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El multilateralismo potencial

ORDEN CAÓTICO

Por donde usted la vea, estamos viviendo tiempos de transición. Hacia dónde va esa transición es materia de debate. Cada cambio de ciclo abre un abanico enorme de posibilidades. Pero de que la transición está, no hay duda.

Por ejemplo, uno de los síntomas de esta transición es el declive del dólar como divisa de reserva de los bancos centrales del mundo. Mientras que a inicios del siglo la moneda estadounidense representaba el 70% de las reservas de los bancos centrales del mundo, hacia 2021 esta proporción bajó hasta el 59%.

Una canasta de “otras divisas”, entre las que se encuentran el dólar australiano, el dólar canadiense, el franco suizo y el yuan chino, han visto subir su participación en las reservas mundiales.

Por otro lado, pese a la crisis de cotizaciones de las criptomonedas —que hace pocas semanas causó una hecatombe en el mercado de criptoactivos—, el bitcoin todavía mantiene un valor de capitalización muy elevado, de alrededor de $us 440.000 millones, cifra que nada nos dice a menos que sepamos que es equivalente al PIB de Noruega… lo que aún nos dice poco si no sabemos que Noruega representa el 0,5% del PIB mundial. Vale decir, que una moneda digital, descentralizada, que no tiene otro respaldo que un complejo sistema de problemas matemáticos y algoritmos, tiene ese peso en la economía mundial.

Pero ocurre que desde 1971, cuando los Estados Unidos abandonaron el patrón oro, el dólar no tiene otro respaldo que la capacidad productiva de la que aún es hoy la primera potencia económica del mundo. Sin embargo, el poderío económico de los Estados Unidos ha ido disminuyendo en las últimas décadas y eso necesariamente se ha reflejado en el poderío de su propia moneda.

Esta tendencia no debería llevarnos a la equivocada conclusión de que el oro, el yuan chino o el bitcoin van a reemplazar al dólar mañana. No. Pero incluso al interior del Fondo Monetario Internacional (FMI) circula ya la discusión acerca de un futuro sistema monetario internacional multilateral.

El dinero, visto desde el lado de sus funciones, es una reserva de valor —guardamos nuestros ahorros en billetes—, una unidad de medida —refleja los precios— y un medio de pago. Esta última es la más importante función del dinero: representa un poder de compra. O sea, que es un tipo de energía (poder) que tiene la capacidad de adquirir cosas.

Y esto es relevante para el diseño de un ( futuro) orden monetario multilateral, pues en función del poder de compra del dinero, se podrían reorganizar las canastas de divisas de las reservas de los bancos centrales.

Me explico: en este momento, la China es un socio comercial para América Latina de equivalente importancia a la de los Estados Unidos. Hace tan solo 20 años, la importancia comercial de la China para la región no era ni el 5% de aquella de los Estados Unidos.

Desde este punto de vista, es totalmente funcional que América Latina empiece a acumular reservas en yuanes; finalmente, es la moneda en la que se produce una enorme proporción de sus importaciones, y evitaría el uso de una moneda intermediaria. Este tránsito puede tardar, pues requiere un volumen de liquidez en yuanes muy superior al actual. Pero la posibilidad existe.

De momento, no se puede conocer hasta dónde llevarán al mundo las actuales tendencias —aparentemente caóticas— de reorganización de la economía mundial, ni es posible determinar si dichas tendencias tomen años, lustros o décadas. Mientras tanto, el espacio de posibilidades para lograr un equilibrio, que sea más funcional que el de la actual realidad que estamos viviendo, se mantiene como una realidad potencial.

Pablo Rossell Arce es economista.