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Jóvenes en la era del fentanilo

TRIBUNA

En septiembre, dos niñas de 15 años en Los Ángeles sufrieron una sobredosis de fentanilo, a la cual una de ellas no sobrevivió, tras comprar lo que creyeron que eran opioides que se venden con receta. En la era del fentanilo y otras sustancias sintéticas fabricadas de manera ilegal, el peligro que implica probar las drogas es mayor que nunca.

Sin embargo, el fentanilo callejero y sus derivados pueden tener una intensidad decenas o miles de veces mayor que la oxicodona del Percocet. Las sustancias sintéticas que se venden en las calles suelen encontrarse en drogas que se venden como heroína o píldoras prescritas, pero a veces están presentes en las drogas “de fiesta”, como la cocaína. Esto ha aumentado de manera exponencial el riesgo de uno o dos experimentos juveniles.

Sin embargo, en un país donde los adolescentes son bombardeados con historias alarmistas y exageradas sobre todo tipo de sustancias —incluido el fentanilo, por supuesto— ¿cómo pueden hacer los programas de prevención de consumo de drogas para superar ese bullicio y captar su atención?

De las estrategias eficaces surgen dos ejes clave. Uno es que, para conectar con los adolescentes, debes ganarte su confianza mediante la honestidad, no solo tratar de infundirles miedo. El segundo es que los programas escolarizados deben reconocer que no se puede prevenir por completo el consumo de drogas. En vez de solo enfocarse en la abstinencia, buscan prevenir los comportamientos de más alto riesgo y atender los factores personales y ambientales que más podrían conducir a la adicción. Hoy en día, se reconoce más la necesidad de lo verídico por encima de lo estrafalario.

Las investigaciones sugieren que quienes están en mayor riesgo de volverse adictos a menudo manifiestan temperamentos muy particulares que se pueden detectar desde la edad preescolar: por ejemplo, extrema osadía o ansiedad grave. En el largo plazo, la prevención eficaz de la adicción requiere un cambio social para prevenir o al menos intervenir a tiempo con respecto al trauma de la infancia, mediante la creación de comunidades propicias para la salud mental con escuelas seguras y favorables, actividades extracurriculares estimulantes y acceso a atención médica integral. Pero primero, debemos mantener a los jóvenes con vida y eso significa tener conversaciones incómodas y honestas sobre los peligros de las drogas y las formas de minimizar los riesgos para quienes las usan.

Nadie ha descubierto una manera de eliminar la impulsividad y el afán por tomar riesgos de la juventud, lo cual quizá sea lo mejor, ya que estas características también pueden apuntalar el aprendizaje y la creatividad. Pero sí podemos reducir las probabilidades de que los actos insensatos que cometen los jóvenes terminen con sus vidas.

Maia Szalavitz es columnista de The New York Times.