En las conversaciones sobre el regreso a la oficina para el trabajo presencial, a veces los jefes y los empleados operan en realidades distintas. Muchos trabajadores jóvenes en los primeros escalones de su carrera no ven la oficina como un lugar acogedor, donde abunde la colaboración y la mentoría, a pesar de lo que digan sus jefes. Por su parte, muchos ejecutivos veteranos se sienten desconcertados por las peticiones de cambio de los sistemas y las culturas administrativas que, desde su punto de vista, parecían funcionar bien.

No funcionaban bien. La pandemia reveló una alternativa realista a los desplazamientos diarios a la oficina y ahora muchos trabajadores no están dispuestos a volver al statu quo. Alrededor de dos terceras partes de los empleados que trabajaron desde casa durante la pandemia no quieren volver a la oficina, según una encuesta realizada por la plataforma de empleo FlexJobs el año pasado. Una amplia encuesta realizada en noviembre de 2021 entre trabajadores de 17 países reveló que el 71% de los jóvenes cuya edad oscila entre los 18 y los 24 años afirmó que “si mi empleador insistiera en que volviera a mi puesto de trabajo a tiempo completo, consideraría la posibilidad de buscar otro empleo”. Y, al menos por el momento, puede que lo hagan: en un mercado laboral cercano al pleno empleo, los estudios sugieren que los universitarios recién graduados tienen expectativas altas con sus primeros trabajos, desde la flexibilidad laboral hasta la alineación con la misión y los valores de sus empleadores.

En Estados Unidos, existen alrededor de 125 millones de empleos de tiempo completo y los investigadores de Gallup afirman que la mitad de esos trabajos —la mayoría de los cuales son de oficina o “de cuello blanco”— pueden hacerse de manera remota. Sin embargo, los directivos de las empresas parecen seguir dando importancia al tiempo presencial en la oficina. Hace poco, Elon Musk les dijo a sus empleados de Tesla y SpaceX que espera que pasen al menos 40 horas a la semana en la oficina.

A pesar de todo ello, quiero que los jóvenes regresen, al menos medio tiempo, a las oficinas. Espero que no subestimen el valor que tiene estar en presencia de otros colegas de trabajo: la experiencia compartida, la serendipia de hablar con gente que no está directamente relacionada con lo que haces; la exposición a una diversidad de ideas y perspectivas; la oportunidad de levantar la vista y decir: “Eso no se me había ocurrido”. Espero que no renuncien a la oficina antes de involucrarse de lleno en tratar de crear una mejor versión de ella.

Sé que si me hubiera quedado en casa al principio de mi carrera, me habría perdido la oportunidad de encontrar amigos y mentores que desempeñaron un papel fundamental en mi vida. En la oficina también descubrí cómo funciona mi sector, la naturaleza de las jerarquías de poder y cómo convivir con todo tipo de personas.

Quedarse en casa puede parecer más fácil para los trabajadores que, por una u otra razón, no se sienten cómodos en la oficina, pero también puede hacer que los empleadores queden liberados de la obligación de hacer que la oficina sea un lugar más incluyente.

Los directivos de las empresas también tienen mucho que aprender. Mi consejo es que escuchen a sus trabajadores y aprendan de ellos, en todas las etapas de sus carreras y vidas, sobre lo que necesitan para dar lo mejor. También deben aprender a confiar en sus empleados y a otorgarles más autonomía y control sobre la forma de realizar su trabajo. Harían bien en recordar que cuando la pandemia obligó a muchas personas a trabajar desde casa, la mayoría de sus empleados se mantuvieron comprometidos y productivos.

Edith Cooper es columnista de The New York Times.