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Mercado Rodríguez 2.0

/ 5 de julio de 2022 / 01:43

Después de dos años desde el inicio de la pandemia ocasionada por el COVID-19, a nivel mundial la tendencia hacia la digitalización de las economías avanzó a pasos enormes, especialmente en la adopción de nuevas tecnologías aplicadas a los pagos digitales como resultado de las recomendaciones sanitarias de evitar el uso del dinero en efectivo o reducir el traslado a los centros financieros y minimizar el riesgo de contagio.

¿Qué es todo esto tan complicado?, pregunta doña María, quien tiene su tienda en el popular mercado Rodríguez de la ciudad de La Paz. ¿Qué es lo que hablan estos jóvenes de banca electrónica y banca móvil, transferencias en QR y pagos sin contacto? ¿Me puede explicar que no entiendo nada?, me consulta, extrañada.

Además, doña María relata que hace unos años la costumbre en los mercados de abasto para el pago de los productos era con billete en efectivo y se guardaban las monedas para el cambio, y al finalizar la jornada ella y sus compañeras tenían que hacerse acompañar con familiares y hasta policías por seguridad. Esta platita bien resguardada tenía como destino pagar a los proveedores de productos, transportistas y otros, termina su alocución la casera.

El documento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado Acelerando los Pagos Digitales en América Latina y el Caribe, destaca que los pagos digitales representan un aspecto fundamental de la actividad económica, la inclusión financiera y el crecimiento empresarial. Además, serían un importante motor del comercio electrónico, pues los pagos digitales permiten a personas y empresas efectuar y recibir pagos de forma rápida y segura, lo que contribuye a estimular el comercio.

En este ámbito, los pagos digitales han mostrado una gran aceptación de la población a nivel global. Según las perspectivas, de los organismos internacionales los pagos sin contacto, pagos móviles, pagos integrados en una apps y redes sociales, junto al uso de los códigos QR cobrarán cada vez más fuerza en esta evolución del comercio electrónico.

La pregunta de rigor es: ¿En toda esta digitalización y adopción de nuevas tecnologías en el ámbito de pagos, el mercado Rodríguez y la economía boliviana están lejos de esta revolución? La respuesta es no. Por ejemplo, de acuerdo con cifras del sistema de pagos publicadas por el Banco Central de Bolivia (BCB), en 2021 se registró un importante crecimiento en el uso de los instrumentos electrónicos de pago, donde las transferencias electrónicas (por banca digital) aumentaron 70% en volumen de operaciones con relación a 2020, mientras las transacciones a través de tarjetas electrónicas subieron 41% en cantidad y 36% en el valor procesado, gracias a funcionalidades como pagos sin contacto y la habilitación de compras por internet.

Asimismo, el uso de la billetera móvil se amplió en 16% con respecto al valor procesado en 2020, gracias a la posibilidad de efectuar transferencias hacia y desde cuentas del sistema financiero con el uso de códigos QR, brindando una variedad de opciones a la población para efectuar pagos y transacciones a zonas rurales y periurbanas.

Estos resultados sin precedentes se explican por la construcción de esta infraestructura del mercado financiero de pagos y una regulación moderna atribuida al BCB, que permitió profundizar el uso de los medios electrónicos de pago en un entorno moderno y seguro. Otro factor relevante, que dio impulso a los pagos digitales en 2021 fue la recuperación de la economía que favoreció al valor y el volumen de las operaciones procesadas en el mercado financiero.

En síntesis, la revolución de los pagos digitales está permitiendo, de manera gradual, que la población boliviana pueda efectuar y recibir pagos de forma rápida y segura contribuyendo a una mayor actividad comercial que permite una mayor inclusión financiera y crecimiento de la economía.

Sergio Colque Soldado es economista y docente de la UMSA.

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La doble contabilidad de la deuda pública

La deuda pública ‘consolidada’ refleja de manera adecuada las obligaciones que tiene un Estado con sus acreedores.

/ 8 de enero de 2019 / 03:19

En las últimas semanas, en los medios de comunicación se abrió una discusión sobre la deuda pública. Por ejemplo, algunos columnistas y hasta un senador se animó a calcular este indicador en un 57% del Producto Interno Bruto (PIB). Estos alarmantes datos contienen un craso error relacionado con la “doble contabilización” que se demostrará en los siguientes párrafos.

Empezaré con el ejemplo de una familia, integrada por el padre, la madre y dos hijos. El jefe de hogar decide realizar un emprendimiento productivo y para financiarlo recurre a un préstamo por $us 10.000 de un banco privado. Por otro lado, uno de los hijos que está en la universidad necesita comprarse una computadora y solicita a sus padres que le presten $us 1.000. La hija, quien está en el colegio, no se queda atrás y resuelve realizar un curso de idiomas y solicita a sus padres $us 500 para pagar la colegiatura. El jefe de hogar ha logrado constituir un fondo (ahorro), y decide utilizar estos recursos para atender las necesidades de sus hijos, con la condición de que una vez que ellos trabajen devuelvan el dinero para reponer al fondo familiar.

¿Cuál es la deuda de la familia? La respuesta es $us 10.000. Ese es el monto que efectivamente debe la familia como una “unidad económica” frente a terceros (acreedores privados). ¿Por qué no se toma en cuenta las obligaciones de los hijos de $us 1.000 y $us 500? Sencillamente porque estas obligaciones han sido asumidas entre los propios integrantes de la familia, y por tanto, la deuda tiene que ser “consolidada”; de lo contrario se incurre en una doble contabilización.

El considerar a la familia como una unidad económica es la forma correcta de mostrar las cifras de deuda. Esto se conoce en los manuales de estadísticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) como “deuda consolidada”, la cual elimina los efectos distorsionadores de una cifra agregada.

Ahora bien, algunos analistas al intentar calcular la deuda pública total cometen el error de sumar a la deuda que tiene el Estado con acreedores privados y las obligaciones que se tiene entre las propias entidades públicas. En nuestro ejemplo, agregan a la deuda que tiene la familia con un banco privado la “deuda” contraída por los dos hijos.   

De acuerdo con datos del Banco Central de Bolivia (BCB), la deuda externa total a noviembre de 2018 representaba el 24,8% del PIB. Mientras que la deuda interna total con acreedores privados en similar periodo alcanzó un 8% del PIB. Es decir, que la deuda total era del 32,8% respecto del PIB. Cifra muy diferente a la señalada por algunos analistas, quienes al perecer incurrieron en el error de la “doble contabilización”.

Por otro lado, el informe Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2018, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), destaca que al tercer trimestre de 2018 la deuda pública total de América Latina alcanzó un 41% del PIB. A nivel de países, entre los más endeudados se encuentra Argentina, con una deuda del 77% del PIB (la cual se ha incrementado por el primer desembolso que recibió del FMI por $us 15.000 millones); y Brasil (74%). Por encima del promedio (41%) se ubican Costa Rica (52%), El Salvador (49%), Uruguay (49%), Colombia (49%) y Ecuador (44%). Mientras que por debajo del promedio están República Dominicana (39%), Panamá (37%), México (35%), Bolivia (33%), Chile (24%), Perú (20%) y Paraguay (16%). Es decir, de acuerdo con el informe de la CEPAL, Bolivia está entre los países menos endeudados de la región.

En conclusión, para no incurrir en errores de sobredimensionar las cifras de deuda, es necesario contabilizar la deuda pública “consolidada”, la cual refleja de manera adecuada las obligaciones que tiene un Estado con sus acreedores externos e internos.

* Economista y docente de la UMSA.

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Lo que está detrás de las cifras de la deuda

Detrás de las cifras de deuda está la fortaleza de la economía boliviana.

/ 27 de abril de 2018 / 04:34

Días atrás, el Banco Central de Bolivia publicó el Informe de Deuda Pública Externa, en el que se destaca, entre otros datos, que el principal indicador de solvencia —la razón entre la deuda externa y el Producto Interno Bruto (PIB)— fue de 24,9% en 2017, cifra que se encuentra por debajo del límite referencial del 50% establecido por la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Esto quiere decir tres cosas: que el peso de la deuda en la economía no debe preocuparnos, que el país tiene capacidad de pago para honrar sus obligaciones, y que estamos alejados de un riesgo de insostenibilidad de deuda.

Las cifras pueden parecer bastante frías, y lo importante es conocer lo que está detrás de ellas. En el periodo 1970-1985, el peso de la deuda externa en términos del PIB alcanzó el 49% en promedio; mientras que entre 1986 y 2005 empeoró, llegando a un 69%. Es decir que se contaba con una economía sobreendeudada, altamente vulnerable y con escasas fuentes de recursos para cubrir sus necesidades inmediatas. Las preguntas obligadas son ¿por qué este cambio de tendencia?, ¿por qué ahora se tiene una deuda sostenible?

Una primera explicación se debe a la expansión de la economía boliviana. En los años 80 el tamaño de la economía nacional medida por el PIB nominal no superaba los $us 5.000 millones, y en los 90 estaba en torno a los $us 8.000 millones. En cambio, en los últimos 12 años ascendió de $us 9.574 millones en 2005 a $us 37.816 millones en 2017. Es decir que la economía prácticamente se ha multiplicado por tres. Estos resultados se debieron a un nuevo modelo económico, basado en fomentar la demanda interna a través de la inversión pública y una política redistributiva del ingreso que permitieron a Bolivia liderar el crecimiento económico en la región en 2009, 2014, 2015, 2016 y 2017.

Esta nueva posición fue reconocida por los organismos internacionales. Entre 2010 y 2015, según criterios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), Bolivia pasó de ser un país de “ingresos bajos” a uno de “ingresos medios”, logrando no solo dejar en el pasado la caracterización de nación pobre y rezagada en el entorno regional, sino también de tener las mismas ventajas que tiene un país de ingresos medios, como acceso al financiamiento que reciben otros países como Brasil, Colombia, Chile y Perú. En este contexto, se logró apalancar recursos externos frescos para dinamizar la economía, así como también diversificar sus fuentes de financiamiento a organismos internacionales, bilaterales e inversionistas privados que apoyaron y confiaron en el Estado boliviano a la hora de prestarle recursos.

Un segundo factor es el destino de los recursos de la deuda externa. El endeudamiento de un país no es malo si los créditos son destinados a programas y proyectos que generen una rentabilidad social mayor al costo financiero del préstamo. Si revisamos el destino, en el pasado los recursos estaban orientados a cubrir el gasto corriente y el continuo déficit fiscal, sin que se obtengan los resultados esperados. Por el contrario, la situación de las finanzas públicas se agravó, al igual que el riesgo de insostenibilidad. Hoy en día, la nueva política de endeudamiento establece que los recursos se destinan íntegramente a inversión pública, a través de proyectos que diversifican la matriz productiva y mejoran la capacidad de producir en el país.

En conclusión, lo que está detrás de las cifras de deuda es la fortaleza de la economía boliviana y una mayor capacidad de endeudamiento para continuar accediendo a recursos externos, y así poder impulsar el crecimiento económico y un mayor bienestar de la población.

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