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El vendedor de paraguas

TRIBUNA

Daniel vendía paraguas en una ciudad en la que nunca llovía, ni hacía demasiado sol. Mala inversión, dirían algunos. Lo que no sabían es que Daniel, quien era muy hábil, conocía sobre los misterios de las expectativas y su rol en las decisiones económicas. Él no necesitaba de una lluvia real o de un sol intenso, no. Él solo necesitaba que las personas creyeran que iba a llover o que habría un sol abrasador.

¿Cómo?

Si las personas de la ciudad tenían suficientes elementos para pensar que llovería, quizás serían más propensas a comprar un paraguas. Daniel entonces recurría a tomar todas las señales de la naturaleza (un halo de luz alrededor de sol, por ejemplo) para insertar su narrativa y, haciendo uso de sus conocimientos de marketing, emprendía una feroz campaña mediática para implantar la idea de un diluvio sin precedentes. No necesitaba usar la palabra “paraguas”, solamente asegurarse de que la población esté bien enterada de un fenómeno climatológico para el cual tomar previsiones.

Esto, más allá de parecer una historia de ficción, ejemplifica cómo la implementación de narrativas puede afectar el mercado, y por supuesto, beneficiar a ciertos grupos. Crear un ambiente de incertidumbre (algo malsano sin duda) orienta a que las personas decidan en mayor medida erróneamente. A esto le llamamos la influencia de las narrativas económicas.

Con el uso más frecuente de internet y medios relacionados, la viralidad de estas narrativas ha crecido exponencialmente. Que “va a haber inflación”, que “se van a quedar con nuestro dinero”, que “habrá un corralito”, son afirmaciones imprecisas que navegan en redes generando incertidumbre y poniendo en riesgo la estabilidad. Si creemos en estas afirmaciones seguramente tomaremos decisiones no tan acertadas, movidos por el miedo o quizás por la búsqueda del bienestar de nuestros seres queridos.

Eso es algo bien sabido por los Danieles del mundo, quienes van dejando estas semillas de desinformación con el único objetivo de obtener un beneficio propio. Poco les interesa que las personas arriesguen todo su capital por una mala decisión. No, lo que esperan es recibir los frutos de la desinformación, vender sus paraguas y buscar nuevas formas de atrapar incautos.

Sabiendo que este es un riesgo real, ¿qué podemos hacer? Robert Shiller, premio Nobel de Economía 2013, en su libro Narrativas económicas, nos brinda una abrumadora frase al respecto: “La verdad no es suficiente para detener la propagación de narrativas falsas” (pp. 166). Y es que hay algo por lo que estas narrativas tienen éxito. Más allá de usar suposiciones generalizadas y utilizarlas para influir, estas narrativas hacen uso de prejuicios, emociones, miedos, sensaciones humanas que develan nuestra naturaleza animal.

Ante ello, la única solución es romper nuestros sesgos, basarnos en datos y sentarnos a meditar un instante antes de compartir estas narrativas. Esos valiosos segundos pueden ayudarnos a cortar la cadena. Una pregunta útil a plantearse cuando nos encontramos ante una narrativa económica que genera pánico y zozobra es: ¿Quién o quiénes resultan beneficiados con la difusión de este contenido? Quizás será algún Daniel. Si es así, probablemente no sea bueno apoyar su juego. Allí, todo el poder de amplificar, o no, esta narrativa está en nuestras manos.

Bueno, a pesar de todo, Daniel ya vendió todos sus paraguas y está consciente de que volver a prometer un diluvio que nunca llega podría poner en riesgo su reputación. Por tanto, ha decidido cambiar de narrativa. Estemos atentos a las nuevas narrativas de Daniel.

Judith Apaza es auditora financiera.