¿Nacionalizar?… dónde hay que pagar
Empecemos por confirmar algo que no se estuvo comentando cuando en la opinión pública se habló de nuevo sobre la nacionalización unos días atrás: los costos. Porque no solamente se trata del costo económico, sino que una decisión de ese calado conlleva lo que creo es la triada de costos, que en el marco de la inmediatez y la división anti y a favor de hoy, no nos alcanza el teclado predictivo que tenemos para someternos a una discusión de fondo por los asuntos.
No necesariamente guiándonos por un orden jerárquico, el primer costo que se me viene a la mente es justamente el que se estuvo hablando, el costo económico. Este costo viene aparejado del principio básico de que toda medida nacionalizadora conlleva un costo económico porque no se trata de arrebatarle a alguien la administración de lo que lleva haciendo sin pagar absolutamente nada a cambio. Para muestra un recuerdo histórico: la nacionalización de la Gulf Oil por Marcelo Quiroga Santa Cruz en 1969, tuvo un costo de $us 79 millones que se pagaron en su totalidad unos años después.
El segundo costo que conlleva una decisión de este tipo es sin duda el político, porque no hay duda de que hemos estado ondeando en un péndulo de decisiones políticas que fueron del libre mercado hacia el estatismo, y podría decirse de alguna forma que en este sentido los gobernantes cuando eligieron una de las dos vías, se tomaron muy en serio ese papel. Asumieron en su momento, sea para privatizar o sea para nacionalizar, el costo político que eso traía; aquí es muy curioso cómo en la revisión historiográfica, cuando se decidía nacionalizar, la prensa y parte de la opinión pública alertaba de una debacle y de un movimiento arriesgado que iba a aislar más al país; sin embargo, con la distancia del tiempo, los libros de historia hablan de un héroe valiente y decidido que supo velar por la dignidad de la Patria, por si acaso me refiero al mismo caso anterior de Quiroga Santa Cruz.
El tercer costo es el social, porque a diferencia de una política de privatización que busca mejorar la eficiencia y eficacia empresarial, un objetivo central de la nacionalización es la redistribución de recursos para que lleguen allí donde se necesita llegar, por eso la crítica elitista a menudo se concentra en identificar el despilfarro de dinero que representa una política nacionalizadora. Sin embargo, no hay duda de que uno de los efectos concretos que evidenciamos como país es que a diferencia de los años 90 del siglo pasado, en el que estábamos ubicados como país junto a Brasil como los más desiguales medidos por el índice Gini, hoy no es así; el motivo de esto: el efecto social de la nacionalización.
De tal manera, como vemos hasta aquí, no existe un solo costo, probablemente existan otros más, pero si me permiten el símil economicista, en una relación de costo versus beneficio, prefiero mil veces los resultados sociales que genera una nacionalización a una privatización porque, entre otras cosas, quien escribe esta columna no estaría aquí porque además del “mérito” individual no hay duda de que las condiciones de fondo que a uno le rodean son las que permiten conseguir ese aspiracional que buscamos unos por necesidad y otros por comodidad.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.