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Del paro, su derrota

HURGANDO EL AVISPERO

En el momento de escribir esta columna, los promotores del paro en Santa Cruz estaban buscando un resquicio para un asidero discursivo, más o menos sólido, para levantar esta medida de presión que duró (casi) un mes. Especialmente para los soberbios se le hace muy difícil asumir el balance negativo. Se quiere marear la perdiz para esquivar los efectos de la derrota, por ejemplo, un editorial de un periódico cruceño decía: “Santa Cruz hizo su batalla más larga en democracia”. En todo caso, este tipo de consuelo aconsejan los psicólogos para aceptar la derrota: “reconocer el esfuerzo realizado”, pero eso no anula el hecho político concreto: esa batalla, a pesar de algunos logros pírricos, devino, finalmente, en una capitulación.

Otro periodista cruceño muy cercano a la dirigencia cívica se preguntaba: ¿Cuándo y cómo levantar el paro? Y ese “cómo” no es solamente un adverbio, sino que entraña algo más profundo porque tiene connotaciones políticas: ¿cómo salir del atolladero?, o sea, ¿cómo perder?

Entre los pocos consuelos que queda en el balance negativo del paro para la dirigencia cívica y el Gobernador cruceño está la convocatoria del cabildo quizás más numeroso, pero en los hechos se convirtió en patético, ya que las preguntas lanzadas eran abstractas y apuntaban a otros interlocutores que no hacían el tema central del paro: la fecha del Censo. O sea, eran preguntas capciosas y algunas sonaban amenazantes, que buscaban, en definitiva, marear la perdiz: la derrota.

Ese cabildo quizás sirvió para cohesionar a la “cruceñidad”. En todo caso, era previsible, amén a un yerro de las organizaciones sociales afines al Gobierno: el cerco sobre la ciudad de Santa Cruz. El teórico de la guerra Sun Tzu decía acertadamente: “La peor táctica es atacar a una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad solo se lleva a cabo como último recurso”. Efectivamente, este cerco cohesionó a una parte de los cruceños que se reflejó, entre otras cosas, en la masiva concurrencia al cabildo.

Este cabildo es considerado como el más numeroso de la historia regional, pero, a la vez, fue más simbólico que efectivo. Quizás sea el último a realizarse por muchísimo tiempo. El propósito apuntaba a amortiguar los efectos de la derrota, pero, paradójicamente, reveló descontentos. Al cierre del mismo, por ejemplo, hubo una trifulca proveniente de los miembros de la nefasta Unión Juvenil Cruceñista arengando consignas de “traidores” a los líderes de esta movilización e inclusive, luego del cabildo, se dirigieron enojados al domicilio particular del presidente de la entidad cívica.

En este afán de amortiguar los efectos de esta adversidad política, la presión cívica se orientó, esta vez, a la Asamblea Legislativa Plurinacional para arrancar en este espacio una ley que garantice el desarrollo del Censo, pero, más allá del efecto normativo, esta ley es imperiosa para los organizadores del paro porque les sirve no solamente para amortiguar la derrota, sino fundamentalmente para salvar políticamente sus cabezas.

En suma, la estrategia de “suma cero”—seguramente sugerida por el asesor peruano del Gobernador cruceño; según la denuncia de diputados de Creemos es, a la vez, asesor actual del expresidente Evo Morales— asumida por los cívicos, había la posibilidad de ganar o perder, no había otra opción. Y, perdieron. Con esta derrota, ellos malgastaron algo valioso para su fin político perverso: el control del miedo, instrumento amenazador que operó en el golpe de Estado de 2019. Hoy, más que nunca, se necesita juzgar y sentenciar a estos desestabilizadores de la democracia.

Yuri Tórrez es sociólogo.