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El asesinato político de Sebastián Moro

CONTRAGOLPE

A la medianoche con un minuto del 10 de noviembre de 2019, el diario Página 12 de Buenos Aires publicaba Un golpe de Estado en marcha en Bolivia, nota despachada desde La Paz por su corresponsal Sebastián Moro, que también trabajaba con la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). En dicho reporte periodístico, Moro pormenorizaba lo que horas después se materializaría con la “sugerencia” del Alto Mando Militar a Evo Morales, que hacia el final de la tarde de ese mismo día anunciaba su renuncia a la Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

En los 13 párrafos de la nota escrita por Moro se refieren las condiciones imperantes en Bolivia, caracterizadas por los motines policiales, las insinuaciones militares que luego se traducirían en el derrocamiento de Evo y en el caótico ambiente callejero que tenía a las clases medias conservadoras marchando a paso de parada del brazo de uniformados para escrachar, amedrentar y, si se veía necesario, agredir a los “mugrosos indios” del Movimiento Al Socialismo (MAS) que salían a oponerse al cambio de gobierno por la vía de la violencia, la represión y días más tarde a través de las masacres que provocaron 37 muertes en las zonas de Huayllani-Sacaba de Cochabamba y Senkata de El Alto de La Paz.

Hoy, a tres años de los acontecimientos producidos en Senkata, debemos también recordar que a los pocos días de los convulsionados días del golpe de Estado que catapultó a Jeanine Áñez a la presidencia de Bolivia, Sebastián Moro fue encontrado en su casa de La Paz con marcas en su cuerpo producto de una tremenda golpiza. Conducido a un hospital de la ciudad, debido a la gravedad y contundencia de las agresiones sufridas, el periodista argentino falleció, tragedia que hoy día tiene a parte de su familia en nuestro país clamando por justicia.

Sebastián Moró vivía en Bolivia y sus credenciales informan que era un periodista comprometido con la defensa de los derechos humanos e identificado con el “proceso de cambio” liderado por Evo Morales. En el maremágnum de acontecimientos e informaciones, esta penosa e indignante historia no está consignada en mi libro Democracia interrumpida, crisis de Estado y gobierno de facto en Bolivia, vacío que repararé como corresponde en una segunda edición prevista para 2023.

A Moro lo mataron por ser periodista de izquierda, por proclamar abiertamente su identificación con el gobierno del MAS y por trabajar con la principal organización que aglutina a los trabajadores campesinos de Bolivia, a través de su medio impreso Prensa Rural y radio Comunidad. Lo mataron los paramilitares o parapoliciales que han vuelto a salir a las calles del Plan Tres Mil de Santa Cruz de la Sierra para saquear, masacrar y violar a sus habitantes, migrantes collas dizque residentes de la ciudad más hospitalaria de Bolivia “bajo el cielo más puro de América”, con el grosero pretexto de defender una fecha para la realización del Censo Nacional de Población y Vivienda.

Ese mismo 19 de noviembre de 2019, este periodista fue víctima de la criminalización mediática perpetrada por los tocayos Peñaranda y Garafulic. En la Brújula digital de Peñaranda se publicó “La diputada masista Susana Rivero y su esposo Julio Peñaloza fueron vistos en el aeropuerto de El Alto este martes, con rumbo a Lima con conexión a México, según testigos que estaban en la terminal aérea”, y en Página Siete algo parecido: “La asambleísta Susana Rivero y su esposo fueron vistos en el aeropuerto. Testigos vieron a la diputada y a Julio Peñaloza abordando un avión rumbo a México”.

En su plan persecutorio, como palanca mediática golpista, el execrable periodismo practicado por estos personajes no solo que nos criminalizó seguramente con el objetivo de ser “cazados” como lo pretendía el ministro de la muerte Arturo Murillo, con todos los masistas “sediciosos, terroristas y narcotraficantes”, sino que publicó una falsedad porque jamás abordamos avión alguno a México. Resulta que nuestro temor a pisar el aeropuerto de Viru Viru nos obligó a buscar otra conexión que nos condujera a Buenos Aires, ciudad en la que artesanos de Caminito salieron en nuestra defensa cuando unas señoronas muy cruceño blancoides se acercaron para agredirnos. Nos habían reconocido gracias a las fotos registradas en el aeropuerto de El Alto y publicadas por Brújula digital y Página Siete, corrijo, Página Miente.

En una de las fotografías publicadas por estos genios de la mentira y la manipulación mediática aparece mi hijo Sebastián, entonces menor de edad. Ni siquiera por eso, Peñaranda recordó que alguna vez (1995) lo había llevado a trabajar al diario Última Hora que por entonces me encomendaron relanzar sus propietarios, herederos de Mario Mercado.

Con la rabia y el dolor contenido, porque mi historia es insignificante frente a la tragedia que vive la familia de Sebastián Moro, me sumo a su clamor: ¡ Justicia con cárcel para sus asesinos golpistas!

Julio Peñaloza Bretel es periodista.