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Aspectos diferenciados de la crisis internacional

CIUDAD FUTURA

A diferencia de las crisis internacionales de las últimas décadas, las circunstancias actuales consisten en una imbricación de aspectos macroeconómicos, comerciales, geopolíticos y militares, que requieren interpretaciones mucho más sofisticadas, y en consecuencia también una revisión mucho más prolija de las respectivas prioridades para las diferentes zonas y regiones del mundo.

Lejos de vislumbrarse posibilidades ciertas de solución en algunos aspectos y connotaciones de la crisis múltiple y global, el enfrentamiento de la inflación con medidas monetarias en las economías avanzadas trae consigo inevitablemente una contracción económica internacional, que puede dar lugar a una situación de estanflación de larga duración, con repercusiones sociales y políticas de desenlace incierto. Además, dicha recesión inducida acarrea asimismo el encarecimiento del financiamiento externo para las economías de la periferia, en particular las de América Latina. Conviene mencionar también en este contexto que la inflación no está impulsada únicamente por excesos de demanda, sino también por aspectos relacionados con los enormes aumentos de los precios de los hidrocarburos, de los fertilizantes y de los alimentos, además de los cuellos de botella que siguen presentes en las cadenas globales de suministro.

Por su propia naturaleza, los aspectos mencionados a título de ejemplo, difícilmente pueden ser encarados con éxito por cada país en solitario. Se precisa en cambio una estrategia integral concertada, que incluya un menú diferenciado de medidas financieras apropiadas en cada caso para la diversidad de situaciones que enfrentan los distintos países, según sean sus problemas específicos.

Una estrategia de tal naturaleza requiere espacios de concertación regional y subregional, que están mucho mejor instalados en Europa y en el Asia que en América Latina. Es de lamentar una vez más que la región latinoamericana no disponga de foros apropiados para examinar iniciativas conjuntas a geometría variable, que le permitan abordar las consecuencias de la pandemia del COVID-19, los efectos del cambio climático y la transformación productiva, así como el establecimiento de mecanismos de cooperación regionales en el ámbito financiero, de la seguridad energética, de la seguridad alimentaria y de la digitalización.

El dogmatismo sectario que ha impedido en el pasado que la región latinoamericana se haga presente con una sola voz en los foros internacionales, ha perjudicado asimismo la adopción de medidas colectivas en cuestiones tan importantes como la preservación de la Amazonía en cuanto pulmón del planeta. Es de esperar sin embargo que en la segunda vuelta electoral entre Lula y Bolsonaro en el Brasil, una victoria del primero cambie radicalmente la deforestación salvaje que ha ocurrido en los últimos años en la región amazónica, de la cual Bolivia también forma parte junto con Brasil y otros seis países sudamericanos.

Vale la pena mencionar en este contexto también que próximamente se llevará a cabo una reunión de los países de la Alianza del Pacífico en México, evento que podría adoptar interesantes decisiones para fortalecer la cooperación regional, a partir de un enfoque muy diferente del que prevaleció cuando se creó este mecanismo en 2011 entre Chile, Perú, Colombia y México.

Las circunstancias políticas internas tan diferentes entre los cuatro países no permiten imaginar grandes resultados de dicho evento, pero bastarían algunas convocatorias a un diálogo latinoamericano cada vez más inclusivo de otros países para que el futuro de la región se manifieste menos sombrío.

Bolivia tendría que seguir con atención las nuevas tendencias que se perfilan en el escenario latinoamericano, y enderezar en consecuencia sus actuales prioridades de política exterior.

Horst Grebe es economista.