Inflexión de la hegemonía cruceña
En el primer día del paro cívico cruceño, un puñado de jóvenes —aparentemente unionistas— estaban pertrechados al frente del domicilio del alcalde cruceño, Jhonny Fernández, en una situación de apronte, lanzando petardos, bloqueando las arterias del barrio en automóviles lujosos y sin placas en una actitud intimidadora e inclusive vengativa por aquellos grupos de poder que consideraban como su aliado natural a la autoridad edilicia para afianzar su proyecto político y económico, pero hoy es considerado “traidor de Santa Cruz” por no seguir las directrices del ente cívico.
Este acto violento se erige en una especie de metáfora de lo que está sucediendo en la actualidad en Santa Cruz: el resquebrajamiento de la hegemonía de los sectores elitistas. Siguiendo a Antonio Gramsci, la construcción de la hegemonía es la supremacía de un grupo social dominante sobre otros grupos subalternos, para ello entra en escena la hegemonía cultural por la vía de la manipulación de un sistema de valores y costumbres de un grupo social, el dominante en función de una cosmovisión o proyecto social, y, por lo tanto, político.
Siguiendo estas disquisiciones gramscianas, el cruceñismo que alude a la identidad regional era un dispositivo ideológico con una gran capacidad movilizadora que hacían uso las élites cruceñas para “subordinar” a otros sectores sociales, sobre todo subalternos en aras de su proyecto social. El discurso del “ser cruceño” fue crucial, entre otras cosas, para la movilización en noviembre de 2019 que, posteriormente, decantó en un golpe de Estado.
Al parecer, la hegemonía de los sectores elitistas está en un momento de inflexión. Esta conclusión hipotética se desprende de los últimos acontecimientos sociopolíticos en Santa Cruz. Sociológicamente, los “nuevos cruceños”, o sea, aquellos migrantes pobres, muchos de ellos de origen andino, que en las últimas décadas han poblado Santa Cruz fueron constituyendo un bloque social importante. Entre ellos, comerciantes y transportistas, no solo en Santa Cruz, sino en otras regiones del país son actores sociales importantes en la política.
Obviamente, estos sectores sociales son los más afectados económicamente por las movilizaciones convocadas por la dirigencia cívica cruceña, que estaban huérfanos de un liderazgo propio que los representara políticamente. El Movimiento Al Socialismo (MAS) no logró capturar a este bloque social en Santa Cruz. Hasta que reapareció políticamente el Alcalde cruceño que después de “coquetear” con los sectores elitistas (su hija, por ejemplo, es senadora por el partido del Gobernador) volvió a las raíces del liderazgo de su padre, Max Fernández, que en la década de los 90 se proyectó políticamente gracias a una estrategia populista logrando que muchos sectores populares sean su base electoral.
Esa hegemonía del liderazgo cívico hoy se está desportillando y se expresó, entre otras cosas, en la aceptación popular del actual burgomaestre edil por los “nuevos cruceños” y los comicios electorales de 2020 fueron su correlato, donde Fernández obtuvo la victoria en la ciudad capital.
Esa crisis hegemónica, además, se ilustra en el cuestionamiento del Alcalde a las “logias cruceñas” —como las caracterizó él mismo— porque se sienten “dueñas de Santa Cruz”. Más allá de esa interpelación, lo interesante es lo que representa sociológicamente el Alcalde y su efecto identitario en el campo político regional. Ese “pueblo” —como prefiere denominar el burgomaestre— hoy está poniendo en vilo a la hegemonía de los sectores elitistas cruceños.
Yuri Tórrez es sociólogo.