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De loca no tiene nada

CONTRAGOLPE

“Soy loca con mi tigre, cuantas más rayas mejor”, canta Shakira. “Yo no quiero volverme tan loco”, canta Charly García. Rita Lee va más allá, reclama que quien llama loco a alguien no es feliz: “Dizem que sou louca por pensar assim. Se eu sou muito louca. Por eu ser feliz. Mais louco é quem me diz. E não é feliz, não é feliz”. Astor Piazzola y Horacio Ferrer compusieron Balada para un loco, de cuya letra rescato tres fragmentos: “Ya sé que estoy pianta’o (loco en lunfardo), pianta’o, pianta’o ¿No ves que va la luna rodando por Callao? Que un corso de astronautas y niños con un vals me baila alrededor. Bailá, vení, volá. Ya sé que estoy pianta’o, pianta’o, pianta’o. Yo miro Buenos Aires del nido de un gorrión. Y a vos te vi tan triste; vení, volá, sentí el loco berretín que tengo para vos. Loco, loco, loco. Cuando anochezca en tu porteña soledad. Por la ribera de tu sábana vendré. Con un poema y un trombón a desvelar tu corazón. Loco, loco, loco. Como un acróbata demente saltaré. Sobre el abismo de tu escote hasta sentir. Que enloquecí tu corazón de libertad, ya vas a ver”.

Vayamos ahora a la historia. Juana la loca era Juana I, reina de Castilla, y de Aragón y Navarra durante la primera mitad del siglo XVI. Se casó con Felipe de Castilla, a quién le llamaban Felipe el Hermoso. O sea una señora de la realeza española aquejada por una enfermedad mental que contrajo nupcias con un príncipe de fina estampa. Una esquizofrénica enamorada de un joven guapo que murió a los 28 años escupiendo sangre.

La locura fue sometida a disciplinamiento, a vigilancia y control, como lúcidamente lo explicara Michel Foucault. Locos y locas deben quedar sometidos a encierro porque amenazan con desordenar las calles, las plazas y la vida cotidiana de la normalidad humana (Hombre mirando al Sudeste, película de Eliseo Subiela), pero la palabra es de una riqueza polisémica inacabable, así que loco o loca no es solo demencia, sino también, como acabamos de revisar, música, poesía, creatividad, historia trágica o película develadora, que expone talentosamente el lado B de la condición humana y que nos advierte que todos estamos hechos de rasgos de comportamiento visibles, así como por conductas, actitudes, gestos situados por fuera de lo previsible, de lo normal.

“Messi está loco pa”, dice mi hijo de 19 años y con eso quiere relievar su talento, su capacidad para sacar del pie izquierdo una maniobra impensada con el balón, un disparo con destino de red que solo él es capaz de ejecutar. Esto es, la locura asociada a la genialidad, a la habilidad inigualable, y por eso el “está loco” o “está loca” funciona con distintas intencionalidades, para realzar virtudes o para condenar atrocidades como el exterminio de judíos en Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial o para reprobar manías persecutorias estalinistas.

Sirva toda esta retrospectiva que forma parte de la historia de la cultura y de las artes, para llegar a la conclusión de que la alcaldesa Eva Copa no tiene ni por asomo rasgos de locura, en ninguna de las acepciones: No es cantante, no es poeta, no pertenece a familia real alguna con problemas mentales, no es personaje de ningún tango memorable, no ha inspirado hasta ahora personaje alguno digno de ser representado cinematográficamente, no presenta características de personalidad que le permitan convertirse en una criatura literaria, es decir, de loca no tiene nada porque no exhibe comportamientos de demencia y menos rasgos de genialidad alguna.

Eva Copa es una ciudadana alteña con gran sentido de la oportunidad. Fue presidenta del Senado durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez y dispuso del funcionamiento de la Vicepresidencia del Estado y de sus reparticiones durante ese nefasto periodo, sin estar avalada por atribución constitucional alguna, debido a que por renuncia, el cargo de segundo mandatario del país había quedado acéfalo. Es también sabido que la señora Copa, junto a sus colegas Omar Aguilar y Efraín Chambi, tuvo diálogo con quien fuera su colega, Arturo Murillo, cuando éste ya se había convertido en el político más poderoso de Bolivia al mando de un Ministerio de Gobierno tenebroso y delirante.

Todo esto significa que Copa no tiene merecido el estatus de loca. No lo es en sentido alguno. Es una gran ganadora electoral que se convirtió en Alcaldesa de El Alto, una ciudad en la que hay que trabajar mucho para conseguir que algún día pueda alcanzar desarrollo urbano con todas las características que exige una ciudad del siglo XXI, que pueda ofrecerles a sus ciudadanos calles limpias, sin baches, bien iluminadas, plazas para que los niños puedan salir a entretenerse con comodidad y seguridad, viviendas con todos los servicios básicos en todas sus zonas, y centros comerciales, desde ferias tradicionales hasta modernas edificaciones que satisfagan necesidades y demandas en materia de tiempo libre recreativo.

En buenas cuentas, quien diga que Eva Copa está loca, está loco.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.