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¿Vacíos fugitivos?

AQUÍ Y AHORA

Poetas como García Lorca aseveraban a inicios del siglo XX que las grandes transformaciones de las ciudades denotaban cómo el hombre estaba matando a la ciudad por su extrema inconciencia y las ciudades se mostraban sin espacio ni tiempo, por tanto, sin esperanzas al mañana.

Una apreciación particular sobre las transformaciones que comenzaron en las urbes en la tercera década del siglo mencionado. Tiempos de inicio de la ciudad moderna, cuando los vacíos urbanos se consideraban remanentes de las zonas construidas o lugares subordinados a las edificaciones. Tampoco se puede olvidar a las plazas conmemorativas, las cuales eran los escenarios citadinos que no siempre lograron que las multitudes se apropien de esas grandes explanadas. No obstante, el nuevo discurso de ese momento aspiraba a generalizar principios conceptuales de fundamentación de un sentido casi doctrinal que imponían la planificación de las urbes.

Sin embargo, la ciudad contemporánea comenzó a reclamar los lugares planificados no residuales, proclamando a los vacíos abiertos como impulsores de su dinámica. Las calles dejaron de ser simples conectores para incorporar, por ejemplo, bulevares. Asimismo, ciertos edificios en altura cedieron espacios abiertos que funcionaban como extensión de la urbe. Así nacieron las grandes áreas destinadas al esparcimiento del habitante mientras transitaba por la ciudad.

No se debe olvidar que los vacíos urbanos fueron pensados para una diversidad de actividades en las que la transformación espacial producía acciones de disfrute y esparcimiento gracias al valor de su sentido y su uso. Se impusieron los espacios recreativos abiertos, que invitaban a distintas actividades o adquirían la función de vacíos urbanos, tan necesarios hoy en las ciudades.

En cuanto a la ciudad de La Paz, una mirada al sur de su geografía revela cómo se van perdiendo los vacíos naturales, y lo peor, los cerros están siendo invadidos por edificaciones clandestinas enmarcadas en un crecimiento no planificado. Una realidad dura e inobjetable.

De ahí que ciertos barrios como Obrajes, esencialmente la parte alta, muestran que el entramado excesivo de edificaciones transformó ese otrora barrio residencial en un sector abigarrado de inmuebles, al margen de que muchos de ellos invadieron sin desmedro, hasta los grandes jardines del ayer, olvidando incluso los retiros.

Así, una simple mirada a esa parte de la ciudad permite establecer que su área geográfica está siendo invadida cada vez más por un número desmedido de construcciones. No faltan los casos de edificios que fusionan diferentes estilos en uno solo; una situación lamentable desde el punto de vista de la arquitectura.

Es evidente la pérdida de vacíos urbanos útiles para el respiro y esparcimiento de la ciudadanía, lo que pareciera demostrar el olvido de los lazos que existen entre el ser humano y los espacios libres, como plazas, parques y demás, los cuales jamás debieran ser anulados o dejados de lado por una ciudad.

Como afirma Gilles Deleuze, hoy se “colocan para el vivir ciudadano a objetos arquitectónicos en vez de pensar en edificaciones, las cuales ni siquiera están conectadas a un lugar o territorio”.

Cabe aclarar que no se persigue una fusión panteísta entre el paisaje y lo construido, sino la comprensión de que la ciudad de La Paz necesita jerarquizar el valor de lo edificado pero también de su territorio. Lo lamentable es que, la arquitectura en ciertos ejemplos lleva una relación advenediza y extrínseca con el entorno natural.

Patricia Vargas es arquitecta.