A pesar de la inestabilidad e incertidumbre que caracterizan al panorama internacional, se pueden identificar los principales vectores que impulsarán el largo proceso de transición geopolítica global. En efecto, Estados Unidos y la China ya han fijado en sendos documentos estratégicos sus posiciones respecto de la visión y los objetivos de su política internacional de largo plazo.

No es la primera vez en la historia del mundo que el orden internacional sufre profundas transformaciones cuando cambia la correlación de fuerzas entre las principales potencias. Un ejemplo bien conocido es el traslado de la hegemonía internacional desde Gran Bretaña a los Estados Unidos, como consecuencia de dos guerras mundiales y una gran depresión entre 1914 y 1945.

Con miras a establecer los efectos de dicha transición respecto de las opciones de desarrollo de América Latina, Raúl Prebisch estableció la metáfora del Sistema Centro-Periferia, que sirvió durante varias décadas de base analítica en el ámbito de la CEPAL. Lo esencial de dicha interpretación radica en la diferenciación estructural entre las economías del Centro y las de la Periferia, así como en las asimetrías consiguientes que se derivan de la división internacional del trabajo entre ellas, puesto que los beneficios de la especialización internacional se apropian de manera desigual.

Siendo las economías del Centro el origen del ciclo económico y del progreso tecnológico, las economías de la Periferia serán dependientes e incapaces de retener el total del excedente que generan, a menos que un conjunto de políticas económicas, comerciales y financieras adecuadas contrarresten la propensión concentradora inherente al funcionamiento espontáneo del sistema. A tal efecto, resulta imprescindible tomar en cuenta las diferencias estructurales entre la economía central anterior y la que la sustituye en el nuevo orden.

El acierto innegable de la interpretación de Prebisch consistió en proporcionar los argumentos analíticos suficientes para que los países latinoamericanos respondan en su época al cambio hegemónico en el Centro con una importante transformación de su aparato productivo y de su inserción internacional.

La metáfora de Prebisch es ciertamente una estilización inicial, pero sirve bastante bien para añadirle los rasgos estructurales de la economía internacional fragmentada entre dos grandes potencias con vocación de supremacía, algo más de unas cuarenta economías de desarrollo avanzado y más de cien economías periféricas y semi periféricas, ubicadas en América Latina, Asia y África, que constituyen los territorios en disputa entre los Estados Unidos y la China, con sus respectivos aliados y zonas potenciales de influencia.

A partir de una tal visión esquemática de la constelación internacional de fuerzas al comienzo de la transición geopolítica global en que nos encontramos, es posible proponer algunas consideraciones sobre las opciones de América Latina en ese contexto.

En primer lugar, ninguno de los países latinoamericanos está en condiciones de plantear con éxito sus intereses en los diferentes foros y escenarios de la negociación de las reglas del juego del sistema económico internacional. Únicamente la participación de América Latina como un jugador global agrega la capacidad necesaria para terciar en las negociaciones internacionales de los grandes temas de la época.

Segundo, en vista de las diferentes modalidades de relacionamiento actual de los países de América Latina con Estados Unidos y la China, una tarea primordial para el futuro inmediato consiste en la articulación de los diferentes mecanismos de integración y cooperación existentes, de manera que se incremente la capacidad negociadora de la región como tal, se contrarresten las tendencias centrífugas y se evite la indeseable bifurcación geopolítica de la región.

Horst Grebe es economista