Olivia de Patiño
Uno, me gustó mucho, su escritura es muy fresca, digo esto porque al leerla no me sentía obligado o presionado, a pesar de que mi amigo autor me invitó a que se la comentara, así fue como llegué a su obra, ya antes lo había leído por sus columnas de periódico, y siempre me quedaba con la sensación de haber aprendido algo cuando lo leía; esos aportes son los que en mi caso cuentan y me divierten al leer algo. No esa suerte de práctica rutinaria que se está instalando en nuestro medio de leer cosas que nos alimentan el odio por el otro y que refuerzan nuestras propias convicciones.
Dos, una lección de redacción de novela que podría entrar en un par de tuits se encuentra en su texto que dice “al escribir una novela fabricamos ficciones temporales donde los hechos tienen una claridad y una textura que nunca habrían tenido en la memoria de una persona real. El argumento de la novela no es más que un pretexto para establecer un diálogo con el lector. Hasta que la novela no termina, toda contradicción puede ser resuelta por un dato posterior que revele el verdadero significado del pasado, irremediablemente incompleto”. Esto señores es lo que decía en el punto uno, salir aprendiendo algo, igual a disfrutar.
Tres, es una novela que aunque toca aspectos políticos y sociales muy nuestros, fácilmente puede salir de nuestra frontera nacional porque no se sumerge en la marea de moda en la que las tendencias se marcan por cuánto despliegue de conocimiento de que quien escribe tiene calle y se es menos élite; no es así, porque en esta novela las exageraciones eufemísticas afortunadamente son las que menos están presentes, dando paso a retazos que describen culturas políticas de larga data con justas ubicaciones de los actores de todo el espectro político.
Cuatro, no es fácil retratar la rutina, la cotidianidad que todos tenemos; a menudo es más sencillo pensar en explicar el problema coyuntural del momento, pero cuando se piensa en mostrar las acciones que llevamos realizando todos los días y que no necesariamente traen un atractivo inmediato si no se entiende antes la historia del pasado, entonces me imagino siempre que para eso se debe tener un verdadero talento innato, y Patiño por lo visto lo tiene.
Cinco, normalmente cuando me pongo a leer una novela, me imagino a mí mismo sentado al centro de una habitación con ventanas en las cuatro paredes, cada ventana me ofrece una vista distinta; ahí desde donde estoy posicionado, lo que me divierte profundamente es la posibilidad de apreciar los cuatro paisajes distintos de las cuatro paredes, esa vista que puede juntarse de a dos ventanas, de a tres, o de a cuatro es la que forma una historia distinta en cada caso; esas vistas son las que en el caso de Olivia de Patiño uno puede disfrutar, es un viaje bien gozado de 210 páginas; de veras, muchas gracias Jorge Patiño.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.