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Una respuesta colectiva ante la crisis global

CIUDAD FUTURA

Las perspectivas de la economía internacional en los próximos meses se muestran enormemente complejas por la presencia simultánea de elevados niveles de inflación, claras evidencias de recesión y diversos problemas de abastecimiento de energía, alimentos y suministros críticos para las cadenas globales de valor en las economías avanzadas. La disparidad de condiciones fiscales y monetarias en las diferentes zonas económicas dificulta ciertamente la coordinación de medidas destinadas a enfrentar las diversas manifestaciones de una crisis multifacética, como ponen en evidencia las diferencias en cuanto a la oportunidad y el nivel de alza de las tasas de interés de los principales bancos centrales del mundo desarrollado. El atraso y la cautela del Banco Central Europeo en este aspecto se traduce en una depreciación histórica del euro frente al dólar de los Estados Unidos, siendo que la tasa de inflación en la Unión Europea es más alta que la de los Estados Unidos.

De otra parte, las economías europeas enfrentan diversas circunstancias en cuanto a su abastecimiento de energía, puesto que existen diferencias considerables en la composición de la matriz energética de los diferentes países, siendo que se encuentran en peor situación los que tienen una alta dependencia del gas natural en comparación con los que disponen de una mayor proporción de electricidad generada a partir de energía nuclear.

Un seguimiento detallado de las dispares circunstancias que predominan en las economías industrializadas en esta época permite extraer valiosas enseñanzas en dos sentidos. En primer lugar, respecto a las perspectivas diferenciadas en materia comercial, financiera y de adquisición tecnológica, según sea la pauta de inserción internacional de cada país de la periferia y semiperiferia. En segundo lugar, porque se presentan ahora con claridad las consecuencias de las políticas adoptadas en el pasado bajo el paradigma de una globalización sin gobernanza.

En efecto, se confirma que los mercados resultan miopes en términos estructurales y de autonomía nacional, así como insensibles a las consecuencias sociales. Además, resulta evidente que, en una época de transición hegemónica global, las pugnas entre las grandes potencias determinan las prioridades políticas por encima de las relaciones económicas de corto plazo. Vale para todas las economías, aunque la disponibilidad de opciones sea marcadamente diferenciada según sean la calidad y alcance de las instituciones existentes en cada caso.

Puesto que nada permite suponer que la inestabilidad y la incertidumbre vigentes en el ámbito internacional serán desplazadas por algún tipo de nueva normalidad en el futuro próximo, resulta razonable proponer que los países latinoamericanos se protejan de las tormentas externas mediante una defensa colectiva de sus economías y de sus sociedades, consistente en una serie de iniciativas de integración y cooperación a geometría variable, amparadas sin embargo en un marco común de solidaridad latinoamericana de largo aliento.

Ningún país latinoamericano está en condiciones de sortear por sí solo los retos derivados de las crisis externas, una de cuyas consecuencias es el enorme encarecimiento del financiamiento internacional, sea para reprogramación de deudas o para suscripción de nuevos créditos. Y tampoco ningún país puede emprender en solitario las formidables inversiones en infraestructura que se requieren para superar el rezago de la región en esta materia.

En ambos casos es imprescindible una coordinación eficaz entre los organismos financieros multilaterales existentes en la región (CAF, BID, FLAR y Fonplata) con miras a disponer de un fondo suficiente para financiar el encaminamiento de la transformación productiva hacia un modelo regional dinámico, equitativo y ambientalmente sostenible.

Horst Grebe es economista.