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¿De qué sirvió el paro?

TRIBUNA

Han pasado 32 días desde que los cívicos cruceños apostaran por un paro indefinido como medida de presión ante la negativa del Gobierno de modificar la fecha del Censo para 2023. A más de un mes de protestas callejeras, los ciudadanos de a pie comienzan a retomar una vida casi normal, empero, el aire que se respira a los alrededores pareciera estar lleno de intrigas entre sus habitantes sobre ¿qué ganó Santa Cruz con el paro?, ¿qué ganó el pueblo boliviano? o ¿quién verdaderamente se benefició de esta pulseta política?

El día después del paro es igual de difícil que salir de una resaca. Las fábricas encienden nuevamente sus máquinas, las plantas comienzan a recalentar sus hornos, los buses prenden motores, los bancos reabren sus puertas al público, el comercio se reaviva gracias a la movilidad de la gente. La actividad económica comienza a reactivarse.

Desafortunadamente para la economía popular ya es un poco tarde. Muchas familias dejaron de vender el poco capital con el que trabajan día a día. Los expendios de comida, el comercio y otros servicios tienen que enfrentar el cobro de alquileres y otros costos fijos del mes a pesar de no haber trabajado. En el sector agropecuario los campesinos tuvieron que rematar su producción incluso a su costo por miedo a quedarse con la cosecha en manos. Los transportistas deben cuotas mensuales a los bancos que, de no cumplirlas, entrarán en mora. En fin, una gran parte de la población cruceña y boliviana ha sufrido grandes pérdidas.

Esta estrategia no solo buscó desgastar políticamente al Gobierno, sino que apostó por la autodestrucción del propio aparato productivo y el deterioro de los principales indicadores económicos que ostenta el Gobierno. Esta aventura política le ha costado al país más de $us 1.000 millones de su Producto Interno Bruto, limitando su capacidad de expansión inicialmente proyectada en 5,1% a cerca de la mitad (2,6%). La inflación de octubre subió en 0,75%, un valor mensual solo superado por la inflación de noviembre de 2019, coincidentemente en otra protesta ciudadana iniciada en el oriente.

Desde los círculos cívicos, la lectura parece ser otra. Hay un esfuerzo mediático desmedido por magnificar los réditos del paro, cuando en la realidad es evidente que el sacrificio de la población cruceña fue enorme en comparación con los resultados alcanzados. La distribución de recursos ya estaba contemplada en la Ley de Participación Popular 1551. Para la distribución de escaños no se requiere una nueva ley, sino hacer cumplir al Tribunal Supremo Electoral los plazos ya establecidos en la Ley 026. La agenda del federalismo tampoco es nueva. Pareciera correr un sentimiento de desilusión y rabia en algunos segmentos de la población cruceña por sentirse utilizados más que escuchados por su propia clase política.

Lo que corresponde ahora es dar vuelta a la página de los conflictos y retomar la senda del trabajo y la producción. El show mediático se ha trasladado de las calles a la Asamblea Legislativa. Se requiere mucha madurez política de sus actores para destrabar este conflicto y no crear un nuevo campo de batalla. Una señal positiva desde el Gobierno sería que anuncie algunas ayudas para la población más afectada, como facilidades de pago en el cobro de las obligaciones tributarias, extender los plazos para el diferimiento y reprogramación de créditos y una posible ampliación de la fecha límite para el pago del aguinaldo, para dotar un respiro al sector privado.

Santa Cruz ha ganado presencia política más beligerante en las calles que con su representación parlamentaria que ha demostrado ser poco efectiva y que paradójicamente hoy reclama ser más numerosa. La infrarrepresentación cruceña en la vida política nacional no se debe al número de escaños, sino a la falta de capacidad de sus líderes políticos que no han logrado contagiar al resto del país hacia un mismo proyecto político, por falta de una visión integradora de desarrollo nacional. En su lugar, se ha atrincherado en reivindicar casi aisladamente la bandera del regionalismo. El movimiento ciudadano cruceño que está emergiendo de estos cabildos se merece nuevos liderazgos con ideas renovadoras. La actual clase política cruceña debe dar un paso al costado y repensar su estrategia política de cara al futuro, porque ni la población boliviana y ni el propio pueblo cruceño le darán opción a un nuevo paro indefinido.

Omar Velasco Portillo es economista.