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Voz propia a la hora de criar

TRIBUNA

No hay escuelas que nos enseñen a ser madres y padres. Tampoco somos madres y padres en el sentido integral de lo que significa solo por haber parido. Devenimos madres y padres criando y acompañando el crecimiento de nuestros niños y niñas.

En ese camino, estamos interpelados todo el tiempo. Por nuestras voces internas que no paran de hablarnos, pero también por las palabras de nuestro entorno que siempre están ahí para preguntar, opinar y cuestionar. Muchas veces desde el amor y con buenas intenciones; siempre desde sus propias experiencias infantiles y adultas.

Paremos acá. Ahora nos toca pensarnos a nosotros mismos en nuestros lugares e historias. Somos padres, somos hijos, somos abuelos; somos comadres y compadres, tíos y tías, vecinos y vecinas; tenemos pertenencia a un país, a una región, a un grupo social y cultural, a una iglesia y, además, formamos parte de una generación.

Cada uno de esos roles nos define e influye en las decisiones que tomamos. Porque nos reconocemos como parte de una comunidad: aymara, colla, afroboliviana, descendiente de familia croata, alemana o japonesa. También somos bolivianos. Y a la vez, somos jóvenes de 20, treintañeros o adultos en sus 40, 50 o 60. Somos paceños, cruceños, tarijeños. Somos toda esa multiplicidad compleja de identidades.

Al maternar, paternar y criar, todas esas partes dialogan entre sí adentro nuestro y cuando tomamos decisiones, lo hacemos en un entramado de lealtades y traiciones, tratando de no sentirnos culpables por las elecciones que hacemos. Las niñas de la casa van a usar pollera, las vamos a peinar con trenza, vamos a hablar en nuestras lenguas ancestrales o solo se va a usar el español.

Ese es el momento crucial para estar atentos y reconocernos, definir quiénes somos nosotros, qué decisiones tomamos, con las que nos identificamos de verdad, desde las entrañas.

Esas decisiones forman parte de nuestro trabajo reflexivo permanente, de los intercambios verdaderos que podamos tener con nuestras parejas, con los grupos de pares, en nuestros encuentros intergeneracionales, dando espacio a que aparezcan las dudas, las decisiones que no nos gustan, las que nos cuesta aceptar, las que nos enojan o nos resuenan mal. Es muy importante poder conectar con esos sentires, tratar de desentrañarlos y elegir.

Cada generación intenta criar a sus hijos mejor de lo que la precedió: nosotros no fuimos criados como lo fueron nuestros padres ni nosotros criamos como nos criaron. Todos tratamos de hacerlo un poco mejor, identificando lo que nos hizo bien para repetirlo e identificando lo que nos lastimó, para no herir a nuestras crías. Hay todo un ejercicio de reflexión de las nuevas generaciones que se viene instalando cada vez con más fuerza sobre nuestras maneras de maternar y paternar. No existen respuestas únicas ni perfectas. Solo hay preguntas que nos hacemos y que nos ayudan a ser madres y padres más conscientes, conectados con las necesidades y deseos de nuestros hijos.

Navegamos entre las aguas de la trasmisión intergeneracional de la lengua, la cultura, las costumbres, las maneras de vivir, comprender, decodificar y traducir la cosmovisión del mundo a nuestros hijos creando identidad y autopercepción de pertenencia a un grupo. Y al mismo tiempo las aguas de lo que nos iguala en lo humano. Una madre, un padre, una abuela o un abuelo meciendo a un niño pequeño, cantándole una canción o contándole un cuento, forma parte de esas prácticas universales que nos igualan.

La mezcla de lo que nos iguala, lo que nos da identidad y pertenencia a un determinado grupo, nuestros propios criterios y nuestros sentires verdaderos irá moldeando nuestras maternidades, paternidades y crianzas respetuosas.

Qué decide cómo criar a nuestros hijos es eso que elegimos desde las entrañas de entre las múltiples influencias que nos habitan.

Que vayamos a hacerlo bien o aprobemos el examen, eso ya es otro cantar.

Lo que es seguro es que, si pensamos que un mundo mejor es posible, la crianza amorosa de niños y niñas es el punto de partida. Y esa es nuestra responsabilidad adulta al maternar y paternar.

Eugenia Vinocur es socióloga con experiencia en planificación y gestión de políticas públicas de salud materno infantil.