom Pérignon (cuyo precio para ciertas cosechas también se ha disparado). Luego, está el mercado de las casas, sin duda un producto escaso más práctico, donde los precios también aumentaron a nuevos máximos intolerables en años recientes.

Últimamente, he estado pensando mucho sobre estas burbujas de activos, en especial ahora que he seguido el desplome del bitcóin, el ethereum, los tókenes no fungibles (NFT, por su sigla en inglés) y la industria más amplia de las criptomonedas que se volvió tan de moda durante la pandemia. Los defensores de las DeFi —la criptojerga que en inglés se refiere a las “finanzas descentralizadas”, las cuales en esencia buscan reproducir la industria de los servicios financieros con sistemas basados en criptomonedas— arguyen que la tecnología expandirá el acceso a productos financieros y desatará una ola de innovación que ahora obstaculizan los jefes supremos de las finanzas tradicionales, a las cuales llaman TradFi de forma burlona.

No obstante, cada vez con más rapidez, nos damos cuenta que las criptomonedas son tan solo otro artículo coleccionable impulsado por las mismas fuerzas que inflaron el mercado para los Yeezys y bolsos Birkin: mucho dinero salpicado por todo el mundo, sin muchos lugares obvios donde ponerlo y un temor a perderse de algo que todos los demás parecen pensar que está de moda.

Así como un Rolex no da la hora mejor que un reloj de pulsera ordinario—de hecho, los relojes electrónicos son mucho más precisos que los mecánicos—, las DeFi no parecen hacer nada mejor que las TradFi y de muchas maneras prácticas son peores.

Entonces, ¿por qué tanta gente invirtió? Porque el temor a perderse de algo es una superdroga. Porque, cuando los precios se están disparando y sientes el temor de perderte de algo, puedes convencerte de imaginar un valor intrínseco para cualquier cosa: un reloj mecánico es una maravilla de la ingeniería miniatura, casi una obra de arte en su complejidad intrincada. O: una moneda estable algorítmica es una maravilla de la ingeniería tecnológica financiera, una forma de reproducir los bancos y las redes de pago pasados de moda en la cadena de bloques para crear una infraestructura financiera abierta.

Por otro lado, se promocionaron las criptomonedas a todos, ricos y pobres. En redes sociales, en cadenas de televisión financiera y en anuncios salpicados de celebridades para el Super Bowl, estos productos complejos, volátiles, propensos a colapsar y sin regulación fueron vendidos a las masas como oportunidades de las que no podían perderse.

Hace poco, he visto mucha alegría en línea por el mal ajeno: mucha gente que no participó en el auge de las criptomonedas y se burla de quienes entraron con todo, lo cual tal vez solo sea justo para los escépticos que tuvieron que soportar durante años a criptopersonajes detestables que les decían: “Diviértete siendo pobre”.

No obstante, ¿puedes culparlos? Los estudios sugieren que la gente menor de 40 años ha estado mucho más dispuesta que la gente mayor a invertir su dinero en criptomonedas. Esto tiene sentido cuando tomas en cuenta que una gran parte de sus vidas adultas han estado dominadas por estos ciclos de altibajos y un crecimiento constantemente bajo de los salarios reales.

Para millones de personas, las criptomonedas, al igual que los bienes raíces y las puntocom antes que ellas, ofrecían una salida para lo que de otra forma ha sido un callejón económico sin salida. Simplemente querían salir adelante casi de la única manera que uno puede hacerlo en estos días: poniendo tu dinero en algo de moda y esperando que sea un éxito. Es el estilo estadounidense.

Farhad Manjoo es columnista de The New York Times.