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Dimensión M

CON LA PUNTA DE LA AGUJA1

Las próximas elecciones del 2 de octubre en Brasil nos hablan de la posibilidad de recuperar las energías transformadoras y revolucionarias de las organizaciones y movimientos sociales del país más extenso de la Amazonía del continente.

El periodo abierto por los pueblos, que se concretó en la presencia democrática de presidentes como Evo, Lula, Chávez, Kirchner, entre otros, nos dio a los pueblos el respiro histórico para perfilar un plan continental de articulación popular, que enfrente el capitalismo imperialista y transnacional. Tiempo necesario para que podamos poner en la mesa problemas como el racismo, el machismo, el envenenamiento de la Madre Tierra. Todos, temas susceptibles de ser tratados analizando el colonialismo y la conformación de las clases sociales, tanto en Latinoamérica como en todo el continente Abya Yala.

El Tratado de Tordesillas en 1494 significó la repartija colonial de los territorios indígenas originarios del Abya Yala (América), entre los invasores españoles y portugueses. A partir de ese momento, a través del idioma impuesto, la cultura y los intereses explotadores ubicados en Europa, rompieron la unidad natural del continente y separaron comunicacionalmente a los pueblos. Brasil, entonces, se construyó de espaldas al continente y con la mira puesta en los centros de poder europeos.

En los últimos 20 años, en Brasil se dio un proceso de acumulación política por parte del campo popular, que como todo proceso trajo beneficios al pueblo, pero de ninguna manera era la varita mágica revolucionaria. Las revoluciones las hacen los pueblos, no los gobiernos. Los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) fueron haciendo cada vez más concesiones a la agroindustria y el capitalismo transnacional, que junto a la falta de formación política y desmovilización de los movimientos sociales allanaron el camino para la reorganización de la derecha fascista y sanguinaria, instaurada con el voto democrático del pueblo brasileño en 2019, que apoyó el nefasto gobierno de Bolsonaro.

Hoy las elecciones en Brasil tienen a Lula como esperanza para el pueblo brasileño, y hacemos votos para que esta vez no vuelva a equivocarse. Lo que sin embargo me llama la atención es que las y los fascistas, empezando de Bolsonaro, no lo bajan de llamar “presidiario” a Lula —cierto que estuvo preso—, se demostró su inocencia, pero eso ya no cuenta y se borra de la mente enferma de odio de la gente alineada en la derecha. Entonces, hoy nos enfrentamos no solo a la judicialización de la política, quiero decir, inventar delitos y falsas denuncias con procesos judiciales contra mujeres y hombres luchadores sociales. Sino que no importa ya demostrar la inocencia, la instauración de las mentiras por las redes sociales, ese virus se transmite por internet y ha creado un mundo paralelo del odio fascista, le llamo “Dimensión M”, donde vive toda esta gente que no tiene ningún argumento, pero se comporta como poseedora de la “verdad”. Esa es la pandemia paralela a la del COVID-19, que surgió mucho antes y no nos dimos cuenta, que enfermaba nuestros pueblos y organizaciones sociales. La pandemia de la Dimensión M es la que tenemos que enfrentar ahora, como la expresión psicológica y social del odio.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.