Eclipse a la cultura
En el último tiempo la ciudad de La Paz fue testigo de expresiones urbanas que crecieron en dimensión y número; sin embargo, algunas de ellas fueron sobredimensionadas, olvidando que esta urbe escribió su historia con hechos sociales y culturales trascendentales, los cuales son capaces de describirla sin necesidad de inventar otros.
Cuando ocurre aquello pareciera que está forzando el hecho de dar identidad a una ciudad que tiene por demás la suya propia y no requiere del sobredimensionamiento de costumbres o hechos que parecieran mostrarse hasta artificiales y engañosos. Es más, se debiera recordar que La Paz tiene un prestigio simbólico adquirido en el tiempo, lo que no tiene discusión alguna.
Además, desde su origen esta ciudad ha demostrado su condición territorial de lugar de manifestaciones culturales, donde lo simbólico subyace a cualquier otro tipo de expresiones que pretendan ser popularizadas, como es el caso de la “entrada” de los comerciantes navideños disfrazados de papanoeles al Parque Urbano Central. Una actividad que pareciera manipular el sentido espiritual de la Navidad hacia lo comercial.
De igual manera, no faltan otras entradas barriales que olvidan el valor y prestigio cultural de ciertas expresiones propias de La Paz, como es la entrada del Gran Poder. Todo ello hace necesario recordar que el patrimonio cultural es resistente a cualquier proceso de imitación. Una realidad que muestra, sin equivocación alguna, cómo “una actuación social puesta en escena, simulacro, espejo de espejos, es un modelo sin origen real”, como afirman ciertos escritos.
Volviendo al tema de la feria, no se debe olvidar que los mercados navideños existen en la mayoría de las ciudades del mundo y que se caracterizan por ser pequeños lugares amables, pensados para el disfrute de la población y no solo para el comercio. Es cierto que la gente necesita trabajar y vender, pero precisamente por eso la feria navideña de La Paz debe mostrarse como tal: un mercado de venta de productos navideños que no requiere de papanoeles que invadan la ciudad antes de su instalación en el sector mencionado.
En cuanto a otras manifestaciones urbanas, se debe remarcar que La Paz siempre ha contado con sorprendentes expresiones que no requieren incrementarse con aportes adicionales, pues poseen la suficiente fuerza cultural, por lo que el sobredimensionamiento de otras actividades como la mencionada parece innecesario. Esto por la esencia cultural, que se ha convertido en evidencia histórica.
Asimismo, es importante indagar el significado de ciertos espacios públicos y respetar sus límites porque corren el riesgo de perder el valor que aún tienen. Es el caso de la plaza del estadio, hoy utilizada para ferias dominicales, pese a ser un espacio rememorativo (copia del templete de Tiwanaku) que invita al paseo turístico y de la población.
En ese sentido, una actuación social puesta en escena no debiera tener lugar en una ciudad como La Paz, que tiene una identidad consolidada, propia y singular. Sobra pues el sobredimensionamiento o imposición de manifestaciones que solo confunden las expresiones propias, que además ya consolidaron a los lugares más destacados de la urbe.
Para terminar, toda teatralización del patrimonio es un esfuerzo, por similar y olvidar que existe un origen, una sustancia fundante con bienes simbólicos propios, los cuales pueden convertirse en claves para deconstruir hasta los vínculos entre cultura y sociedad.
Patricia Vargas es arquitecta.