“Nos encontramos hoy en el umbral de un gran acontecimiento tanto en la vida de las Naciones Unidas como en la vida de la humanidad. Esta Declaración bien puede convertirse en la Carta Magna internacional para todas las personas del mundo”.

Con estas palabras, Eleanor Roosevelt, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, presentaba el 10 de diciembre de 1948 la propuesta de Declaración Universal de Derechos Humanos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Después de un corto debate, la Declaración fue adoptada sin ningún voto en contra con la Resolución 217 (III).

El próximo año, por tanto, se cumplirán 75 años de la adopción de la Declaración. Un documento que tiene “el potencial de superar la división y la polarización”, y nos propone “el camino hacia la paz con la naturaleza y con nuestro planeta y hacia el desarrollo sostenible para las generaciones futuras”, como nos invita a reflexionar el recientemente nombrado Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk.

A partir de este documento, las Naciones Unidas forjaron las bases de lo que conocemos hoy como el derecho internacional de los derechos humanos. En la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos en Viena de 1993, 45 años después de la Declaración, se reforzaron importantes principios de los derechos humanos, reconociendo que son universales e inalienables, indivisibles e interdependientes. Y también en Viena se proclamaron inequívocamente los derechos de la mujer y la necesidad de combatir la impunidad, incluido mediante la creación de una corte penal internacional permanente.

Los derechos van evolucionando hacia modelos de construcción de relaciones sociales pacíficas y constructivas, basadas en la libertad, la igualdad y la solidaridad, respetando la pluralidad de cosmovisiones. Y en mayor armonía con el medio ambiente. Así, la Asamblea General adoptó en julio de este año una resolución pionera reconociendo que el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible es un derecho humano.

Hoy, en 2022, vemos cómo muchas de las promesas de los foros internacionales se han cumplido, aunque nos quede un largo camino por recorrer. El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, explicaba recientemente que el hambre, la desigualdad, la intolerancia y la violencia contra las mujeres, entre otros males exacerbados por la pandemia de COVID-19, se unen a una triple crisis planetaria motivada por el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

En la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos estamos convencidos de que la satisfacción de todos los derechos humanos es la mejor solución para enfrentar esas complejas crisis. Garantizar un nivel de vida adecuado para todos y para todas, sin discriminación, respetando el medio ambiente, y facilitar espacios públicos y privados donde desenvolverse con libertad y seguridad, entre otros, resulta esencial para afrontar estos retos globales.

En Bolivia, nuestra presencia tiene el máximo compromiso para trabajar por esta visión, que sigue igual de poderosa y válida hoy como lo fue hace 74 años.

Como afirma el lema escogido para conmemorar este aniversario de la Declaración, construyamos de la mano un mundo de “dignidad, libertad y justicia para todas las personas”.

Antonio Menéndez de Zubillaga es el jefe de la Misión Técnica de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Bolivia.