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Lo que TikTok nos enseña

TRIBUNA

“Bolivia es un intento fracasado de no ser Bolivia”. Esta frase de Seúl, São Paulo, de Gabriel Mamani, es tal vez la mejor definición de Bolivia en la literatura. A los bolivianos nos crían para que huyamos del país (en mi generación yo escucho frases como “no sé dónde, solo me quiero ir”), pero también para huir de la bolivianidad negando nuestra herencia india. Esto ha implicado un blanqueamiento biológico (aún hoy existe la idea de “mejorar la raza”), pero también cultural (en los usos y costumbres, o en las formas en que se pronuncia el español).

Estos mecanismos del racismo atraviesan nuestras formas de deseo: la piel blanca es un valor de belleza (no por nada tanta Miss ostenta ascendencia europea) y la tiktoker Bianca Foianini demostró que es consciente de esta dinámica y que es capaz de capitalizarla. Todos vimos el video donde afirma ser criticada por mujer, empresaria, bonita, blanca y de apellido italiano. A nadie le parece mal que venda brownies y le vaya bien. Nuestro enojo surgió en que resalte su color de piel como marca de clase (soy blanca, por lo tanto, me corresponde tener plata), belleza (soy blanca, por lo tanto, soy bonita) y victimización (me tienen rabia por ser blanca).

Esto viene desde la conciencia nada ingenua de vivir en una sociedad racista donde el color de piel es capital simbólico. Foianini lo demostró al publicar en redes una serie de productos (tazas, poleras) con diseños de su frase. El racismo, además de practicarse, hoy se capitaliza en brownies y tacitas. En su mente, Biancaflor piensa que su piel y su apellido son signos de superioridad y sabe muy bien que puede convertirse en bandera bonita para ocultar el racismo más crudo y duro del país.

A la par, otro influencer, Ale Pinedo, fue duramente abucheado por el público de un concierto en El Alto. La vieja guardia de los comediantes está acostumbrada a hacer chistes imitando el habla del español con acento aymara porque lo considera inferior. Pinedo no ha superado estas formas racistas del humor: él habla en un español “correcto”, pero en sus videos lo hace burlándose de cierto acento.

De ahí vino el botellazo rechazante de un público que, para la mente de Pinedo, es inferior por su forma de pronunciar las palabras. Él se apresuró a grabar un video haciendo mofa de lo sucedido: mientras Bianca aprovechó para vender poleras, Pinedo construyó material cómico (se puso lluch’u y continuó sus burlas). Cabe aclarar que es distinto el caso de Henrry Gabriel, el tiktoker comediante que hace uso de los mismos recursos para hacer reír, pero no desde una imitación burlesca, sino desde su propio uso del habla en el día a día.

Ambos casos han sucedido a poco tiempo de lo acontecido con Albertina Sacaca, la tiktoker quechua que fue criticada por sus precios de publicidad. En redes ella muestra su vida: tiene una gallina, recoge miel de un panal, usa abarcas. Cierta clase está acostumbrada a leer esas características como signos de pobreza, cuando en realidad no lo son: Albertina tiene la libertad de tener la plata que quiera y seguir usando una olla de barro. En ningún momento afirma ser pobre: el único video donde se queja de dinero es aquel donde reclama por un billete falso de Bs 100 (algo que a cualquiera le da bronca).

Albertina ha sido criticada no por el cobro que realiza (que lo tiene bien ganado) sino porque no huye de su indianidad ni su bolivianidad, porque no ve la piel blanca como un valor ni el blanqueamiento como una aspiración. Da terror a los racistas una mujer que, solo con ser ella misma, resulta una afrenta directa al sistema que nos llama a blanquearnos la piel y las costumbres.

Ninguna de las personas que le reclamó a Albertina el haber dejado de estudiar o los precios que cobra, le reclamaría lo mismo a Foianini o a Pinedo. A ellos no se les exige estudios porque se sobreentiende que los tienen por su color de piel. Mientras una se queja de que la odien por ser blanca y bonita, otro se queja de que lo abucheen por burlarse del español aymarizado, y si Albertina se queja por un billete falso el mundo la acusa de lucrar con la imagen de pobreza: TikTok nos enseña que quejarse también es un privilegio racial. En todo caso la cancelación mediática de Biancaflor y el abucheo a Pinedo son señal de que el grueso de la sociedad boliviana ya no está dispuesto a aguantar racismos de ningún tipo, vengan como humor tiktokero o como brownie de chocolate.

Juan P. Vargas es literato.