La A de agosto
La cineasta y columnista de LA RAZÓN, Verónica Córdova, recordaba a sus lectores, a fines del paceñísimo julio, que agosto es el mes en el que la Pachamama despierta hambrienta de su sueño de invierno (inmejorable imagen). Es el mes en el que alimentamos a la tierra para agradecer tanto que nos da. Lo describió en más de una entrevista y charlas off the record el escribujante —como se dice a sí mismo— Édgar Arandia: la tierra se abre para comer y ahí se liberan todas las energías y se mueven sin control. Por esta razón, este artista siempre recomienda no mover nada durante el ambiguo agosto: no hay que casarse, no hay que firmar contratos, no hay que vender ni comprar. ¡Hasta la comida se quema en agosto!
Lo que sí es altamente recomendable para quienes creemos en estas energías es lo que sin falta se hace en tantas oficinas, tiendas, mercados o propiedades: armar una mesa para la Pachamama. Fue uno de los más enriquecedores aprendizajes al llegar a este periódico que late bajo el refugio de la montaña de Auquisamaña. Recuerdo con nitidez que el yatiri que nos guio en este ritual en 2011 me contó que un año atrás, al ver las cenizas que revelaba el fuego de la ofrenda, él anticipó que el próximo director del medio iba a ser una mujer. Otro trabajador que escuchaba nuestra conversación confirmó el recuerdo y añadió que todos pensaron que se trataría de la entonces subdirectora. Al mes y pico llegaba yo para sorpresa, pena o disgusto de algunos y alguna. Sin embargo, dejemos en claro en que este ritual no es para predecir lo que vendrá ni para pedir deseos porque la Madre Tierra no es ni Papá Noel ni un hada madrina con su varita mágica. Se trata de un momento de agradecimiento y retribución por todo lo bueno que recibimos en el año. Un tiempo de comunión presencial y espiritual. Lanas de colores, lanas blancas, nueces, tablillas de azúcar dibujadas que retratan mil formas de prosperidad, manzanas y frutillas que toman obscenos baños de miel como si no hubiera un mañana, arroz, canela molida, grasa de animales, flores silvestres, todo envuelto en hojas de coca, todo impregnado en alcohol y guiado por las palabras de gratitud a las montañas sagradas, unas palabras en castellano, las más en aymara. La fe y el corazón no sabe de idiomas. Se escucha con el sentimiento, se contempla el fuego con la firme voluntad de limpiarnos de las energías negativas. Se agradece en nombre de la empresa periodística y, por lo tanto, también por todas las personas que trabajan en ella y la mantienen viva. Todavía más: este viernes ofrendamos por la fuerza de nuestro trabajo que nos permite seguir empujando nuestras casas, LA RAZÓN y Extra, pese a tanto: pese a los tentáculos de la pandemia, pese a interesados ataques de actores políticos, pese a la crisis global de los impresos en un mundo cada hora más digital, pese a la competencia desleal y calculadora, pese a la mezquindad de asociaciones del gremio cuyas posiciones políticas las han alejado de los principios periodísticos vertebrales, pese a un par de periodistas que a toda costa nos acusan y acosan cegados por sus obsesiones políticas y personales. Este viernes agradecimos volver a cerrar un círculo de trabajo comprometido con la empresa y con nuestros valores; un círculo de compañeros de trabajo, un círculo de defensores de nuestra casa periodística que sentimos nuestra porque Carlos Gill ha confiado en este equipo que solo sabe persistir, porque no ha levantado los brazos en la larga noche de los embates y de un juicio que al final del día sirvió para demostrar que todas las calumnias contra este medio solo se sostienen en la mala vibra de declarados agresores. El viernes agradecimos también los capítulos negativos porque con las malas intenciones se adoquina nuestra resiliencia. Gracias, Pachamama, porque nos sabes capaces de poner el pecho a las balas. Con ellas sellamos nuestra fuerza y en ella renovamos estas ganas locas de seguir abriendo caminos, de limpiar la casa, de ordenar las tareas pendientes. Subir cada día a trabajar a esta montaña equivale sin duda a peregrinar a los cerros sagrados para pedirnos perdón unos a otros y para sacudir nuestras penas, para barrer los problemas, para espantar los rencores, para tender el mantel de una nueva etapa.
Agosto, tiempo ambiguo, podemos esperar todo lo bueno como todo lo malo. Sobre la alfombra de tu incertidumbre escribiremos con la claridad de nuestros principios. Escribiremos días con futuro, noches con sueños, días y noches con felicidad. ¡ Jallalla LA RAZÓN! ¡ Jallalla Extra!
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.