Icono del sitio La Razón

La paradoja democrática de Wolheim

Por si acaso, aunque el título de este texto suene a un rimbombante tema académico, les ruego seguir prestando atención, porque en lo que sigue mencionaré una serie de ejemplos que creo sirven mejor para explicar esto desde nuestro cotidiano vivir.

Uno, supongamos que yo creo que poner en la boleta del Censo la posibilidad de elegir por la categoría “mestizo” es lo correcto, entonces me embarco en una campaña pública y hago uso de mi teclado predictivo que uso cotidianamente en mis redes defendiendo esta idea y sumándome a quienes coinciden conmigo.

Pero resulta que vienen una serie de instituciones extranjeras que trabajan estos temas y me dicen que poner un criterio que se encuentra más cercano a lo racial ya no es lo que se recomienda en el mundo, o que incluso me comparten una serie de trabajos publicados en revistas importantes científicas diciéndome lo mismo. En adelante si no ponen la categoría “mestizo” reaccionaré creyendo que esa prohibición no es legítima y punto.

Dos, supongamos que creo en la posibilidad de la reelección constitucional, y que por tanto es algo que puede bien cambiarse mediante un referéndum, entonces me embarco en una campaña pública para defender esta posición y además pido que mis cercanos voten a favor de esta opción. Sin embargo, mi creencia pierde en la votación en la cual fue sometida esta opción, entonces entraré en un momento de contradicción porque pensaré por un lado que la reelección está justificada por las razones morales que defiendo, pero que no está justificada porque la mayoría en la regla democrática decidió lo contrario a lo que defiendo. Por eso lo que nos parece correcto no es necesariamente legítimo.

Entonces, la paradoja de Wolheim nos explica un dilema que podría parecer algo insustancial o quizá hasta frívolo; pero considerando los tiempos que vivimos se hace muy importante abordarlo, porque pone en entredicho el hecho de que de manera individual a menudo defendemos la idea de que aunque nuestra opción (creencia) no sea la correcta o haya perdido en una votación, igual hallamos una salida para defender la posibilidad de que aun así mi propuesta y la que me ganó pueden llegar a implementarse en algún momento.

Así pues, en este tiempo en el que estamos, una alternativa a esta paradoja es forjar una práctica de política cotidiana en la que genuinamente se entienda que nuestra voluntad no siempre puede ser la exitosa, debemos incluir sinceramente en nuestro chip esta posibilidad. Desafortunadamente por ahora veo muy gris esta realidad porque vivimos muy gobernados por nuestra voluntad individual, en gran parte porque lanzamos a un costado toda posibilidad de someter a un proceso de evaluación y proceso cualquier idea/juicio de valor, para decantarnos por la posibilidad de sentenciar de forma exprés cualquier otra voluntad contraria a nosotros.

Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.