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Construir el (pos)evismo

SAUDADE

Meses antes de las elecciones de 2018 en Brasil, Boaventura de Sousa Santos escribió: “El poslulismo y el lulismo no pueden coexistir. De algún modo, el PT es rehén de Lula y Lula es rehén… de Lula”. Estaba en curso el escandaloso lafware contra el expresidente Lula con el fin expreso de inhabilitarlo como candidato. Era la segunda parte del golpe parlamentario-judicial iniciado con el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff. La derecha haría lo que sea para retomar el poder.

La afirmación de Santos era impecable. Y añadía: “No es fácil encontrar en la historia contemporánea otro líder carismático que logre ampliar su aceptación popular a pesar de estar preso y tras sufrir una campaña de demonización mediática y judicial sin precedentes”. Impecable, ya, pero prematura, como se demostró en la historia corta. Sin Lula/lulismo se allanó el camino para esa tragedia llamada Bolsonaro. “Los rojos” del PT, sin autocrítica e incapaces de renovarse, fueron neutralizados.

Cuatro años después, Lula es la única alternativa de articulación de las fuerzas de izquierda, democráticas y progresistas en Brasil para frenar la continuidad del fascismo/ bolsonarismo. Todas las señales y encuestas anticipan que Lula (“un líder con genio político”) ganará las elecciones presidenciales de octubre, quizás en primera vuelta. El poslulismo, pues, y la renovación, tendrán que esperar. O mejor: deben construirse, en especial en el ámbito del petismo.

¿La reflexión de Boaventura aplica para Bolivia? Hagamos el ejercicio de extrapolación: “El posevismo y el evismo no pueden coexistir. De algún modo, el MASIPSP es rehén de Evo y Evo es rehén… de Evo”. Qué tal. A la luz (o la sombra) de los recientes excesos verbales en el seno del partido-instrumento político, el razonamiento podría funcionar. Cierto que no hay un Bolsonaro a la vista en la oposición, pero es innegable un severo problema interno de coexistencia.

No creo que el debate hoy en el campo plurinacional popular sea entre evismo versus posevismo. Ni siquiera como anticipo de la gran decisión pendiente en el partido azul sobre el binomio presidencial para las elecciones 2025. La cuestión central, más allá del discurso de los “renovadores”, es si lograrán reconstruirse manteniendo la unidad que todos proclaman (ni hablemos de plataforma programática). Y, en su caso, si tal binomio podrá repetir la victoria mayoritaria en las urnas.

En los comicios 2020, con Evo fuera de cancha, la derecha política y mediática, que desde hace tres lustros es incapaz de ganar una elección, buscó proscribir al MAS-IPSP. Fracasó. Hoy apuestan por su pronta “implosión” como profecía autocumplida. Tendrán que esperar.

FadoCracia odiadora

1. El intento de magnicidio contra Cristina Fernández generó diferentes reacciones que exhiben la llamada “grieta” argentina, pero también el accionar de personajes miserables, incluidos periodistas. 2. De un lado (sin etiquetar) están quienes condenaron el atentado y denunciaron sus raíces de odio construidas larga e intencionalmente. 3. Del otro, están los que optaron por el silencio, el negacionismo y/o el lamento. 4. Silencio cómplice de quienes tuitean hasta defendiendo a empresarios estafadores, pero no dijeron ni una sola palabra. 5. Negacionismo de los que, pese a las innegables evidencias, titulan “supuesto” ataque o, peor, sin sonrojarse, hablan de “autoatentado”. 6. Lamento canalla de quienes destilan: “una pena que la bala no haya salido”. O peor, de periodistas como el boliviano Marcelo Suárez R. que, desde su impune trinchera en El Deber, considera que al criminal que disparó contra Cristina “le faltó ensayar” (sic). 7. Para preservar el oficio, el gremio periodístico debiera pronunciarse. Cuidado que las cloacas mediáticas y sus roedores terminen carcomiéndonos.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.