Operaciones mediáticas que afectan la democracia
Quizás uno de los más importantes aportes que ha sumado el campo de la comunicación política a la democracia es el debate en torno a la importancia de los medios de comunicación y el periodismo en el desempeño de este sistema político. Hace décadas, cuando las reflexiones en torno a los supuestos efectos de la comunicación en nuestras sociedades aún buscaban indicios de ello en estudios de la época, era aún más incipiente la idea de que los medios y el periodismo tenían también su cuota de afección en la salud de la democracia y esta postura crítica sonaba, más bien, a una suerte de “politización” del (hasta entonces inmaculado) oficio periodístico. Fue la irrupción y masificación de la internet (con todo lo que esto implicó para los procesos informativos) lo que terminó esclareciendo esta hipótesis mostrando en la realidad el actual desenfreno de estas (malas) prácticas informativas, hoy como moneda corriente. Así, las consecuencias de este aceleramiento suman hoy a la afección en el desempeño de las democracias, ya no como una hipótesis sino como una certeza. Luego, se suman los efectos inmediatistas no solo de nuestra actual forma de pensar y vivir sino, sobre todo, de generar, recibir y analizar la información. En consecuencia, todas estas nuevas formas de funcionamiento de quienes componemos nuestras sociedades han hecho posible que la calidad, pero, sobre todo, la veracidad de la información que se amplifica sean hoy definitorias ya no solo para la calidad de la democracia sino para su subsistencia a futuro como sistema político.
En la última semana e incluso hasta los días que concurren, en España se está develando una suerte de conspiración político- mediática que se hubiera desplegado en 2016 contra Pablo Iglesias y su partido Podemos. Las acusaciones salen a colación en referencia a una serie de audios, cuya veracidad está confirmada por un involucrado, en los que se da a entender que el medio de comunicación La Sexta, a través de su director que conduce uno de los programas políticos de referencia, difundió y amplificó una información falsa dudando él mismo de la veracidad de la misma. Entre quienes generaron los insumos para esa noticia se encontrarían un excomisario de la Policía y Eduardo Inda, el director de la página de bulos y desinformación conocida como OkDiario, cuyo objetivo es el de defenestración de las opciones políticas de izquierda y cuyo mal denominado “periodista”, Alejandro Entrambasaguas, fue el operador político del señor Arturo Murillo durante el gobierno de Áñez, amplificado entonces por buena parte del conglomerado mediático nuestro.
Esta reciente revelación ha permitido que Podemos siga alimentando la hipótesis de que el estrepitoso desprestigio que sufrió es, en gran parte, resultado del concierto mediático opositor a las izquierdas de un determinado conglomerado con intereses económicos y políticos; además de ello, ahora Iglesias forja la idea de que la política española se ha ido latinoamericanizando y no precisamente por anhelos integracionistas sino por las formas de operación de las derechas políticas y sus brazos mediáticos.
A reserva de ese debate lo cierto es que ya no se trata de un fenómeno nuevo, sino de uno que cada vez ocurre con más frecuencia en medio de un escenario de mayor desorden informativo. Ya podemos hablar con certeza de medios que operan con fines políticos casi como la norma. Además de ello, estos hechos han vuelto a poner sobre la mesa aquella vieja discusión en torno a las afecciones que pueden sufrir las democracias cuando quienes tienen un rol en el periodismo optan por prestarse para operaciones informativas y mediáticas. Algo discutido hace décadas y constituido, cruenta e irrefrenable certeza al día de hoy. En el mundo. En España. En Latinoamérica.
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.