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Buenas noticias sobre refuerzos de las vacunas

TRIBUNA

Por primera vez, Estados Unidos está lanzando vacunas contra el COVID-19 actualizadas para las variantes que predominan en este momento, así como para la cepa original. Esta bivalencia no solo permitirá responder mejor a las variantes más amenazadoras que existen hoy, sino probablemente también a las futuras, porque, cuando el sistema inmune se enfrenta a distintas versiones del mismo virus, genera unas protecciones generales más amplias.

Esto es una gran noticia, y aún hay más. No solo las dosis de refuerzo de las nuevas vacunas disminuirán la probabilidad de contagios y enfermedades graves, además de ayudar a mitigar la transmisión del virus: también podría reducir la probabilidad del COVID prolongado.

¿Cuál es la mala noticia? Se les está dando tan poca publicidad, y hay tanto escepticismo injustificado en torno a ellas, que muy pocas personas podrían ponérselas, y que enfermen, sufran o mueran muchas otras que no tendrían por qué enfermar, sufrir o morir.

Las dosis de refuerzo son de especial ayuda para las personas mayores o con problemas de salud previos, pero a menudo esos grupos tienen que superar algunos obstáculos para acceder a la vacunación. El año pasado, hubo campañas para llevar la vacunación a los centros de mayores y los lugares de paso en las comunidades, o para ayudar a las personas a desplazarse a los centros de vacunación o incluso vacunarlas en su domicilio. Los funcionarios de la Casa Blanca me dicen que siguen intentando llevar a cabo esas campañas, pero reconocen que se hará solo en la medida que lo permitan unos recursos cada vez menores. Sin ese apoyo, ¿cuántas de las personas que más riesgo corren se quedarán sin la dosis de refuerzo, y a las que en otras circunstancias no les habría faltado la voluntad?

Ya se ha demostrado que las vacunas (y las dosis de refuerzo) reducen enormemente las tasas de COVID persistente entre los contagiados, aunque, como es obvio, si se evita por completo el contagio, eso alejaría directamente el riesgo de un COVID persistente. El inmunólogo Shane Crotty también señaló que seguramente estas dosis de refuerzo reduzcan aún más la probabilidad de que surjan complicaciones más graves de la enfermedad, incluido el COVID persistente, y dice que “cuanto más alto sea tu nivel de inmunidad, menos reproducción vírica tendrás, menor daño vírico y menor probabilidad de COVID persistente”.

Y cabe esperar que, en adelante, estas nuevas dosis de refuerzo tengan más ventajas, como una mejor protección frente a futuras variantes, al entrenar mejor a los anticuerpos y las células de memoria, que son partes distintas del sistema inmune.

Por desgracia, quizá nos enfrentemos a otro problema que ya vimos durante la pandemia: los funcionarios de la salud pública o médicos con mucha proyección mediática que arrojan dudas sobre las dosis de refuerzo al centrarse en sus imperfecciones, en vez de en sus inmensos beneficios, y que se preocupan por la reacción del público, por motivos como su “hartazgo de las vacunas”.

Nunca he entendido esas vacilaciones de las autoridades sanitarias y los médicos por cómo podría reaccionar o no el público. ¿Por qué no simplemente damos información veraz y detallada, y hacemos que sea más fácil vacunarse? Esa es la mejor respuesta al “hartazgo de las vacunas”, aunque pueda seguir costando mucho sensibilizar a quienes son antivacunas comprometidos.

Y algunos escritores y científicos han dicho que no se deberían haber ofrecido las dosis de refuerzo hasta haber finalizado sus respectivos ensayos clínicos en humanos. Sin embargo, ya se han realizado amplios ensayos con humanos, para esta vacuna y algunas de sus actualizaciones, y no es nada raro ajustar una vacuna utilizando los datos provenientes del trabajo de laboratorio o con ratones. Es parecido a lo que se hace todos los años para las vacunas antigripales.

Hay muchos estudios dedicados a los mensajes sobre las vacunas, pero en su mayor parte todo se reduce a generar confianza, a la sinceridad y la transparencia y a hacer la vacunación más fácil. Nuestro terrible sistema sanitario es un obstáculo importante: mantener un trato periódico con el médico puede ser un factor clave, pero a muchos estadounidenses les falta ese trato. No sorprende que, de todos los grupos, los menos propensos a ponerse la vacuna y la dosis de refuerzo sigan siendo los que carecen de seguro.

Como se puso de manifiesto durante la pandemia, es la vacunación, y no las vacunas, lo que salva vidas, y habría muchas más personas vacunadas si se les diera información y se les facilitara el acceso. No disponer de las herramientas contra las enfermedades que causan tanto sufrimiento es una tragedia, pero tenerlas y que no se utilicen debería ser, además, inaceptable.

Zeynep Tufekci es columnista de The New York Times.