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No es el Censo, es salvar a Camacho

SERENDIPIA

Durante 2019, Luis Fernando Camacho fue uno de los políticos más influyentes del país, tanto es así que fue uno de los protagonistas de la historia del golpe de Estado. Esto fue en su momento una confesión y, por supuesto, una pública constatación. La fortuna de su familia y el financiamiento externo le permitieron liderar a nivel nacional el movimiento antidemocrático que derivó en la renuncia forzada de Evo Morales y en las masacres de noviembre de ese año que se llevaron decenas de vidas. Hoy, tres años después, es un político intentando sobrevivir, colgándose de lo que pueda para mantenerse vigente.

En 2019, el exdirigente cívico de Santa Cruz pasó muy rápidamente a ocupar titulares en la prensa nacional. Pero claramente ese paso no fue producto de su madera de político, pues con una simple observación a sus apariciones y discursos políticos de ese año, salta a la vista su flaco talante y su búsqueda nula por proyectar ímpetu. Basta con hacer el ejercicio de compararlo con Branko Marinkovic que ocupó la misma cartera que él varios años atrás, Luis Fernando parecía un chiste mal contado. Por Camacho, bajo la estética hegemónica cruceña, ¿quién iba a apostar?.

Resultó que sí apostaron por él. Se abrieron agendas mediáticas con auspiciador. Se alinearon a su estrategia varios políticos de otras regiones. Sus detractores conservadores en Santa Cruz decidieron hacer silencio, para no perjudicarlo. De hecho, Carlos Mesa, el representante de la política conservadora paceña con mayor influencia de ese año, decidió dirigirse al aeropuerto de El Alto para rendirle pleitesía; dicho sea de paso, Mesa recordará para siempre el desaire que se permitió hacerle Camacho, quien ni siquiera le brindó un apretón de manos o una gentil mirada a su arribo a la sede de gobierno.

En fin, lo que se sabe de la estrategia y el entramado político que derivó en la mayor crisis política de Bolivia de los tiempos presentes, es que uno de los principales responsables es Luis Fernando Camacho. Además, aún impune. Pero toda esa parafernalia erigida en torno a él se revela montada y falsa en las últimas elecciones presidenciales, cuyos resultados le recordaron que los pies solo se estiran hasta donde alcanza la sábana. Se evidenció, entonces, que no era Camacho por sí mismo el que tenía un peso específico. Así, la oligarquía cruceña tendría que aceptar a regañadientes, una vez más, que por la vía democrática no se haría del poder público. Les tocaba entonces conformarse con la administración de un gobierno departamental.

De ahí para adelante su caída fue estrepitosa. La gestión de Camacho al mando de la Gobernación de Santa Cruz está marcada por la ineficiencia. Ha sobresalido por la bajísima ejecución presupuestaria, lo cual se traduce en nula inversión pública. Y por si fuera poco, la escandalosa corrupción dentro de su administración ha salido a la luz a pesar del compromiso militante de muchos medios hegemónicos para con él. De tanto en tanto el comiteísmo cruceño ha venido tomando lo que puede de la agenda pública para mantener vigencia y legitimidad, ejecutando su estrategia de inmovilizar Santa Cruz, en desmedro de su propia ciudad. Obligar a parar al precio que sea, incluyendo la represión a los ciudadanos por parte de grupos parapoliciales, es el mecanismo que ha establecido Camacho para sobrevivir en su departamento. Quien en 2019 ciertamente llegó a poseer por unos días la sede de gobierno, hoy solo se mantiene en pie en su departamento a punta de paros que afectan primordialmente a la gente que habita el departamento que gobierna.

Hoy el pretexto es el Censo. Es el pretexto y eso no quiere decir que el Censo no sea importante, pues claro está que debe ser una prioridad de la gestión pública. Es el pretexto porque la consigna del Censo está vaciada de contenido técnico. Es el pretexto porque la única forma de llegar a un censo bien hecho es con la participación de los gobiernos subnacionales. Es el pretexto porque de llegarse a concretar su paro, una vez más Santa Cruz y sus habitantes estarán secuestrados por quienes no quieren nada que tenga que ver con el bien común y de hecho, sueñan con una Bolivia por siempre desigual, machista y segregada.

Valeria Silva Guzmán es analista política feminista.Twitter: @ValeQinaya.