K’ara K’ara: el problema del ‘otro’
Calles, arterias, espacios públicos y domicilios, una vez más, están atiborrados de basura que hace imposible a la tolerancia olfativa. Cochabamba se convirtió en una ciudad pestilente. Entonces, retorna la irritación de los vecinos asentados en los barrios residenciales. El ingreso al botadero de K’ara K’ara está cerrado. Vecinos pobres viven en una excepcionalidad radical cerca del vertedero municipal, acechados cotidianamente por olores tétricos y enfermedades emanados por el basural público y hartos de las promesas incumplidas de las autoridades de cerrarlo definitivamente, y tomaron la decisión radical de bloquear el ingreso al botadero.
Más allá de las razones para el malestar, este conflicto se convirtió en una problemática recurrente que saca a la luz una cuestión de fondo: el problema del “otro”. En rigor, la problemática del botadero se convirtió en una preocupación en la agenda política y mediática cuando hay un conflicto en esa zona, pero en días donde no hay bloqueo, a nadie le interesa que niños y adultos en K’ara K’ara no pueden soportar ese olor nauseabundo provocado por el botadero a cielo abierto, inclusive las noches se hacen eternas ya que esos olores tétricos no les dejan dormir, adolecen de diarrea y de enfermedades respiratorias.
Uno de los problemas ambientales de gran envergadura urbano es la basura y, por efecto colateral, el botadero de la zona Sur. K’ara K’ara en quechua significa “lugar salado, árido, picante”. Este espacio escogido en 1987 para el establecimiento del vertedero, hoy se ha convertido en una problemática socioambiental con múltiples efectos: sanitarios, económicos, culturales y políticos, que convierten al vertedero público en un nudo gordiano urbano.
Los pobladores de K’ara K’ara son predominantemente migrantes andinos y pobres. Quizás, este rasgo sociológico es clave para entender los procesos de segregación y estigmatización racial que sufren por parte de los sectores de la clase media, especialmente en momentos de conflictividad. Son señalados como apestados y culpables de que la ciudad se convierta en un foco de infección. Este tipo de racismo sanitario se produce, sobre todo, en tiempos de crisis política y sanitaria.
Entonces, esa estigmatización en tiempos de conflicto y la indiferencia en tiempos tranquilos es lo que marca esa relación entre los vecinos del resto de la ciudad y los vecinos de K’ara K’ara. O sea, es un problema de entendimiento del otro al que se lo ignora, se lo excluye o se lo estigmatiza como un peligro para la salud pública de la ciudad.
Uno de los hallazgos de un estudio en curso del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales (INCISO) de la Universidad Mayor de San Simón da cuenta que la solución al botadero no es necesariamente técnica y financiera, sino socioambiental. Por un lado, vecinos de K’ara K’ara persiguen el traslado definitivo del vertedero edil y, por otro lado, pobladores de localidades rurales probables para la instalación del nuevo botadero o relleno sanitario se oponen radicalmente a esta decisión con el pretexto que contaminaría sus ríos, el medio ambiente y, en consecuencia, perjudicaría a la salud.
Entonces, hay una sensibilidad ambiental conectada con el apoderamiento de sus derechos humanos y sociales. No permitir que la basura de la ciudad sea depositada en sus comunidades es una cuestión de dignidad humana. Aquí radica el meollo del botadero de K’ara K’ara, pero autoridades (y sus técnicos) y la clase media cochabambina no comprenden, se niegan a asumir al “otro” como ser humano con derechos al medio ambiente, a la salud y a la vida.
Yuri Tórrez es sociólogo.