Voces

Saturday 4 May 2024 | Actualizado a 07:20 AM

Vacaciones y trabajo

/ 22 de agosto de 2022 / 00:55

Es agosto: la época de las vacaciones y también de esa tradición de lamentarse de lo malos que somos para tomar nuestras vacaciones. Estas quejas tienen algo de verdad, en particular en los últimos años, pues el aumento en el trabajo a distancia durante la pandemia ha difuminado aún más la separación entre el trabajo y la vida personal. Pese a que la mayoría de los estadounidenses tienen permisos de vacaciones relativamente escasos, dejamos sin usar días de vacaciones que suman miles de millones de dólares. Y cuando sí nos tomamos un descanso, nos cuesta trabajo relajarnos: profesionales encontró que el 54% de las personas dijeron que no estaban seguras de que pudieran “desconectarse totalmente del trabajo” si les daban días libres con goce de sueldo.

Este fracaso vacacionístico tiene sus consecuencias: según algunos registros, ser un “mártir del trabajo” que no se toma sus días libres o trabaja mientras está de vacaciones no es bueno para el rendimiento profesional. Desde luego, tampoco es lo mejor para la vida personal de los empleados, ya que aumenta el estrés y el riesgo de quemarse. Algunas empresas están llegando al punto de obligar a sus empleados a tomar sus vacaciones, una medida que quizá solo sea necesaria en una cultura en la que la gente se siente culpable por no estar trabajando y luego se siente avergonzada por trabajar cuando debería estar descansando.

Pero ¿acaso la única solución es insistir en la relación binaria entre el trabajo y el tiempo libre, agudizando esos límites borrosos? Yo creo que no. Sobre todo para quienes disfrutamos de nuestro trabajo, si no puedes —o, admitámoslo, no quieres— desconectarte del trabajo cuando estás de vacaciones, déjame reconfortarte: probablemente esté bien. No es peor pasar el tiempo de inactividad en las vacaciones trabajando que viendo la televisión o revisando Instagram y el trabajo creativo a veces puede ser incluso un descanso bienvenido del caos de las vacaciones en familia.

Sin embargo, también está bien tomarse unas vacacioncitas durante las horas laborables. Una hora al aire libre para leer una novela, pasear en bicicleta por la tarde, almorzar con un amigo, salir de la oficina (o del escritorio en casa) un poco antes para comprar y cocinar una cena especial; si se piensa y se tiene la intención de hacerlo, prescindir de los límites estrictos entre el trabajo y el resto de la vida puede hacer posible una vida más plena y menos agotadora.

Los celulares y las computadoras portátiles se han considerado como los culpables en nuestra cultura de siempre estar conectados, sobre todo para quienes, como yo, podemos trabajar donde sea que haya señal de wifi. Pero también han posibilitado la flexibilidad laboral en algunas profesiones que muchos, sobre todo quienes tienen hijos, han agradecido.

El COVID-19 y el aumento en el trabajo a distancia aceleró esta tendencia, en especial en las áreas de gerencia, administrativas, financieras y otras profesiones. Pero mientras muchos aprecian la nueva flexibilidad en sus vidas diarias y algunos disfrutan la posibilidad de viajar y trabajar en cualquier lado, la filtración del trabajo en las horas libres ha provocado mucha angustia por la dificultad de “desconectarse”.

¿Necesitamos desconectarnos totalmente para relajarnos? Espero que podamos empezar a entender que, para muchos, el trabajo es un conjunto de tareas, no un conjunto de horas en un lugar determinado. Y el tiempo es un recurso finito, pero que no siempre puede dividirse con precisión en “hora de trabajo” y “tiempo libre”. Dedicar tiempo a uno mismo durante la jornada laboral no te convierte en un vago y trabajar un poco en vacaciones no te convierte en un adicto al trabajo. Prescindir de los límites estrictos de los horarios también debería significar dejar de lado la culpa que puedas sentir por hacer cualquiera de las dos cosas.

La flexibilización del binario vacaciones vs. trabajo abre posibilidades para vivir de nuevas maneras. Por supuesto, hay una diferencia entre consultar el correo electrónico en tu Airbnb antes de que todo el mundo se despierte y ser ese tipo que está en una llamada de Zoom mientras hace fila para subirse a Space Mountain. Al igual que con la mayoría de las cosas, la flexibilidad de tiempo puede llevarse demasiado lejos y tienes que conocerte a ti mismo y tu disposición. Una cosa es elegir trabajar en vacaciones y otra cuando tu jefe o tu carga de trabajo desmedida te obligan a trabajar a destiempo. Del mismo modo, si crees que permitirte tareas personales o excursiones durante la jornada laboral significa que nunca llegas a hacer nada, una separación más estricta podría ser el camino a seguir.

Pero si trabajar un poco en la playa significa que puedes estar en la playa durante dos semanas en lugar de una y mover los horarios de trabajo, significa que puedes jugar con tus hijos por las tardes y seguir manteniendo a tus clientes contentos, esos límites borrosos podrían estar funcionando a tu favor.

Laura Vanderkam es escritora y columnista de The New York Times.

Comparte y opina:

‘Renuncia silenciosa’

/ 26 de septiembre de 2022 / 01:34

Este verano, se habló mucho de la “renuncia silenciosa”, que, en esencia, se refiere a hacer lo mínimo necesario en el trabajo. Y quizá eso no sorprenda a nadie: después de más de dos años de incertidumbre pandémica, los niveles de estrés de los trabajadores están a tope en todo momento y ahora la gente sigue languideciendo. Cuando estás agotado y saturado, sientes que se pierde algo de algún modo y, para muchos, pareciera que lo que se pierde es la búsqueda de la excelencia laboral.

Pero ¿la respuesta es dejar de echarle ganas? Yo diría que no. Como escritora que aborda el tema de la gestión del tiempo, me he dado cuenta de que lo opuesto al agotamiento no es no hacer nada, ni siquiera es hacer menos. Es el compromiso activo. Por contradictorio que parezca, agregar nuevas actividades energizantes a tu agenda podría hacer la vida más llevadera.

Eso es lo que descubrí cuando hice un estudio de satisfacción del tiempo con más de 140 personas con vidas ajetreadas para un libro en el que estaba trabajando. Al comienzo de mi proyecto, durante la primavera de 2021, los participantes decían sentirse exhaustos y sin energía.

Los participantes pusieron en práctica nueve estrategias de gestión del tiempo en el transcurso de nueve semanas. Pero en lugar de pedirles que redujeran sus actividades o establecieran límites más estrictos entre el trabajo y la vida, la mayoría de las estrategias que les enseñé eran adicionales. Les pedí que incorporaran una actividad física regular. Les pedí que dejaran espacio para pequeñas aventuras. Y en cuanto a las actividades de ocio, les pedí que antepusieran “el esfuerzo a la falta de esfuerzo”; es decir, que eligieran las que requieren acción en lugar de las que son pasivas (incluso algo tan sencillo como leer una novela en lugar de ver un programa de televisión).

También les presenté el principio de “una noche para ti”; es decir, comprometerse a hacer algo que les gustara, aparte del trabajo y la familia, durante al menos unas horas a la semana. Al igual que en el caso de la renuncia silenciosa, esto puede significar dejar el trabajo un poco antes de lo habitual, pero no se trata de hacer menos; la idea es que unirse a un coro, a un equipo de sóftbol o a cualquier otra actividad a la que se tenga que asistir nos impulsa a pensar en la logística, a organizar el cuidado de los niños si es necesario y a ir, incluso si la vida parece demasiado ocupada para contemplar tal cosa.

Y funcionó. En el transcurso de las nueve semanas, los participantes sintieron que sus agendas estaban repletas de actividades que habían elegido activamente y que tenían ganas de hacer, y como resultado, sintieron que el tiempo era más abundante. Su satisfacción con la forma en que empleaban su tiempo en general aumentó un 16% del comienzo al final del proyecto. Cuando se les preguntó cómo habían pasado su tiempo de ocio “ayer” tras nueve semanas, la satisfacción de los participantes había aumentado un 20%. Incluso informaron haber avanzado más en sus objetivos profesionales —lo que resulta bastante opuesto a la renuncia silenciosa—, ya que su energía y compromiso reforzados se extendieron a todos los ámbitos de la vida.

Cada uno de nosotros dispone de las mismas 168 horas a la semana. Pero el tiempo también tiene que ver con las historias que nos contamos a nosotros mismos. Cuando la vida está llena de tareas pendientes, con apenas breves periodos de inactividad entre ellas, podemos sentirnos abrumados por las responsabilidades. Pero si añadimos cosas que realmente queremos hacer, para competir con esas mismas tareas pendientes, el tiempo parece distinto. Nos sentimos un poco más en control de nuestras vidas.

Dicho de manera sencilla, cuando le dedicamos tiempo a lo que nos parece energizante, nuestro relato interno cambia. Ya no sentimos que la vida es un lastre. Por supuesto, no hay ninguna razón para atiborrar la agenda por obligación y hay que evitar las actividades que nos drenan la energía. Pero cuando te sientas abrumado, dedicar tiempo a algo que te haga sentir bien puede ser mejor que solo hacer menos.

Laura Vanderkam es escritora y columnista de The New York Times.

Comparte y opina: