La pelota no se mancha
Estas últimas semanas el país giró en torno al mismo centro: el Censo. Que el 2023 o muerte, que la argumentación técnica, que la politización, que las reuniones, que los portazos, que los bloqueos, que los cercos, que la violencia, que los muertos, que las agresiones a las mujeres, que los titulares a medida, que los cabildos, que las noticias falsas, que los proyectos de ley, que el cansancio en las calles.
Pero el mundo es redondo y da vueltas. La pelota también y, encima, no se mancha. A partir de ahora, los espacios y pesos del conflicto serán otros. En el país vecino, la ministra de Trabajo argentina dijo que bajar la inflación no es la prioridad, que eso puede esperar, que lo “primero es que Argentina salga campeón”. No es que el mundo se detiene. Es más bien que mira a otro lado. Mira a Catar. Y Catar se deja ad/mirar.
Pasó con cada país que fue sede del Mundial: vestidos de lentejuelas listos para recibir a los visitantes, ya que pocos acontecimientos logran concentrar los lentes de las inmensas estructuras mediáticas. Lo explica con claridad y sin titubear Jorge Barraza, en una de sus últimas columnas de LA RAZÓN: se busca cautivar al mundo. Sin olvidar que está desde el ejemplo de Italia que “tiró el país por la ventana” hasta el otro extremo, un Estados Unidos que fue más utilitario que creativo. De cumplir, cumplieron, pero hasta ahí, los norteamericanos.
Este 2022, Catar abre las puertas del país de Nunca Jamás porque lo que hoy se inaugura es inédito incluso para los especialistas. Este espectáculo futbolero no se puede comparar con ninguna experiencia anterior. Un país con dos millones de habitantes que recibe un número parecido desde estos días. Un pedacito de planeta, con una asombrosa historia, una extraña estructura política, una economía de composición singular, un cóctel cultural y religioso que despierta agudos cuestionamientos, un pedacito de planeta que dedicó dinero, esfuerzos y tiempo en construir impresionantes instalaciones y tejer negociaciones del más alto nivel para celebrar desde hoy la más costosa fiesta del fútbol.
Sin embargo, el emirato está bajo el dedo índice de Occidente. Comencemos con las más preocupantes acusaciones que, poco tiempo anterior a este domingo, tuvieron sonoros ecos de los grandes medios europeos. Barraza recuerda una pancarta que resume el espíritu del dedo acusador: “15.000 muertos por 5.760 minutos de fútbol… ¡Qué vergüenza!” En efecto, un asunto que debe ser esclarecido porque está en cuestión la muerte de trabajadores y condiciones inhumanas. Por ahora no hay una investigación que certifique las cifras que medios publican. Se dice que organizaciones de derechos humanos siguen recolectando pruebas. Habrá que esperar y habrá que exigir que estas denuncias no queden en ámbitos periodísticos. Con este mismo entusiasmo, se podría evaluar también la organización de la final de Champions en París que dio paso a ejércitos de delincuentes y atracadores que en una noche hicieron estragos. Con la misma firmeza podríamos preguntarnos también si el tiempo de guerra que hoy llena las páginas informativas (que le costó la expulsión a Rusia) es compatible o decoroso con la fiesta del deporte más popular. Por ahora, Francia está decidida en sus acciones: siete ciudades francesas, París incluida, no transmitirán los partidos en pantallas gigantes. El argumento es que Catar se ha convertido en un desastre humano y ambiental. Très bien. Con todo, si se trata de defender principios, sería más lindo ir hasta el final: ¿en Francia se pensó en la posibilidad de que no participe su selección, como clara señal de protesta? ¿Liberté, égalité, sin Mbappé?
El punto es que éste parece ser un momento privilegiado para lanzar dardos mediáticos desde Occidente olvidando que el abuso o el patriarcado no tiene fronteras. Mientras tanto, figuras de la música para las masas como Shakira ya dieron el portazo a Catar. La batalla solo comienza. De una canción emocionante y contagiosa puede depender la madre de las batallas. O pregunten a Piqué cómo una canción pesa en la balanza de las percepciones. Los-fe-li-ci-to-qué- bien-ac-túan...
Eduardo Galeano, en uno de sus cortos y cortantes relatos, visibilizaba: “Mohammed Ashraf no va a la escuela. Desde que sale el sol hasta que asoma la luna, él corta, recorta, perfora, arma y cose pelotas de fútbol, que salen rodando de la aldea paquistaní de Umar Kot hacia los estadios del mundo. Mohammed tiene once años. Hace esto desde los cinco. Si supiera leer, y leer en inglés, podría entender la inscripción que él pega en cada una de sus obras: esta pelota no ha sido fabricada por niños”. A espaldas de niños como Mohammed, el mundo sigue girando. Las pelotas no dejaron de rodar. La explotación, la pobreza y la hipocresía, tampoco.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.