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Cloacas mediáticas

SAUDADE

Hay abundante literatura, estudios de caso, análisis comparados y ensayos críticos acerca de la relación entre medios de comunicación y democracia. Esta relación, tan compleja como intensa, encuentra visiones mediófilas, que destacan la contribución de los medios, y visiones mediófobas, que cuestionan su desempeño. En ese arco se sitúan los debates sobre libertad de expresión y derecho a la información. Lo que está menos examinado, y es de gravedad, son las cloacas mediáticas.

¿A qué me refiero con cloacas mediáticas? A ciertas operaciones “informativas” cuidadosamente montadas y difundidas en algunos medios en clave de inmundicia; lejos de lo que, con claroscuros, hace el oficio periodístico. Y es que una cosa es actuar con arreglo a intereses, tomar posición política en la agenda mediática, incluso (des)informar lejos de principios éticos; y otra distinta es fabricar/falsear datos, fuentes, hechos, “evidencias” y hacerlos pasar como noticia.

El caso más escandaloso de cloaca mediática se reveló hace poco en España, donde un consorcio mafioso de comisarios, jueces, políticos y “periodistas” inventó y promovió activamente un bulo con el fin expreso de dañar a Podemos e interferir en las preferencias electorales. No sorprende tanto que los aparatos de seguridad inventen delitos (en este caso una inexistente cuenta ilegal de Pablo Iglesias), sino que haya medios que los difundan como “presunta verdad” (sic).

En cuanto al desempeño de las cloacas, hacen ruido la sencillez, el cinismo y la impunidad. Audios ahora revelados demuestran que el conocido presentador de televisión Antonio García Ferreras difundió una noticia falsa a sabiendas de que era impresentable. Sus palabras quedan para la historia de la infamia mediática: “yo voy con ello, pero es demasiado burdo”. Operó también un oscuro personaje de extrema derecha: Eduardo Inda, que se hace pasar por periodista. Hoy ninguno siquiera se sonroja.

Las cloacas mediáticas llegaron a Bolivia en 2019 de la mano de Inda y su Ok Diario. Inda mandó un operador de la peor calaña, Alejandro Entrambasaguas, cuya misión era hacer el trabajo sucio acordado con el exministro Murillo, su protector. El guion es el mismo: el tipo accedía a “informes de la Policía” y lanzaba la inmundicia. Lo deplorable fue verlo desfilar alegremente en varios medios promoviendo sus “presunciones”. Un mediocre fundador de la ANP hasta propuso darle un premio especial.

Más allá de los casos y sus efectos de patas cortas, las cloacas producen un daño irreparable en el campo mediático y, claro, lastiman la democracia. Es imprescindible ponerles un cordón sanitario a los Entrambasaguas y sus inaceptables mugres.

FadoCracia voluntaria

1. El razonamiento parece impecable, pero es por demás insolente: “el que no quiere ir, que no vaya; no es obligatorio ir a la verbena”. 2. Así respondió el Alcalde paceño ante la solicitud del sector salud de suspender actos masivos por el alto nivel de contagios COVID en la quinta ola. Festejo obliga. 3. Y claro: si no quieres ir (ergo: evitar el riesgo de contagio), quédate en tu casa. Calladito mejor. 4. Es la misma respuesta que suele provenir de la telebasura: “si no te gusta la programación, apaga el televisor, quema el control remoto”. Fácil, es una cuestión de libre albedrío. 5. O peor, como alegan algunos hombrecitos: si no quieres que te violen, no salgas sola de noche. Qué tal. 6. Y así en varias cuestiones (comida, por ejemplo: si supones que es veneno, no comas), con el argumento del “nadie te obliga”. 7. ¿No será mejor invertir la lógica? Si hay elevado riesgo de contagio, limitemos actos masivos. Si hay demasiada telebasura, mejoremos la programación. Etcétera. Es una cuestión de principios, reglas de convivencia y responsabilidad colectiva.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.