La gente es amable. Algunas personas son maravillosas. Por un tiempo. Luego pasan a la siguiente viuda. Así es como debería ser. Pero me di cuenta de que no estaba preparada para eso después del siguiente intercambio de correos. Una amiga me escribió: “¿Cómo estás?”. “Estoy mejor”, le respondí. “¡Ay! No sabía que estabas enferma”, me contestó. Como enviudé hace más de un año, mi amiga había asumido que había superado el duelo y que me sentía mejor después de, quizás, un resfriado o de un reciente contagio de COVID. Pero quería decir que me sentía mejor acerca de mi viudez. Imagino que se suponía que ya me había recuperado de eso. Al parecer, el periodo adecuado es un año, más o menos. Al parecer no estaba haciendo bien la recuperación.

Si consideramos la cantidad de viudas que hay en Estados Unidos (11,4 millones frente a unos 3,4 millones de viudos), me sorprende que, con frecuencia, a la gente se le dificulte saber cómo hablar con nosotras, cómo estar con nosotras. Estados Unidos es, como nunca antes, un lugar sensible, incluso hipersensible: nunca habíamos tenido tantas conversaciones sobre las necesidades de salud mental, especialmente de los estadounidenses más jóvenes. Aunque muchas de nosotras estamos bien en comparación con otros grupos demográficos, necesitamos que las personas sepan de nosotras y sean conscientes de que no somos todas iguales y que no todas experimentamos la pérdida y el duelo de la misma manera. Y también tengo un mensaje para mis compañeras viudas: interactuar con las personas también requiere esfuerzo y creatividad de nuestra parte.

Primero que nada, debo decir un poco más sobre nosotras. La mayoría de las mujeres que enviudan cada año tienen más de 65 años, y por lo general sobreviven a sus parejas por muchos años. Las viudas tienen más probabilidades que las mujeres casadas de ser pobres. Es más común que los hombres viudos vuelvan a casarse (y suelen casarse con mujeres más jóvenes) que las mujeres viudas lo hagan. Los hombres y mujeres estadounidenses negros enviudan a edades más tempranas que los estadounidenses blancos. Cerca del 24 por ciento de los estadounidenses negros entre 65 y 74 años son viudas o viudos, comparado con solo el 15 por ciento de los estadounidenses blancos.

No todas las viudas sufren por su pérdida. Para algunas, la agonía de sus parejas fue tan terrible que la muerte es algo compasivo y, por lo menos al principio, lo que la viuda siente es alivio. Muchas de las viudas mayores tienen hijos adultos que pueden ayudar a sus madres a sentir que sigue habiendo alguien que las ama. Una de las principales maneras en las que yo soy distinta es que nunca tuve hijos (ni hermanos). Cuando tenía cerca de treinta años y me diagnosticaron cáncer de mama, un doctor me recomendó no tener hijos. Quizá no los hubiera tenido incluso sin su recomendación; era la década de los setenta y yo era lo que se conocía como una mujer enfocada en su carrera. Muchos años después, cuando descubrimos que un colonoscopista que consultó mi esposo, Ed, supuestamente no detectó la evidencia de un cáncer de colon avanzado y nos enteramos que Ed estaba desahuciado, bromeábamos con adoptar un hijo de 60 años.

Aunque estés sola, hay maneras de estar menos sola. Puedes ayudar a otras personas con alguna habilidad que posees. Puedes mantenerte en contacto con amigos, incluso si no son perfectos. Yo, además, sigo reuniéndome en Zoom con ellos, cosa que es mucho mejor que una llamada telefónica.

Y aquí hay otro consejo: si quieres mantener a esos amigos, no te olvides de preguntarles cómo están ellos. Es algo que a veces incluso las personas alegres se olvidan de hacer. Esta es una opción que quizá solo sirva para esta servidora: leo libros que no tienen nada que ver con la cotidianidad. Como a Anthony Trollope. Ver películas no me sirve mucho a mí, pero sé que sí le sirve a muchas otras. La actividad física puede dar ánimo. Hace que el corazón palpite de manera reconfortante. Y si nada de eso sirve, muchas viudas podemos considerar el hecho de que la parte principal de nuestras vidas fue una vida libre de COVID, de Vladimir Putin y de Donald Trump; un mundo mucho más bello que el de ahora.

Por último, amigos de las viudas, aquí hay unas cuantas pistas: la principal es que no manden un correo empático a su amiga que enviudó y después desaparezcan. No le cuenten historias tristes sobre sus otras amigas viudas. No asuman que, después de un año, la viuda estará de nuevo alegre (véase el primer párrafo). No asuman nada acerca de las finanzas de la viuda. Y ahora, hablando en lo personal: mis amigos cristianos mandaron flores; mis amigos judíos mandaron comida. La comida es mejor.

Betty Rollin es columnista de The New York Times.