Se refuerzan las tensiones internacionales
En las semanas pasadas, Estados Unidos ha logrado fortalecer sus alianzas políticas y militares con Europa. En efecto, en la Cumbre del G7 llevada a cabo en Baviera (Alemania) se ha decidido por unanimidad incrementar sustancialmente el apoyo a Ucrania, al tiempo que se modifica el tipo de relaciones de cooperación que se establecieron en el pasado con Rusia. En dicho evento se ha buscado además atraer a dicha órbita a países como la India e Indonesia (Asia), Senegal y Sudáfrica (África) y Argentina, en representación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Por otra parte, en la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) realizada en Madrid se ha adoptado el Concepto Estratégico para los próximos 10 años, donde se señala a Rusia como una amenaza significativa y directa, y a China como un desafío sistémico que utiliza herramientas híbridas y cibernéticas maliciosas. También se inició el proceso de adhesión de Finlandia y Suecia, que tras la invasión a Ucrania rompieron con su tradicional neutralidad. En el evento también participaron Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur, no solo debido su apoyo a Ucrania contra Rusia, sino también en cuanto claro mensaje a China respecto de la situación en la región del Indo-Pacífico.
De esta manera, la OTAN ha incorporado nuevos miembros y ha aumentado asimismo su presupuesto operativo con el propósito de ampliar significativamente su presencia en las fronteras de Europa del Este y del Báltico, incluyendo el estacionamiento de nuevos contingentes de tropas y armamentos en países fronterizos con Rusia.
Aunque es evidente que la guerra en Ucrania ha marcado los resultados centrales de ambos eventos, el contraste es notorio con la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.
Lo que me interesa destacar una vez más, sin embargo, es la parálisis latinoamericana ante los riesgos que significan para la seguridad y el desarrollo de la región los conflictos militares en curso y la consiguiente perspectiva de bloques de poder y zonas de influencia.
El contexto internacional contiene desafíos que hay que enfrentar con respuestas apropiadas y oportunas, con visión de largo plazo. Las medidas adoptadas por la OTAN en las fronteras con Rusia traen inevitablemente una reacción simétrica del otro lado, con los consiguientes resultados de una escalada del gasto armamentista en el mundo, al mismo tiempo que las sanciones aplicadas contra Rusia tienen repercusiones internacionales, ilustradas con el aumento de las cotizaciones de los hidrocarburos y los fertilizantes, y la escasez de alimentos que ya se siente en la región.
Por consiguiente, es imprescindible que América Latina adopte posiciones conjuntas y establezca mecanismos para asegurar su seguridad geopolítica, comercial, financiera y de acceso a recursos que le permitan atender sus emergencias inmediatas en materia de financiamiento y recuperación económica, creación de empleos y reorganización de sus sistemas de educación y salud. También se requiere proporcionar respuestas concertadas a las modificaciones y desplazamientos en curso de las cadenas internacionales de suministros, aprovechando algunos componentes de los mecanismos de integración existentes, que podrían funcionar a geometría variable para comenzar, y luego sentar las bases para la transformación productiva de más largo aliento, que responda regionalmente a la fragmentación del orden internacional y la perspectiva de una proliferación de sistemas proteccionistas y guerras comerciales estratégicas.
Para concluir, conviene recordar que América Latina es Zona de Paz y que las armas nucleares están proscritas en la región a partir del Tratado de Tlatelolco de 1967. Ambos aspectos deberían servir de fundamento de la posición latinoamericana en el contexto de las peligrosas tensiones que debilitan la seguridad internacional.
Horst Grebe es economista.