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Medidas para enfrentar la recesión

TRIBUNA

Ante la inflación en aumento, la estrategia de la Reserva Federal de Estados Unidos para intentar apaciguar la economía fue elevar las tasas de interés. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, se comprometió a hacer todo lo posible para lograr un “aterrizaje suave”; esto es, crear condiciones para que disminuya la demanda y bajen los precios, de manera que la economía no caiga en una recesión que deje a cientos de miles de personas sin trabajo. Pero la Reserva Federal no tiene un historial exitoso en ejecutar con éxito ese truco de magia en específico.

Desde los años 50, casi exactamente la mitad de las veces que ha aplicado medidas económicas agresivas para intentar reducir la inflación hemos terminado en una desaceleración económica. En una aparición ante el Congreso a finales del mes pasado, Powell admitió que una recesión “ciertamente es una posibilidad”.

“Una economía con crecimiento lento”, me dijo Wendy Edelberg, directora del proyecto Hamilton en el Instituto Brookings, “siempre corre el riesgo, en mi opinión, de llegar a una recesión. Lo cierto es que a cualquier economía le resulta difícil aplicar medidas restrictivas a la perfección y sin contratiempos”.

Incluso si la Reserva Federal lo logra, existen muchos otros riesgos económicos que podrían conducirnos a una recesión. El aumento en el gasto que impulsó un crecimiento económico rápido tras los cierres iniciales de actividades impuestos por la pandemia se debió a la demanda reprimida creada por la combinación de dos factores: los estadounidenses estaban en casa y recibían ayuda financiera del gobierno federal. Pero esos dos motores que impulsaron el crecimiento han perdido velocidad, por lo que también es probable que baje el gasto de consumo, como ya ha ocurrido con el gasto discrecional en respuesta a la inflación. Eso, sin considerar los riesgos derivados de la guerra en Ucrania y los enredos actuales en las cadenas de suministro.

En vista de todo lo que ocurre, es muy probable, o casi seguro, que Estados Unidos sufra una desaceleración económica en el futuro cercano. Por lo tanto, este es el momento de prepararnos para que menos personas sufran por este motivo. Y hay mucho que los legisladores pueden hacer si tienen voluntad política para actuar.

El seguro de desempleo quizá sea el programa en el que es más evidente la necesidad de cambios. El Congreso tomó medidas para apuntalar el programa al principio de la pandemia: en ese momento, amplió los criterios de elegibilidad para incluir a personas que por lo regular quedan excluidas, como los empleados de restaurantes que reciben propinas y los trabajadores de la economía bajo demanda, añadió semanas de prestaciones y aumentó el monto de las mismas 600 dólares por semana. Sin esas acciones de emergencia, lo más seguro es que muchos estadounidenses habrían recibido muy poco dinero durante unas cuantas semanas, o no habrían cumplido los requisitos para ser elegibles.

Aunque una respuesta adecuada en momentos de dificultades económicas no debería depender de la afiliación política del Congreso y la Casa Blanca, en este momento es así. Quizá los republicanos tenían motivos para respaldar las rondas iniciales de ayuda durante la crisis del COVID porque controlaban el Senado y la Casa Blanca, así que corrían el riesgo de que se les culpara si la respuesta era mala. Además, la naturaleza de la crisis era tan generalizada y urgente que los legisladores debieron actuar con rapidez. Sin embargo, desde que los republicanos dejaron el poder en 2021, se han negado a aprobar cualquier tipo de estímulo adicional. “Me preocupa que, con el Congreso tan dividido, en la siguiente recesión no logren ponerse de acuerdo”, dijo Rebecca Dixon, directora ejecutiva del Proyecto de Ley Nacional del Trabajo.

No obstante, no es difícil identificar las barreras para que actúe el Congreso. Una vez superada la crisis, es difícil lograr que los legisladores concentren su limitado rango de atención en la mejora de sistemas para tenerlos listos antes de la siguiente crisis. Las mejoras aplicadas al seguro de desempleo al principio de la pandemia, por ejemplo, ya no operan, y las propuestas para reformar el sistema ni siquiera quedaron incluidas en el paquete Build Back Better, que a fin de cuentas no se aprobó.

Es posible que a los legisladores les guste tener la oportunidad de actuar con rapidez durante temporadas difíciles y votar a favor de hacer cambios, de tal forma que demuestren su capacidad de respuesta, oportunidad que no tendrían en tantos casos si nuestros sistemas estuvieran listos para responder por su cuenta.

“El Congreso quiere que los ciudadanos vean cómo resuelve todos los problemas”, dijo Dixon. “Pero cada vez corremos un mayor riesgo de que no logren ponerse de acuerdo en cuanto a las medidas concretas para hacerlo, y quienes pagarán el precio serán los trabajadores”.

Bryce Covert es columnista de The New York Times.