Fukuyama se disculpa
Es harto conocido que el liberalismo en sus dimensiones políticas y económicas (en este caso más conocido como neoliberalismo), es el eje central por el que se elige vivir en Occidente y en esta parte del mundo a través de este modo de entender el desarrollo de la civilización. Sin embargo, en el último tiempo, han emergido una serie de críticas airadas y otras no tanto al liberalismo, porque éste también se encargó de liberar a sus peores demonios en lo político, y especialmente en lo económico.
Pero antes de entrar a explicar los demonios, vuelvo al recientemente libro publicado de Fukuyama titulado El liberalismo y sus desencantados, ahí el autor comienza por defender el liberalismo usando una retirada estratégica a los orígenes del tema, en parte para plantear que deberíamos ir por ahí, pero también para explicarse de qué va cuando habla de liberalismo: doctrina que aboga por la limitación de los poderes de los gobiernos o los Estados mediante las leyes y, en última instancia, las constituciones, así como la creación de instituciones que protejan los derechos de los individuos que viven bajo su jurisdicción.
Uno pensaría que este es un plan fantástico, y por qué no hacerlo entonces, aquí creo que antes de pensar otra idea para contrastar lo dicho por el autor, mejor explicar los dos demonios sueltos y que por cierto Fukuyama también los nombra:
El político, bajo la coartada de la libertad de expresión llevada al límite, hemos olvidado de construir una relación colectiva, porque hoy no se cumple el siguiente principio liberal que el autor apunta: puedes creer lo que quieras, pero debes hacerlo en tu vida privada y no tratar de imponer tus opiniones a tus conciudadanos. Por el contrario, ahora mismo de lo que se trata es de ventilar todo lo que sea posible de la vida íntima de las personas y sin realizar ningún proceso de por medio, nos vamos directamente a la sentencia. Es más, las opiniones privadas que con anterioridad se habrían expresado en persona o por teléfono, son ahora divulgadas por plataformas electrónicas para uso discrecional según los fines de cada uno.
El económico, una de las características del neoliberalismo en el último tiempo fue que existe una oposición férrea a que el Estado regule la economía, porque la creencia de este demonio es que el Estado no hace otra cosa más que interponerse en el camino de los emprendedores e innovadores dinámicos; pero no se dieron cuenta, como también apunta Fukuyama, que su creencia en la primacía de la libertad individual los llevó a oponerse también a la intervención del Estado en materia social. Llegando incluso a considerar que el cuidado de uno depende exclusivamente de uno mismo, dando por descontado el contexto estructural de beneficio con los que parten al formular esa idea.
Así, en el neoliberalismo se pregonó como religión que los mercados eran superiores por ser más eficientes que el Estado, este demonio impulsó la idea de que las privatizaciones son la receta para el desarrollo económico, cuando en realidad lo que generaron fue que se establecieron monstruosos monopolios privados en los que siempre salen ganando los ricos.
Quizá estaban esperando que comente sobre una carta de disculpas de Fukuyama por alguna de sus teorías formuladas, en todo caso los invito a leer el libro que comento porque considero que la mejor manera de responder es con argumentos, no con ideas preconcebidas de entrada, por ahora para no hacerles mucho spoiler me quedo con lo que se plantea de que el liberalismo debiera esperar que los individuos sean responsables de su felicidad, pero el Estado también debería tener plena justificación para entrar en escena y ayudar cuando las circunstancias son adversas y salen de nuestro control.
Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.