Renacer de las ciencias criminológicas
Mi amigo Jean Paul Feldis, en su obra sobre sociología jurídica y su abordaje desde la visión del caos, señala que un fenómeno económico importante produce en consecuencia un fenómeno social y éste a su vez uno cultural, para concluir en efectos políticos.
La Guerra del Chaco, que posibilita el “descubrimiento o el encuentro de la otra Bolivia”, sumada a la gran casualidad —desde nuestra visión— de la profunda recesión norteamericana que posibilitó el plan Bohan y como una de las consecuencias que Prebisch impulse el no poner todos los huevos en la misma canasta, produjeron un hecho económico sin precedentes para Santa Cruz, por el financiamiento con que llegó; además, reforzado por la “colonización” (instituto se llamó para trasladar, como hasta actualmente se sigue haciendo, a personas vivientes en la zona andina hacia Santa Cruz y el oriente).
Esa rica y compleja amalgama de variables, hoy posibilita que sea innegable el fenómeno económico de Santa Cruz —¿modelo?— como también el social: lo cruceño está preñado de bolivianidad (alrededor de 67.000 personas migran del resto del país a nuestro departamento, cada año y desde hace muchos). O sea, la mayor población de los ocho departamentos fuera de ellos se encuentra en Santa Cruz. Esto también es innegable.
La escuela ecológica (en realidad sociológica) de Chicago explica las situaciones criminógenas de todo proceso intenso migratorio; lo mismo explica Ferri en su visión de sobresaturación. Y debiera ser así, pero no lo es en tanto y en cuanto comparemos con otra ciudad que también ha explosionado migratoriamente como lo es El Alto (cuyos índices de violencia, cuantitativa y cualitativamente, superan a los de Santa Cruz de la Sierra) que, si bien es también un fenómeno económico y social, no lo es en la dimensión de Santa Cruz, como lo explicamos anteriormente: ausencia de la bolivianidad diversa.
Creo que este departamento está viviendo esa su etapa cultural, preñada de esa “bolivianidad” social. La Academia Boliviana de Ciencias Criminológicas (ABOCCRIM) es una de las tantas señales. Lo que se inicia por casualidad (ley dialéctica menospreciada) termina produciendo una causalidad (ley dialéctica sobredimensionada): las ciencias criminológicas renacen y se reimpulsan desde Santa Cruz.
Con la primera obra de criminología en Bolivia de Bautista Saavedra en 1901, las de César Cadima y, principalmente, la de Huáscar Cajías —texto oficial en muchas universidades—, acompañaron a los fenómenos económicos, culturales y políticos de La Paz.
La transición de criminología a ciencias criminológicas se da a partir de la división de los norteamericanos principalmente, quienes dejaron a los sociólogos abordar el fenómeno de lo delincuencial o factores criminógenos, y a la criminology para el abordaje de lo concreto, del crimen realizado: reconstrucción de los hechos y probables autores (las forensias: perfiles —psicología— , escena del crimen —balística, dactiloscopía, etc.).
El reto histórico que tiene Santa Cruz con Bolivia es el traslado, por el momento, de consecuencia cultural que debe vivir a plenitud, y que ya hay atisbos de ello: las Ciencias Criminológicas.
Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y fanático destroyano.