Entre el hambre y la mala comida
Cuatro de cada 10 habitantes de América Latina viven con inseguridad alimentaria, es decir que casi la mitad de latinoamericanos se duerme con hambre, o durante el día no se siente satisfecho con su alimentación. Hay 19 millones más de personas en situación de hambre que en 2019, en toda la región. Es una situación inquietante porque tiende a incrementarse, como lo ha hecho desde la pandemia del COVID-19, continuando con la guerra en Ucrania y la subida de precios en varios países latinoamericanos. Estos datos son de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para América Latina y el Caribe.
En Bolivia se alcanza la cifra de 2 millones de personas mal alimentadas, sea por falta de recursos, por mala información o por no poder acceder a alimentos de calidad. Es cierto que el desempleo se ha incrementado en estos últimos años en nuestro país, eso ha generado inestabilidad económica o incluso falta total de dinero en casos extremos. Pero la mala información sobre los valores nutricionales necesarios en cuanto a calidad y cantidad para un buen desarrollo de las personas ha hecho que aumenten los grados de desnutrición tanto en niños como en adultos. Esa misma falta de información ocasiona que aunque una familia cuente con suficientes recursos económicos no cumpla con una dieta sana y elija comida “chatarra”, teniendo como resultado desnutrición u obesidad.
Puestos a observar en las calles, se nota que los bolivianos en general consumimos mucha grasa, carbohidratos de todo tipo, arroz y fideo casi a diario, gaseosas y azúcares sin control. Pocos vegetales, algo de fruta, pero sobre todo no somos amigos de variar, casi todas nuestras comidas se repiten y no siempre las consumimos con un orden y en horarios adecuados. Esto se refleja en vientres abultados, pesadez en el andar, las permanentes quejas por acidez, reflujo, hígado graso.
Es cierto que las costumbres alimenticias han cambiado y cada vez más, sea por las exigencias de trabajo, las distancias para retornar a los hogares a la hora del almuerzo, la falta de corresponsabilidad en la elaboración de alimentos en la casa, ha hecho que cada quien consuma en la calle lo que pueda, lo que le alcance en su presupuesto o finalmente se salte alguna comida. Comidas con nutrientes como la quinua, el huevo, los pescados, todo tipo de vegetales como la acelga, la remolacha, tienen precios más accesibles y deberían estar en la dieta de las familias bolivianas con mayor frecuencia. Hace falta mayor debate y empeño en eliminar las malas costumbres alimenticias y la creatividad e inventiva en fomentar los buenos hábitos gastronómicos en los jóvenes y niños. La nutrición y la buena alimentación son una cuestión de política pública urgente y necesaria.
Lucía Sauma es periodista.