Consecuencia, cueste lo que cueste
Ser consecuente, si bien constituye la carta de presentación de quienes elegimos el camino de construcción del “vivir bien”, es a la vez un camino repleto de profundas reflexiones, y sin duda aciertos y errores, componentes de la experiencia de vivir y sobrevivir. Por lo tanto, ser consecuente no significa siempre acertar. Ser consecuente es no mentir, ni engañar, no manipular a sabiendas que lo que se está defendiendo está mal. Sin duda, podemos equivocarnos en la apreciación, pero nunca seremos mañudas, siempre seremos consecuentes con la verdad.
Nuestro proceso de cambio produce en nuestras vidas un montón de sentimientos, angustias, miedos y alegrías, pero sobre todo esperanzas. Este montón de sentimientos que conviven dentro nuestro produce en nuestros cuerpos posicionamientos ante las diferentes coyunturas, que muchas veces han significado riesgos y rupturas que, en resumen, van a evidenciar nuestra consecuencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Desde hace mucho tiempo atrás que la coyuntura está invadida por la difamación y la mentira, manejadas desde los intereses patriarcales fascistizantes y que ocupan repetitivamente los medios de comunicación.
Mentir, y que estén conscientes de que están mintiendo, es lo que nos indigna. Difamar, calumniar y tener el cinismo de defender y querer convencer de algo que saben que no es cierto, es sobre lo que tenemos que reflexionar, ese cinismo en el engaño y la mentira, que corroen nuestra sociedad.
A quienes defendemos el proceso de cambio desde abajo y somos parte del pueblo, nos costaba entender, y nos cuesta entender ahora, que se continúe mintiendo y difundiendo odio. Se impulsa cualquier problema para hacerlo interminable. Se sigue repitiendo asombrosamente las mismas narrativas de 2019, que ya se demostró que no son verdad.
Nos acusaban de cómplices de violaciones, no solo de derechos, sino de cuerpos y vidas. Continúan con esa cantaleta y buscan muertos, por ejemplo entre los y las hermanas cocaleras. Tuvimos que ser bien sabias y sabios para no caer en la provocación, defendimos principios consecuentemente, pero fue muy duro dar la cara cuando la gente decidió creer las mentiras del inexistente fraude y se callaron, o peor, apoyaron el golpe y la masacre.
A un tiempo de distancia con todos los elementos que arrojan las investigaciones y poco a poco después de agarrar a las y los responsables de tanto engaño, dolor y muerte, recién empezamos a recuperar el aliento de la energía de un proceso que precisa de compañeros y compañeras consecuentes. Compas que pongamos la vida en este proceso revolucionario, que es para que estos territorios sean territorios donde la felicidad y ese “vivir bien” tengan raíces de vida y de amor que los alimenten.
Retomar la energía, la fuerza, la pasión y la alegría de construir nuestras vidas descolonizadas, sin patrones ni patronas que nos chupen el tiempo, el trabajo y el placer, es lo que precisamos hoy. Esa es entonces la tarea principal de recuperar el aliento. Es necesario e imprescindible convocar a la creatividad para tener la fuerza y las propuestas necesarias para profundizar este camino en unidad y consecuencia revolucionaria.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.