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Sobre el llamado Titanic

IMAGINARIOS  PACEñOS

La pronta inauguración de un nuevo cholet, llamado popularmente el Titanic (aún no tiene nombre), no es un tema menor en el devenir de la arquitectura alteña. Marca una nueva tendencia en el trabajo de Freddy Mamani que merece ser interpretada con agudeza e ingenio para contraponer ideas a la obsecuente teoría arquitectónica de esa ciudad.

La irrupción de los cholets en la ciudad alteña no fue una genialidad personal como supone el encumbrado arquitecto Mamani. Fue, y esto es lo más importante de la arquitectura/ cholet, un proceso social de acumulación creativa. Sus antecedentes se encuentran en el barrio Chijini de la cuidad de La Paz, a los que sumaron personajes como el padre Obermaier y sus iglesias estilo alasitas/ bávaras, entre muchos otros. Ese proceso social, fortalecido por la acumulación económica y política, gestó en décadas construcciones con formas y detalles inscritos en lo lúdico y lo festivo, que son atributos característicos de la cultura local. En esa línea festiva surgieron, y en progresión geométrica, edificios delirantes con detalles que marcan una incontinencia creativa única en la región: detalles neo-andinos, prótesis dentales, iconografías tecnofílicas, Transformers, réplicas 4×4, incluso una pequeña Estatua de la Libertad como en Better call Saul. Sin apegos identitarios, y con una apropiación perversa del imaginario del mundo global, esta arquitectura/cholet cuenta ya con una incipiente teoría que presenta esa arquitectura como una modernidad apropiada. Lo evidente es que el nuevo Titanic abre una veta Hollywood/Las Vegas para una sociedad ávida de mostrar con desfachatez su propuesta artística. Por ello, y colmado de paradojas e incongruencias, un lujoso yate está encallado en el penthouse de un edificio, “surcando” los vientos secos del altiplano, como el clamor arquitectónico de un país mediterráneo.

No tengo dudas de la vigencia e importancia de la arquitectura/cholet. Sus autores y teóricos deberían estar conscientes de su rol en este tiempo. Y con ello en mente, comenzar a cultivar un pensamiento crítico que vaya más allá del autobombo y la autocomplacencia muy propios de las sociedades emergentes. No todo lo que brilla en esas fachadas es oro para el futuro.

¿Qué paisaje cultural tendrá El Alto? A mi entender será una ciudad temática, que a diferencia de Las Vegas, será visualmente bizarra y funcionalmente delirante porque estará agarrotada de actividad terciaria, con réditos y proyecciones más allá de las fronteras; pero cuya visualidad, cuyo fachadismo, no ocultará los temas fundamentales de este nuevo tiempo, a saber: ciudad y territorio sustentables.

Carlos Villagómez es arquitecto.