Menos árboles, menos lluvias…

La naturaleza es un sistema perfecto y balanceado, genera vida con cada elemento y proceso ecológico. Erróneamente asumimos que la naturaleza es… y que nosotros somos, pero es lo contrario; “somos naturaleza”. El hecho de utilizarla para nuestro servicio nos ha desconectado más de ella, cada impacto en la naturaleza coloca en riesgo la estabilidad climática del planeta, la seguridad alimentaria e hídrica de millones de personas.
La deforestación y los incendios están generando una inesperada metamorfosis en áreas tan vitales como la Amazonía. Los extensos bosques amazónicos en el sureste de Brasil están dejando de contrarrestar los efectos del cambio climático. Hoy emiten más dióxido de carbono de lo que habitualmente absorbían (Revista Nature, 2021). La reducción del bosque está provocando sequías más intensas, favoreciendo un clima propicio para más incendios y más degradación.
El estrés que sufren los ecosistemas con cada evento de incendios y sequías aumentan la mortalidad de los árboles (Brienen et al. 2015), provocando mayores emisiones de carbono. Menos árboles significan menos lluvia y temperaturas más altas, la estación seca se hace cada vez peor y nos impacta cada vez más.
Atravesamos un ciclo muy negativo, la reducción y degradación de los bosques nos cobran factura. En la Amazonía boliviana, municipios como Ascención de Guarayos se declaran en emergencia ante la falta de agua. La deforestación en este municipio eliminó el 23% de sus bosques, las lluvias se redujeron en -11% en los últimos 10 años y la sequía extrema se prolongó a más de cuatro meses.
La escasa humedad en la tierra retrasa la siembra de cultivos como el maíz y sorgo en el Chaco boliviano, quedando incierta la campaña de verano por la falta de lluvias. La desesperación por el agua no es ajena en las ciudades de Potosí y Sucre. Los Andes experimentan un acelerado retroceso de glaciares, se ha perdido más del 40% de su cobertura en los últimos años (RAISG, 2021) e impacta directamente en la recarga hídrica en las cuencas.
El mundo atraviesa una escalada de impactos climáticos. Este fin de semana la COP27 celebrada en Sharm el Sheikh (Egipto) dejó sabor a poco porque no se cumplió lo establecido en Glasgow (COP 26), aunque ocurrió un acuerdo histórico con la creación de un fondo que compensará a los países en vías de desarrollo por pérdidas y daños sufridos por el cambio climático. Si bien se priorizará a países vulnerables como receptores del fondo, no queda claro quién recibe la ayuda y quiénes son los que pagan.
Lo cierto es que la crisis del agua es más palpable en nuestro país, mientras continúe avanzando la deforestación y los incendios. El tiempo es muy valioso para evitar más impactos. Debemos crear planes y acciones que mejoren nuestra capacidad para adaptarnos a los efectos climáticos. Cada árbol juega un rol clave para enfrentar al cambio climático, cuidarlos es cuidar de nosotros.
Marlene Quintanilla es directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza.