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Juego

PENSAR

El juego ha sido el modelo sobre el cual se han levantado muchas intuiciones teóricas. Por ejemplo, se dice que Ludwig Wittgenstein tuvo una revelación un día que miró, de paso, un partido de fútbol. Así como un grupo de personas juegan al fútbol con un conjunto de reglas y de significaciones, de la misma manera los seres humanos juegan con las palabras, pensó Wittgenstein.

Para el filósofo austriaco, en el lenguaje hay múltiples juegos, cada uno de ellos contiene reglas, expresiones y giros gramaticales que le son propios y que, en consecuencia, suponen una historia detrás. Extrapolar una expresión fuera del juego de lenguaje al que pertenece puede generar descontextualizaciones, problemas y confusiones complejas.

Por ejemplo, los múltiples juegos de cartas, pese a que usan los mismos instrumentos (naipes), difieren en las reglas. En un sentido similar, el lenguaje que nos sirve como un instrumento común, produce una variedad de significaciones y sentidos que dependen de los juegos en los que participa. De ahí que, para saber qué sentido tienen las expresiones y palabras, hay que analizar el juego que jugamos al utilizarlas.

El francés Pierre Bourdieu también recurre a la metáfora del juego para explicar uno de los conceptos centrales de su teoría de campos sociales, la noción de habitus.

El habitus es la manera de ser y de comportarse en un campo social determinado. Bourdieu lo explica como el sentido del juego, es decir, quien aprendió a jugar sabe cómo comportarse, qué reglas seguir, qué significa transgredir las reglas y qué castigos hay. Puede hacer cálculos. La práctica continua de jugar permite, por ejemplo, que un jugador de fútbol esté parado justo donde caerá la pelota, y no en otro lugar.

Posiblemente, quien ha teorizado más sobre el juego haya sido el holandés Johan Huizinga en su hermoso texto titulado Homo ludens. Basta con leer el nombre que eligió Huizinga para comprender que, además, de homo sapiens u homo faber, somos homo ludens. Para el pensador neerlandés el juego es uno de los formantes centrales de toda cultura, y una de las matrices necesarias para comprender los elementos constitutivos de una cultura. El juego para Huizinga presenta una aparente contradicción, pues si bien es una actividad libre, esta solo se desarrolla en los márgenes de un orden absoluto y propio, que le da sentido al juego. Podríamos decir que somos libres en el juego cultural al que pertenecemos.

En materia jurídica la matriz del juego ha permitido formular uno de los modelos de análisis más interesantes, basado en la teoría de juegos y en el llamado dilema del prisionero, se ha erigido desde unos 50 años el análisis económico del derecho.

Analizar el juego nos permite comprender que detrás de él hay mucho más que solo distracción o entretenimiento.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo