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Monday 22 Apr 2024 | Actualizado a 00:57 AM

El valor de las cosas en Bolivia

Pese al esfuerzo estatal, Santa Cruz no ha cambiado sustancialmente la dirección de su camino.

Marco Gavincha

/ 12 de noviembre de 2022 / 01:08

Recientemente el presidente del Comité pro Santa Cruz, Rómulo Calvo, declaró que “en Santa Cruz, el que manda es el cruceño, el que vive y trabaja y la ha hecho grande. No vamos a permitir que nadie de otro lado venga a querer imponer nada en Santa Cruz”, aludiendo a las supuestas malas políticas nacionales del Gobierno y olvidando todo el valor generado por el Gobierno central históricamente en Santa Cruz.

Algunos como el señor Calvo también piensan que el sector agroproductor privado es eficiente, productivo e innovador y que el gobierno es malo, inepto e ineficiente.

Al respecto, Mariana Mazzucato, economista, tiene un libro llamado El valor de las cosas, el cual es una voz “diferente” en el terreno de la economía. El libro plantea ideas sobre cómo los gobiernos crean riqueza y cómo los grandes monopolios privados extraen los frutos de lo que siembran los gobiernos.

La autora pone en duda las historias de éxito de los empresarios privados altamente productivos que día a día generan millones de dólares; Google, por ejemplo. Mariana hace notar que el internet, el GPS, la pantalla táctil, SIRI y el algoritmo que utiliza esta empresa, han sido financiados por instituciones públicas. Es el gobierno el que arriesga, crea valor e innova, y Google la que genera ganancias.

En el contexto boliviano esta lectura es provocadora porque nos obliga a pensar en todos los esfuerzos del sector público en el sector empresarial agroproductor, entre otros.

En 1952, el Estado comenzó la construcción de la carretera Cochabamba- Santa Cruz, conectando por primera vez estos dos departamentos. A partir de esa carretera se abrieron las puertas para producir y sacar alimentos hacia el occidente del país y el extranjero.

Entre 1953 y 1994, el Estado propició la dotación de tierras, de las cuales el 51% son de Santa Cruz. Después, estas tierras fueron la base para obtener créditos productivos en los sectores del algodón y la soya.

Entre 1987 y 1997, el Estado boliviano trabajó las normas en la Comunidad Andina que establecen tratamiento especial y diferenciado a las exportaciones bolivianas, incluyendo a las exportaciones de soya. Resultado de estas gestiones, las exportaciones de soya y sus derivados hacia la CAN acumularon $us 17.576 millones entre 1990 y agosto de 2022.

Actualmente, el Estado otorga subvenciones a los precios de la gasolina y el diésel por un valor de $us 688,9 millones. Esto facilita a que exista estabilidad en los precios del transporte y en los costos de producción, incluyendo al sector agroproductor de Santa Cruz, que paga Bs 3,72 por litro de diésel, cuando a nivel internacional sobrepasa los Bs 8.

A pesar de los esfuerzos estatales, Santa Cruz no ha cambiado sustancialmente la dirección de su camino. La participación de la producción manufacturera sin alimentos en 1990 era 11%, y en 2019 continuó siendo 11%.

Sin embargo, Santa Cruz tiene potencial para la diversificación productiva. Para esto es necesario mayor participación del Estado en la economía, tanto a nivel central como local. A Santa Cruz le hace daño endiosar a sus empresas privadas y sus élites como la fuerza innovadora de su economía, arrinconando al torpe Estado para lo básico.

La realidad es que el sector agroproductor de Santa Cruz se ha caracterizado por recibir todo en bandeja de plata y hoy quiere declararse heredero de las joyas de la abuela olvidando los esfuerzos del Estado. Esta visión está perjudicando a Santa Cruz y por eso se requiere una dosis de un Estado más activo, con inversión estratégica para cambiar el timón de su economía extractivista.

Marco Gavincha es economista.

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Tesis equivocadas sobre la deuda pública

Marco Gavincha

/ 14 de marzo de 2024 / 09:53

Recientemente, políticos y analistas expresaron tesis equivocadas sobre la deuda pública del país, las cuales son expuestas en medios de comunicación como verdades absolutas, pero en realidad son falacias o verdades a medias.

La primera tesis dice que el Gobierno está hipotecando el futuro del país a través de una “deuda descomunal”, de cifras mayores a los $us 6.500 millones. Sin embargo, esto es falso porque en la gestión del Presidente actual la deuda externa total apenas creció en $us 1.417millones. Esto puede verificarse a través de la simple resta de la deuda pública externa total entre 2020 y 2023.

Lea también: La dinámica de la deuda

La segunda tesis dice que el Gobierno aprobó 31 contratos de deuda externa en la Asamblea Legislativa durante los tres últimos años, de 2021 a 2023, lo cual representa un número históricamente elevado para algunos legisladores. Sin embargo, para el periodo 2020-2023, en promedio hubo 10 contratos aprobados por año, cifra menor al promedio de 19 contratos por año entre 2007 y 2019.

La tercera tesis señala que la deuda del sector público abarca más del 80% del PIB, lo cual es falso, puesto que el dato correcto es 46% del PIB. La diferencia es que el primero no es un dato de deuda neta, por lo que implica una doble contabilidad. Mientras que el segundo sí es la cifra neta, porque representa estadísticas de un conjunto de unidades como si formaran una sola unidad, evitando así la doble contabilidad. El criterio técnico de esto último está en la Guía para compiladores y usuarios de estadísticas de la deuda del sector público 2013, del FMI.

La cuarta tesis afirma que la deuda externa está creciendo, sin embargo, la realidad muestra lo contrario, ya que esta deuda, como porcentaje del PIB, cayó desde 33% hasta 28,9% del PIB, entre 2020 y 2023, respectivamente.

La quinta tesis indica que el servicio de la deuda externa será de $us 2.750 millones este 2024. Pero se prevé que el servicio, capital e interés, de la deuda externa total sea menos de la mitad de lo que prevén los políticos, tomando en cuenta que este año empezarán a bajar las tasas de interés internacionales.

La sexta tesis dice que mayor endeudamiento público externo implica mayor endeudamiento de los habitantes de un país, de esta manera se concluye que cada persona debería $us 1.000 hasta el momento. Sin embargo, ningún organismo internacional utiliza este indicador para analizar la deuda pública de una nación.

La séptima tesis asevera que aumentar el tamaño de la deuda es malo, empero, muchos olvidan el tamaño de los intereses y los plazos. No todos los créditos son iguales, hay algunos que tienen tasas de interés bajas y plazos cómodos. Adquirir este tipo de deuda no está mal porque su pago es en cuotas mínimas.

Endeudarse no es malo, si ello va para inversión. La deuda externa no está creciendo, al contrario, desciende. Más allá de indicadores rebuscados, la deuda pública es manejable porque la clave está en analizar el servicio de la deuda, más que el stock. Sin embargo, la deuda pública no es una isla y tesis equivocadas pueden generar temor en las personas y afectar la macroeconomía del país.                                                                                                                 

(*) Marco Gavincha Lima es economista

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La dinámica de la deuda

Marco Gavincha

/ 3 de diciembre de 2023 / 00:25

Recientemente, analistas sostuvieron que la deuda pública creció 463,38%, lo cual es erróneo. Medir la deuda es como medir el peso de las personas. Así como no se puede determinar su obesidad o desnutrición a través del simple dato del peso, tampoco se puede medir el grado de endeudamiento mediante la cantidad adeudada. Ambas formas de medir son deficientes y pueden resultar en diagnósticos errados.

Así como el sobrepeso se mide a través del índice de masa corporal, el cual toma en cuenta el aumento de la altura de las personas, el crecimiento de la deuda se mide a través del crecimiento del cociente deuda-PIB (Producto Interno Bruto), el cual toma en cuenta la capacidad de un país de cumplir en forma continua sus deudas.

El sentido de medir la deuda respecto a la riqueza generada es simple. Así como el cuerpo humano crece y desarrolla musculatura, los países también crecen y ganan musculatura. En el caso de las naciones, la musculatura se mide a través de la riqueza generada, medida por el PIB nominal.

Según datos oficiales, el ratio deuda externa respecto al PIB disminuyó de 31,2% a 30% del PIB, lo cual representa un decremento porcentual de 4% entre 2021 y 2022. Cifra que está lejos de esas tasas de crecimiento de tres números mencionados por los analistas. Esta forma de medir el crecimiento no es nueva, si uno revisa un poco de literatura sobre deuda pública.

En cuanto al ratio deuda interna respecto al PIB, esta variable aumentó de 14,3% del PIB a 15,9% del PIB, lo cual implica un aumento porcentual de 11,18%, el cual es mucho menor a la cifra alarmante de 463,38%.

Ahora bien, también existen otras formas de tomarle el pulso a la deuda. Cuando una deuda crece fuertemente sin el acompañamiento del crecimiento económico, el síntoma inmediato sería la inflación. Sin embargo, ello no está sucediendo en el país. Los recientes niveles de inflación han sido bajos en relación a otros países que sí aumentaron fuertemente su deuda.

Pero más allá de los niveles de deuda y su crecimiento, se debiera prestar más atención a las características de los planes de pagos de los intereses y el capital de la deuda. Un país puede aumentar su deuda a pesar que su deuda sea alta, siempre y cuando el plan de pagos sea favorable, con bajas tasas de interés y pagos de capital acomodados en periodos de altos ingresos del deudor.

Los enfoques modernos de sostenibilidad de la deuda toman en cuenta esta otra variable, calificándola como clave. Al respecto, Bolivia, hasta ahora, ha cumplido con todo el servicio de su deuda pública interna y externa, lo cual es poco mencionado por los analistas.

En conclusión, la deuda no es tan alta como la quieren hacer ver. Así como los incrementos de peso no necesariamente significan sobrepeso, los aumentos de deuda no significan sobreendeudamiento. Además del crecimiento del saldo de deuda, lo que también importa son las características del servicio de la deuda.

Marco Gavincha Lima es economísta.

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El modelo y la deuda pública

Marco Gavincha

/ 10 de noviembre de 2023 / 08:41

Una vez escuché al profesor Moreno-Brid decir que una economía puede simplificarse como un barco velero que se mueve al ritmo de dos fuerzas, el efecto viento y el efecto brazo del remador. Por lo que la fuerza del viento y los brazos resume bien los movimientos de la economía internacional y la interna, respectivamente.

Hay veces en que el viento sopla a favor del barco y el remador puede llegar más rápido a su destino. Por otro lado, hay momentos en que el viento sopla contra la dirección del barco y, en ese caso, el remador está obligado a utilizar la fuerza de los brazos para remar más duro. En otro caso, el remador entregaría su destino al vaivén del viento.

Lea también: Voluntad de pago desde Bolivia

En la actualidad, el efecto viento esta jugando en contra a través del aumento de la tasa de política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos. Ésta influye directamente a las tasas de interés (SOFR y LIBOR) de los contratos de deuda externa de países deudores.

Lo anterior resulta en un aumento de pago de intereses de deuda externa. Bolivia no ha sido ajena a esta tormenta de las tasas de interés internacionales y, por ese motivo, el pago de intereses se elevó de $us 235 millones (2022) a $us 351 millones (enero-septiembre 2023).

Sin duda, esto es un gran perjuicio para la economía porque implica mayor erogación de dólares. Asimismo, se está destinando recursos que bien podrían dirigirse a inversiones productivas en el país. A pesar de esto, el Estado ha mantenido su voluntad de pago con sus acreedores externos.

Al mismo tiempo, el apetito de los inversores privados por bonos soberanos de países emergentes ha disminuido. En América latina y el Caribe, las emisiones de bonos internacionales descendieron de $us 143.158 millones a $us 45.070 millones entre 2021 y el primer semestre de 2023, respectivamente.

A este entorno hay que añadir el bloqueo de créditos externos en la Asamblea Legislativa, que ha llevado al modelo económico boliviano a utilizar la fuerza del efecto brazo a través de endeudamiento interno para compensar los efectos del contexto externo desfavorable. Al respecto, si bien la deuda pública interna del TGN respecto al PIB creció 16% a septiembre de 2023, todavía está por debajo de otros años como 2020, cuando creció 79%.

Los resultados macroeconómicos del endeudamiento interno y otras políticas económicas del modelo boliviano están mostrando un crecimiento económico positivo de 2,2% y un desempleo bajo de 4%, a junio de 2023. Mientras que la inflación acumulada a septiembre alcanzó 1,5%, confirmando la estabilidad económica y social.

En este contexto se puede afirmar que el modelo está más vivo que nunca porque utiliza el efecto brazo y no deja que los vaivenes del sector externo afecten mucho más a la economía boliviana. La economía no se está hundiendo debido a la activación de políticas de endeudamiento interno y otras políticas económicas que han resultado en estabilidad y crecimiento económico. Sin embargo, esto no es suficiente, se necesitan más políticas y que la Asamblea Legislativa ayude aprobando los créditos externos disponibles.

(*) Marco Gavincha es economista

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Voluntad de pago desde Bolivia

Marco Gavincha

/ 31 de agosto de 2023 / 07:54

En la época antigua, cuando un país quería cobrar su deuda recurría a los buques cañoneros, es decir que se amenazaba con una invasión si no se pagaba lo que se debía. Sin embargo, hoy la soberanía ya no está en juego, sino la reputación. Si un país no paga su deuda, entra en la lista de los países morosos y se le cierran las ventanas del crédito ante los bancos privados internacionales y multilaterales.

Además, los países morosos sufren más cuando hay crisis internacionales porque no tienen la ventana abierta del crédito internacional, no pudiendo aplicar políticas que ayuden a mitigar el mal momento. Sin embargo, la simple reputación no sirve de nada si un país se endeuda cada vez más, sin mostrar capacidad de pago y ni voluntad de pago.

Lea también: Deuda pública: peras y manzanas

La capacidad de pago refleja la capacidad de generar riqueza dentro de un país, usualmente medido por el ratio deuda/PIB. Si un país mantiene un crecimiento sostenible es una buena señal de ingresos estables. Mientras que la voluntad de pago es el esfuerzo que hace un país para pagar puntualmente sus deudas, independientemente si hay o no un contrato de por medio (Eaton y Gersovitz, 1981).

Hasta la fecha, Bolivia no está en la lista de los países morosos porque ha estado cumpliendo su palabra como buen deudor, pese a la adversidad interna y externa de los últimos años. El 22 de agosto, Bolivia ha realizado el pago del capital ($us 183,4 MM) e interés ($us 5,5 MM) del bono soberano internacional denominado Bolivia 2023, reafirmando su capacidad y voluntad de pago.

Este dinero bien podría haberse utilizado en políticas de industrialización que aumenten el crecimiento económico, sin embargo, existe una genuina voluntad de pago con los inversores externos que en su momento confiaron en el país.

A pesar de que algunos medios de comunicación nacional sensacionalistas vaticinan el default de la deuda externa de Bolivia; la verdad es que el país ha estado cumpliendo al 100% con sus pagos de deuda.

El cumplimiento de la deuda se debe a que el nivel de deuda externa del país no es alto, alcanzando 29,2% del PIB en junio de 2023. En una investigación sobre los defaults históricos de deuda externa en diferentes países, Reinhart y Rogoff (2009) muestran que el 80% de los países que se declararon en mora por su deuda externa tuvieron una deuda externa superior al 40% del PIB el momento del default y Bolivia está lejos de ese 40%. Además, otro aspecto a resaltar es que Bolivia no tiene deuda externa de corto plazo. Solamente el 7,8% de la deuda externa es de 10 años plazo, mientras que el 92,2% tiene plazos de entre 11 y 30 años.

Si bien esto no quiere decir que Bolivia deba aumentar su deuda externa hasta el 40%, porque no hay parámetros universales en el mundo de la deuda; tampoco se puede cerrar el grifo de los préstamos externos, mucho menos si es para apoyar emprendimientos productivos generadores de divisas.

En conclusión, los datos no mienten, Bolivia ha sido un buen pagador de sus compromisos de deuda, lo que demuestra capacidad y voluntad de pago. Una ventaja de la deuda externa de Bolivia es que los vencimientos no son una soga al cuello del país y además que su tamaño no es muy grande. ¿De que serviría tener una deuda externa más baja en medio de una mar de pobreza y bajo crecimiento?

(*) Marco Gavincha es economista

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Deuda pública: peras y manzanas

Marco Gavincha

/ 30 de julio de 2023 / 01:17

Recientemente algunos economistas sostuvieron que la deuda pública debe medirse sumando las deudas interna y externa. Sin embargo, esto implicaría sumar peras con manzanas, porque su naturaleza es distinta.

La principal razón para separar la deuda interna con la externa es la denominación de la moneda. La deuda interna es generada en moneda local, en este caso en “bolivianos”. En cambio, la deuda externa es contratada en moneda extranjera, ya sea dólares, euros u otra moneda. Por lo que la suma de la deuda interna en bolivianos y la deuda externa en dólares es como la suma de peras con manzanas.

Si bien se puede convertir la deuda interna a dólares, esto no cambia las características propias de las deudas interna y externa. La deuda interna refleja la capacidad que tiene un gobierno de generar confianza hacia una moneda local, en este caso el boliviano. Si las personas no confiaran en el boliviano, la deuda interna sería reducida.

En cambio, la deuda externa está reflejando la capacidad de generación de dólares, los cuales se consiguen a través de exportaciones, remesas e inversión extranjera. Si Bolivia pudiera aumentar el valor de estas variables, tendría la opción de aumentar la deuda externa.

Muchos analistas han estado observando que la deuda externa crece desmesuradamente y se está hipotecando el futuro del país, sin embargo, esto es falso. Para 2022, la deuda externa del Tesoro General de la Nación (TGN) se situó en 30% del Producto Interno Bruto (PIB), cifra menor a las gestiones 2021 (31,2%) y 2020 (33%).

Estos datos muestran que la deuda externa se está manejando mesuradamente. Otro elemento importante respecto a la deuda externa es que Bolivia ha estado cumpliendo con el pago de los intereses y capital, por lo que ha estado demostrando una voluntad y capacidad de pago de sus deudas, a diferencia de algunos países sudamericanos que han decidido declararse en default.

En cuanto a la deuda interna del TGN, también está dentro de los márgenes de sostenibilidad, a pesar de la crisis económica generada por el gobierno transitorio. En 2019, el ratio deuda interna-PIB era 16%, sin embargo, el gobierno transitorio casi duplicó este ratio a 28% para 2020; posteriormente este dato aumentó a 34% en 2021 y se estabilizó en 35% en 2022.

Algunos analistas muestran estos últimos datos como el camino al abismo, pero no es así por dos razones. Las personas y empresas mantienen la confianza en la bolivianización de la economía y mantienen estables los ahorros y créditos en bolivianos, en 86% y 99% para 2023; esto da confianza al endeudamiento interno.

La otra razón contundente es la inflación baja. Si la deuda interna fuera muy alta, esto se reflejaría en los niveles de inflación por encima del 10% y luego del 40%. Sin embargo, la inflación en Bolivia ha estado alrededor de 3,12% en 2022 y 0,57% a mayo de 2023.

Por tanto, queda claro que las deudas interna y externa son primas cercanas, pero hermanas no son. Los termómetros de ambas indican estabilidad. Sin embargo, la deuda no puede crecer ad infinitum. Los futuros aumentos de deuda deben ser monitoreados minuciosamente en base a criterios científicos acordes a la realidad boliviana, más allá de los famosos umbrales de los organismos externos.

Marco Gavincha es economista.

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