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¡Tres viejos sabios centenarios!

Las tres celebridades bordean los 100 años de edad, han desempeñado importantes funciones públicas y su pensamiento escrito y oral ha influenciado importantes tendencias en los dos últimos siglos:

Henry Kissinger (27/05/1923). Calificado como el “diplomático del siglo” en comparación con Charles de Talleyrand del siglo XVIII (1754- 1838), continúa con sus oportunas declaraciones, alterando la rutina burocrática en las relaciones internacionales. La irrupción del nazismo impulsó a su familia, de confesión judía, a huir a los Estados Unidos en 1938, cuando Henry no tenía sino 14 años, se hizo ciudadano americano, combatió en la Segunda Guerra Mundial, se doctoró en Harvard, donde ejerció la cátedra, que abandonó para asumir responsabilidades en el Consejo Nacional de Seguridad y luego como Secretario de Estado (1973-1977), desde allí fue el artífice para el fin del conflicto con Vietnam, la instauración de relaciones diplomáticas con China y el posicionamiento hegemónico americano a nivel planetario. Sus memorias son un texto didáctico del savoir faire de la diplomacia moderna. Su última opinión sobre la gestión de una paz negociada en la guerra ruso-ucraniana, basada en la realidad y alejada de la teoría soberanista y otras, muestran que su experiencia y su talento priorizan la vida humana frente a intereses bastardos.

Édgar Morin (08/07/1921).El famoso sociólogo y filósofo francés que, a sus 101 años, vive entre Montpellier y París, sigue dando conferencias y declaraciones a la prensa. En una última, a propósito de su reciente obra ¡Despertemos! se le arranca ciertas frases fulminantes, como aquella “Yo quisiera que cese ese sonambulismo análogo al que yo conocí cuando se marchaba hacia la guerra de 1939, y se vivía como si no pasara nada”, y refiriéndose a la carnicería ruso-ucraniana se muestra partidario de insistir en la salida diplomática, reconociendo —vía referéndum— la autodeterminación del Donbás, como se hizo en Crimea.

En otra respuesta a la pregunta impertinente para un hombre de su edad, sobre si creía en Dios, el gran Édgar responde: “Yo no creo en un Dios creador… la criatura divina está en la Naturaleza”, y prosigue, ”cuanto más aumenta nuestro conocimiento, crece mayormente nuestra ignorancia”. Y por último como mensaje a la juventud, dice: “No hay razón sin pasión, pero tampoco hay pasión sin razón. Amén con locura, sin jamás perder la lucidez”. Autor de una centena de libros, traducidos en 28 lenguas, Édgar Morin sigue activo y está siempre al día con su tiempo.

Amadou Mahtar M´Bow (20/03/1921). Cuando la Guerra Fría fue más intensa y el continente africano era relegado a las miasmas del Tercer Mundo, surgió la candidatura de Amadou Mahtar M’Bow para ocupar el cargo de director general de la Unesco, y ante el estupor de los países donantes, triunfó esa aspiración largamente postergada para que ese modesto profesor de geografía originario de Senegal sea ungido a esa responsabilidad, una primera en el sistema de Naciones Unidas. Los 13 años de su gestión (1974-1987) fueron fructíferos para la adopción de los objetivos de los Estados periféricos. M’Bow impulsó principios tales como la “educación para todos”, “la alfabetización como factor de desarrollo”, la popularización de la ciencia y otros. Pero donde dejó mayormente huella su paso por la Unesco fue la consolidación de la convención para instaurar la lista del patrimonio cultural y natural de la Humanidad. Y, el broche de oro, fue el impulso para promover la “diversidad cultural” y el respeto y conservación de las obras autóctonas, de sus lenguas, de su música. Ahora que todas esas medidas son aceptadas, comenzaron en su tiempo por ser grandes blasfemias.

Me correspondió acompañar a M’Bow como director para América Latina y el Caribe y recorrer con él muchos países, conversando y admirando su vasta cultura y devoción a la causa de los pueblos que antes no tenían voz. Por ello, cuando en el gran teatro de la Unesco, en París, se le rindió homenaje en su cumpleaños número 100, fue para mí un privilegio ser uno de los oradores escogidos para esa ocasión.

M’Bow vive en París, junto a su familia, manteniendo intacta su lucidez intelectual y su fatalismo musulmán para comprender los vaivenes de este mundo finito.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.