Icono del sitio La Razón

Soy porque somos…

TRIBUNA

Será una expresión que escucharemos con frecuencia en el ámbito político. Supuestamente proviene del Ubuntu (Sudáfrica): soy el eslabón de una cadena.

Durkheim señala que hay una “conciencia colectiva”. Un derecho penal antropológicamente fundado, plantea Zaffaroni en los años 80 para devolverle el sentido y vínculo con la realidad social. Ortega y Gasset habla del “ser-yo-y las circunstancias”, cerrando su planteamiento con las “circunstancias y yo”. Sartre señala que “nos captamos a nosotros mismos frente al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos”. Para redondear, adopto en “búsqueda criminológica” (1988) el concepto del ser social: soy en cuanto soy ser social, para contraponerme al idealismo de la individualidad.

En la dura acción de la autocrítica que asumo, cuando pensaba en el “ser social”, creo que aún lo hacía desde una fuerte influencia idealista racionalista, donde el yo está presente y prevaleciente. Ahora, tengo dudas. Ahora estoy leyendo al “soy porque somos” o el “ser social” en sentido de que lo genérico —imaginarios— moldean al ser o al soy; a tal punto de cuestionamiento, de temer de que sí llega a determinarlo. Aclaro que siempre he sido un profundo cuestionador —criminológicamente— de los determinismos que conllevan a las discriminaciones por color de piel o niveles socioeconómicos.

Un imaginario, que actualmente se ha puesto de moda, es ver al soy como uno más de lo que somos: zombis. Nos recuerda a los valores medios que menciona Garófalo como medida para criminalizar. Claro, también debemos vincular esta idea a la construcción de la curva de los índices de inteligencia: la gran barriga está compuesta por la media; despreciada, obviamente.

Pareciera que la psicología de masas, que en extremo la asociábamos a la actuación de las barras bravas, se ha ampliado enormemente: desaparición del yo y la sobrevaloración del somos. En situación de transición que genera inseguridad y polaridad, que es lo que actualmente vive el mundo, el linchamiento del diferente, del otro, es común: zombis que devoran al no zombi, al diferente. A esto hay que agregar otra variable, la del profundo miedo que está imperando, justificado o no, pero que se vive en grados extremos. Es un estado de alta subjetividad que se contrapone a la racionalidad del deber ser, anhelado por moros y cristianos.

Todo lo anterior se contrapone al idealismo del yo, que es la base del liberalismo del Estado en todos sus tonos: desde institucionalidades fuertes o muy débiles y casi inexistentes. El yo, en positivo garantizado, y el yo, en negativo penalizado.

Entonces, en el “soy porque somos”, tanto en el liberalismo como en su variante con el reconocimiento del pluralismo sociocultural… ¿cuál mi espacio?, o mejor dicho ¿hay espacio para el “soy”? Y, ¿cómo se traduce en la explicación que tendrá que darse desde la criminología y aplicar la responsabilidad correspondiente en materia penal?

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina.