Voces

Wednesday 22 Mar 2023 | Actualizado a 07:37 AM

Democracia (im)pactada 2.0

/ 11 de diciembre de 2022 / 01:24

La polémica aprobación de la Ley de Aplicación de los Resultados del Censo, asumida como innecesaria pero útil, trajo de regreso el pacto como recurso para formar mayorías. Indignado, el expresidente Morales acusó: “Hemos vuelto a la democracia pactada de la época neoliberal”. Los llamados renovadores/ traidores negaron cualquier pacto político con la oposición, que a su vez festejó el resultado. Esta semana, otro “pacto” bloqueó el Presupuesto General del Estado.

Estos dos acuerdos tácitos en la ALP entre facciones del oficialismo y las fuerzas opositoras, ¿significan el retorno de la vieja democracia pactada? ¿O expresan, más bien, convergencias circunstanciales con arreglo a diferentes motivaciones e intereses? Es claro que se trata de lo segundo. Resulta un error político y de análisis, pues, equiparar tales episodios con un modelo asentado en coaliciones multipartidistas formales y de larga duración (1985-2003).

Durante una década (2009-2019), con mayoría especial en el Órgano Legislativo, el MAS-IPSP no tenía ninguna necesidad de pactar con la débil oposición. Previamente lo había hecho, al menos en tres temas sustantivos: la Ley Especial de Convocatoria a la Asamblea Constituyente (2006), la convocatoria a revocatoria de mandato (2008) y el inconstitucional acuerdo (2008) para modificar en el Congreso más de 100 artículos del proyecto de Constitución aprobado en la Constituyente.

El gobierno de Evo, entonces, pactó mientras la oposición tenía poder de veto en el Senado y dejó de hacerlo cuando el MAS-IPSP se convirtió en fuerza predominante. Así decidió en solitario hasta el final, modificando incluso los reglamentos camarales. No estaba en juego la gobernabilidad (esa palabra larga y fea). Y los acuerdos políticos tenían mala fama tras su envilecimiento en las coaliciones promiscuas, de cuoteo y contranatura de la democracia pactada. Mayoría monocolor mata pacto.

¿Volvió la lógica del pacto en la Asamblea Legislativa? Lo dudo. Ni la facción arcista votando la ley del Censo ni la facción evista frenando la Ley Financial implican acuerdos políticos, menos programáticos, con la oposición. Son manifestaciones de la disputa interna en el oficialismo y de la crítica ausencia de un nuevo modelo decisional (Mayorga). El retorno de la democracia (im)pactada, si acaso, con gobiernos minoritarios, tendrá que esperar. Hoy es tiempo de polarización y desencuentro.

Más allá de curiosas mayorías accidentales, que pueden repetirse, las cuestiones de fondo son la unidad/quiebre del MASIPSP, la recomposición del sistema de representación política, el rumbo del campo nacional-popular, en fin, la democracia de la “gobernabilidad”. Debatamos.

 FadoCracia prospectiva

1. Más allá de terminales marchas de autodefensa, podemos prever un adiós tranquilo al opaco 2022. Con prolongación de tregua hasta el Carnaval. 2. En 2023 será el año de la administración de (in)justicia: con crisis sin reforma, elecciones en disputa, posible/tardío referéndum constitucional. 3. Se habilitará también el periodo de revocatorias de mandato: un derecho con muralla y (solo) ruido. 4. Un inquieto primer semestre de 2024 será el preludio de un segundo semestre de alta intensidad. Los resultados del Censo traerán querella por la redistribución: de recursos, de escaños, de poder territorial. 5. Y se iniciará en forma el ciclo electoral con las difíciles-decisivas primarias para binomios presidenciales. ¿Vendrán con implosión? 6. En 2025, está dibujado, habrá recargada guerra sucia contra el padrón. Y también la reiterada falacia de “subrepresentación urbana”. 7. ¿Navegaremos como país la bruma espesa, la kamanchaka que lo invade todo? Navegaremos: con (in)estabilidad, cierto, pero sin horizonte de futuro en este agotador tiempo de las cosas pequeñas. Todo lo demás es provisional.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Complicado, tardío, difícil

/ 19 de marzo de 2023 / 00:36

El ejercicio del referéndum en Bolivia tiene varias complicaciones. Y si surge de una iniciativa popular, es más difícil. ¿Se imaginan recolectar un millón y medio de firmas de adhesión, distribuidas en los nueve departamentos del país, en solo 90 días? Y encima la iniciativa debe superar diferentes requisitos y decisiones en tres órganos del Estado: Tribunal Supremo Electoral, Tribunal Constitucional y Asamblea Legislativa. No se sabe, pues, si se logra en el curso de un año.

La descripción tan simple que acabo de hacer parece incuestionable. ¿O alguien cree que llevar a buen puerto una iniciativa de referéndum es un camino sin dificultades, fácil, de rápida ejecución? Y es que una cosa es reconocer un principio, un derecho, un mecanismo de participación/ decisión ciudadana, y otra distinta garantizar su realización. Derechos políticos como el referéndum (ni hablemos de la revocatoria de mandato) deben sortear varios obstáculos para hacerse efectivos.

Algo así fue planteado por el presidente del TSE, Óscar Hassenteufel, en respuesta a una consulta periodística acerca de la iniciativa impulsada por juristas opositores para una reforma parcial de la Constitución en materia de justicia. “La recolección de firmas tiene algunas complicaciones (su verificación por el TSE y luego el plazo para la declaración de constitucionalidad), no sabemos realmente si eso puede avanzar en el curso de este año, se ve difícil”. Qué terrible.

En lugar de enfadarse, como hicieron algunos juristas interesados, o, peor, solicitar la renuncia de Hassenteufel por “atentado a la democracia y faltas graves” (sic), como planteó ese grupo extremoso autodenominado Conade, los impulsores de la iniciativa debieran asumir con realismo que, en el escenario más óptimo, el referéndum podría hacerse en noviembre (no en julio o agosto, como creen). No existe misterio ni “desahucio” ni mala fe, sino aritmética de plazos.

Más allá de que la iniciativa para la anhelada reforma de la justicia prospere o no en las condiciones adversas que enfrenta la convocatoria a una consulta, la cuestión de fondo es si este referéndum puede frenar, “anular” y, por tanto, sustituir a las elecciones judiciales que debieran ser convocadas a mediados de abril (antes de que los juristas y adjuntos concluyan la recolección de firmas). Y la respuesta, señorías, es no. ¿Para qué sostener falacias que provocarán malestar?

El referéndum es un gran salto de ampliación democrática. Además de votar y elegir, nos brinda el derecho a decidir. Hay que garantizar/allanar su práctica, ahora complicada, tardía, difícil. Y que siga la disputa por la demodiversidad en ejercicio.

 FadoCracia curricular

1. La Conferencia (e)Piscopal Boliviana está preocupada por la nueva malla curricular del sistema educativo. Cuestiona la inclusión de contenidos sobre educación sexual integral. 2. Nuestros decimonónicos arzobispos, de manual, no decepcionan: “condonan las condenas/condenan los condones” (Benedetti dixit). 3. Anunciaron así que, desde sus universidades, harán una propuesta de currículo. Llegan tarde y mal en un Estado laico. 4. El problema está en sus dogmas. La educación de la juventud —juran— debe tener como modelo a Cristo Jesús, “el hombre perfecto” (ah, si Jesús escuchara, los expulsaría del templo). 5. Lo peor son sus inferencias: la educación está en la verdad, la verdad proviene de la escuela católica, cuya fuente es Dios (“yo escribo dios con minúscula, ¿y qué?”, dijo el batllista). 6. Los arzobispos, pues, quieren reducir la malla curricular a su verdad divina. Y que la educación sexual se esconda en el “fuero interno de la familia”. Vaya ideología confesional. 7. En el espíritu del buen Tito Monterroso: lo bueno de irse al cielo es que allí los curas retrógrados no se ven.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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‘Suicidio político-electoral’

/ 5 de marzo de 2023 / 03:18

¿Qué pasaría si el MAS-IPSP, que desde 2005 gana las elecciones generales con mayoría absoluta de votos, concurriera dividido en los comicios 2025? ¿Cuán (in)evitable es tal escenario: evistas, por un lado, arcistas, por otro? Asumiendo el carácter especulativo de la indagación, se trata hoy de una cuestión relevante en el campo político boliviano. Por ello, sin intención predictiva sobre un futuro que ya está tocando la puerta, cabe tentar algunos escenarios probables.

No es necesaria la aritmética para asumir que el actual instrumento político, que gobierna el país desde hace casi dos décadas, solo podrá lograr una nueva victoria electoral si se mantiene unido. El ejercicio es simple y lo planteó con lucidez crítica el exvicepresidente García Linera. En el supuesto, incierto, de que el masismo conserve su respaldo mayoritario en las urnas, la escisión provocaría que ninguno de sus dos candidatos se acerque al 50% de votos.

Los números importan. A reserva de cómo se dirima, si acaso, la “posesión” de la sigla para la selección del binomio presidencial, el MAS-IPSP podría terminar su ciclo en 2025 (con deplorable sangría previa) si el evismo y el arcismo no encuentran/ acuerdan pronto algún mecanismo, al menos de procedimiento, para encauzar la gran decisión electoral. Pactar una tregua y esperar las primarias parece razonable, pero ni el estatuto orgánico ni los tiempos políticos dan para eso.

Es evidente, entonces, que la actual disputa interna en el masismo, con riesgo de ruptura, constituye un “suicidio histórico-político- electoral”, como advirtió García Linera. Ni Evo ni Lucho, separados y compitiendo entre sí, ganarían en primera vuelta. Y sus probabilidades en la segunda contra un tercero son más dudosas. Dependerá también de lo que (no) haga la oposición, hasta hoy fragmentada, opaca, carente de liderazgo y de proyecto de país. Sin frente único ni su Bukele a la vista.

Como sea, más allá del próximo ciclo electoral y de las mezquindades partidarias/personales en este tiempo de las cosas diminutas, están en juego cuestiones sustantivas: la unidad del campo plurinacional popular, el horizonte de transformaciones, la agenda del proceso posconstituyente. Cierto que mantener la estabilidad económica es fundamental en medio de la kamanchaka (Calderón dixit), y se aprecia, pero no es un proyecto ni, menos, una alternativa de futuro.

¿Hasta dónde están dispuestas a llegar las facciones hoy enfrentadas del MAS-IPSP en su penoso espectáculo interno descalificador, alentado y celebrado por la oposición y sus operadores mediáticos? Cuidado que con tanto mucho demasiado ruido —como comprobó Sabina— no escuchen el final.

 FadoCracia blasonada

1. Los escudos de armas, todos ellos,  por definición, son feos. Ninguno se salva.Son feos, inútiles y, por tanto, prescindibles. 2. Como toda representación, expresan identidad. Pero también dividen: mi escudo le pega a tu escudo. 3. En general, los símbolos pueden ser cosa seria. Hay quienes los aman (hasta los besan). Y no faltará alguno dispuesto a morir por ellos: el linaje, los escudos, la bandera. Ni hablemos de la Patria. 4. Claro que también están los que desprecian tales símbolos. Y los critican. Como María Galindo, que en pleno corso carnavalero les dijo a los cruceños que su escudo de armas es una copia y un símbolo “colonial, vacío y triste”. 5. Tremenda blasfemia. Seis concejales se sintieron agraviados. Y en sesión veloz y (muy) ordinaria le regalaron a María el homenaje de declararla persona non grata. 6. Todos los blasones heredados de la Colonia son superfluos: castillos, leones, coronas, armas, cruces. Son vanos también los de la República. Y los del Estado Plurinacional. 7. El mejor escudo/trinchera es el que no se necesita.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo. 

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Elecciones truchas

/ 19 de febrero de 2023 / 00:27

¿Puede haber elecciones con un solo candidato? Claro, es posible, en un régimen de partido único o hegemónico. Sobran ejemplos. Pero en democracia los comicios deben ser, como mínimo, plurales y competitivos. Y con participación informada. Las “elecciones” por un candidato solitario, que se mira en el espejito-espejito, son un simulacro. Una formalidad para consagrar algo previamente decidido por unos pocos. En Bolivia hemos tenido experiencias de ello en los últimos años.

La más reciente, por primera vez en vitrina con malogrado debate, fue la “elección” del presidente del Comité pro Santa Cruz. Una cara conocida del establecimiento cívico. El proceso de postulación y habilitación de candidaturas, con arreglo a un estatuto excluyente, se encargó de que hubiese votación sin competencia. La presidencia del señor Larach fue resuelta tiempo antes. Y se legitimó en las urnas con 209 votos calificados (incluso un muchacho votó por su papá y por su abuelo).

Pero el mayor ensayo de simulación electoral fueron las fallidas primarias de binomios presidenciales, realizadas en enero de 2019 como forzado estreno de la Ley de Organizaciones Políticas. Concebidas en la letra y en el espíritu como un mecanismo obligatorio para alentar la democratización interna, las inéditas primarias solo sirvieron para que siete partidos y dos alianzas formalicen sus candidaturas decididas en la cúpula. No hubo competencia. Ni participación.

En agosto del año pasado asistimos a otra vergonzante maniobra de candidato único que se hizo pasar por elecciones. Me refiero a la votación realizada para “elegir” a la cabeza de una degradada Asociación de Periodistas de La Paz. En este caso, con un serio agravante de ilegitimidad: de más de un millar de afiliados, el nuevo directorio obtuvo menos de 80 votos (una cuarta parte votaron por ellos mismos). El pasanaku instrumental le ganó al pluralismo. Y a la democracia.

Comités cívicos, organizaciones políticas, asociaciones de periodistas. Ni hablemos de sindicatos, asambleas permanentes y otras instancias corporativas. Todos ellos proclaman con ruido la defensa de la democracia, pero puertas adentro, con raras excepciones, sus dirigencias operan de modo excluyente y autoritario. Así, entre “(re)elecciones” donde el candidato único, casi siempre hombre, obtiene la totalidad de los votos válidos, no hay construcción democrática.

Y estamos pensando en los mínimos de una democracia representativa, más allá del solo campo político y de la ritualidad del voto individual. La distancia/brecha es mayor respecto al horizonte de una democracia intercultural y paritaria. Que el desencanto, señorías, no salga tan caro.

 FadoCracia (e)piscopal

1. La jerarquía eclesiástica, agrupada en la CEB, es hoy una de las principales fuerzas políticas de oposición en el país. No está mal. 2. Comparte ese lugar con algunos operadores mediáticos, comités cívicos y, con mayor debilidad, partidos, alianzas y plataformas. 3. La relevancia de la CEB es que tiene armas poderosas: Dios, la Biblia, la fe (que de antiguo mueve montañas y hasta autoproclamaciones). 4. Me tocó verlos en acción directa en mayo de 2008, cuando el cardenal bendijo un referéndum ilegal en Santa Cruz; y en febrero de 2009, cuando las iglesias exhibieron la Biblia en contra de la nueva Constitución. 5. El 10 de noviembre de 2019, cinco jerarcas de la Conferencia Episcopal, cuatro diplomáticos y tres opositores se reunieron en la Universidad Católica. De ahí salió el precoz llamado a Jeanine Áñez para consultarle su disponibilidad (sic) para asumir la presidencia del Estado. 6. Todo está contado por los obispos en su Memoria de los hechos del proceso de pacificación. 7. Bueno, casi todo. No se conocen todavía sus remembranzas ni su pesar por las masacres producidas en medio de la “facilitación”.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.  

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Revocatorio ‘interruptus’

¿Por qué es tan difícil ejercer este derecho? No es por falta de voluntad o de malos gobiernos. Ni de ganas

/ 5 de febrero de 2023 / 00:41

La revocatoria de mandato es el mejor/ peor ejemplo de un avanzado derecho político reconocido en la Constitución, cuyo ejercicio se inviabiliza en la legislación posterior. El principio es inequívoco: todos los gobernantes y representantes electos pueden ser revocados en las urnas. No es necesario acreditar causales. El problema es que los requisitos son (casi) inalcanzables. Tanto, que en una década no se ha podido revocar el mandato de ninguna autoridad en el país.

¿Por qué es tan difícil ejercer este derecho? No es por falta de voluntad o de malos gobiernos. Ni de ganas. Desde la vigencia del nuevo texto constitucional, tuvimos dos periodos de revocatoria (2013 y 2018). Se presentaron 369 iniciativas, nada menos, la mayoría en el ámbito local. 368 quedaron en el camino, en especial por el incumplimiento del muy elevado porcentaje de firmas. Solo prosperó un caso, en Bolpebra, pero no hubo revocatoria por falta de votantes.

Antes de la Constitución de 2009, que reconoce la revocatoria como mecanismo de la democracia directa y participativa, hubo un referéndum ratificatorio. Se convocó por ley en mayo de 2008, en medio de la disputa en torno al proceso constituyente, para definir la continuidad o no en el cargo del binomio presidencial y de ocho prefectos. Fue un error político de la oposición. Evo-Álvaro fueron ratificados con el 67% de votos. Y cayeron dos prefectos opositores.

Así las cosas, estamos ante un nuevo error político, esta vez a cuenta de la oposición cívica por “mandato” de sus cabildos. ¿En serio piensan activar en mayo próximo una iniciativa para revocar el mandato del presidente Arce? Si acaso lograran conseguir en 90 días el millón 800 mil firmas requeridas, distribuidas en los nueve departamentos, ¿creen que podrán superar el 55,11 % de votos válidos? Más que amenaza, parece una ilusión perezosa que terminará archivada.

Es evidente que el ultimátum para una ley de amnistía en 30 días (con igual tufo que “Censo el 2023 sí o sí”) no solo es maximalista, sino inviable. Lo sabe la dirigencia cívica, que en mayo tendrá que recular en su amenaza revocatoria o embarcarse en una aventura fallida que, más bien, puede movilizar y fortalecer al oficialismo. El resultado, otra vez, abonará rabia y decepción, además de seguir devaluando el mecanismo del cabildo (más instrumental que deliberativo).

La buena noticia es que las principales exigencias/acciones de la oposición (revocatoria de mandato, referéndum para la reforma judicial, proyecto electoral único en 2025) se producen con apego al cauce democrático e institucional. Es probable que sean procesos interruptus, pero algo es algo.

FadoCracia mensual

1. En una simpática alocución demostrativa, un periodista estadounidense asegura que febrero es el peor mes, aunque le reconoce la cualidad de ser honesto. 2. Puede ser, en el hemisferio norte, donde los días de febrero son fríos y opacos. “Si sobrevives febrero —concluye— podrás vivir otro año”. 3. En nuestra comarca, en cambio, febrero es un mes intenso, algo caliente, licencioso (casi siempre, cuando no hay inundaciones o matanzas). 4. Pero no estamos hablando de los efectos del clima/eventos, sino del carácter. Hay diferencias. 5. El poeta T.S. Eliot, por ejemplo, asegura que “abril es el mes más cruel”. Eso depende. Abril es también un mes de claveles, esperas y revoluciones.

Como octubre. 6. Y están las aguas de marzo (“cerrando el verano / la promesa de vida en tu corazón”). 7. Desde hace algún tiempo, mi mes preferido, de ocurrencia- temporalidad variable, es el que llega con insomnio, Maga, repliegue y dos copas de saudade. Egoísta, cierto, vaciado de comuna, aunque liberador. Pero ahora estoy triste y solo quiero aprovechar el día. Lo demás, ya se sabe, es silencio.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Perdón por los muertos

/ 22 de enero de 2023 / 02:24

Una de las canciones más entrañables de Silvio Rodríguez, que me acompañó en el largo verano de la anarquía, es Pequeña serenata diurna. Me calaba el hueso, en especial, esta declaración enorme: “Quiero que me perdonen, por este día, los muertos de mi felicidad”. Y sí, hay muertos esenciales sin los cuales no seríamos personas felices. Todos los tenemos. En mi caso albergo cinco, empezando por el gran Renato. Agradezco su existencia, siento su partida, les pido perdón.

Pero hay muertos distintos, perdones de otro tipo. Muertos por represión estatal, por masacre. Pedidos de perdón manchados de sangre, salpicados de cinismo. No otra cosa es un reciente mensaje de la presidenta accidental del Perú, Dina Boluarte: “Si en algo nos hemos equivocado en encontrar la paz y la calma, pido perdón al pueblo peruano”. Qué tal. Lo dijo 42 muertos después por disparo de la fuerza pública. Extraña “pacificación” sembrada de cenizas. ¿Suena conocido?

Lógica de la razón procaz: mato, luego pido perdón. No son “equívocos”, sino acciones deliberadas. No encuentran la paz, sino el desgarro. A reserva del debate sobre las condiciones en que Boluarte asumió la presidencia, es inaceptable que el grupo de poder se sostenga con crímenes y violación de derechos humanos. Aunque estos muertos “minúsculos” (sic), para la élite limeña, la OEA de Almagro y una parte de la comunidad internacional, no cuenten. Son “azuzados por extranjeros”.

Recuerdo que en reacción al “febrero negro” de 2003, con 31 muertos por el fallido impuestazo de Goni, escribí con más rabia que argumentos una columna titulada La democracia asesina: “¿Hasta cuántos cadáveres está permitido equivocarse? Los muertos como peaje, la muerte como alimento. Ay, la democracia”. Erraba en el blanco: el problema no es la democracia, sino su ausencia. La democracia no debiera tolerar ni un solo muerto por mano del Estado. Menos una masacre.

¿Cuántas vidas más se perderán en el Perú abismal (ya son 52) para que el poder político y los poderes fácticos, rancios, viabilicen una salida pacífica y democrática a la crisis? ¿Hasta cuándo se seguirán ignorando/justificando las muertes por represión? (“choques”, dice un diario; “peleas”, titula otro; “fuego cruzado”, se dijo aquí en 2019). No habrá pacificación mientras la vida del otro no valga nada a título de “terrorista” o de “horda salvaje”. Suena conocido.

Los muertos esenciales se/nos perdonan. Y se agradecen. Los muertos-bala, en cambio, ejecutados en nombre de la “paz y la calma”, no tienen perdón. Ni olvido. Con masacres-impunidad y sin verdad/ justicia para las víctimas no hay convivencia en democracia.

FadoCracia veterana

1. Inicié en 2023 con una divisa aprendida, con ligera variación, del buen José Saramago: “Cuanto más viejo, más libre; cuanto más libre, más radical”. 2. Es una declaración principista, pues no soy viejo (todavía), ni tan libre (me quedan por delante dos décadas de responsabilidades), ni tan radical (mis únicas armas, hoy, son las de la crítica). 3. En realidad es un recordatorio/ advertencia a mí mismo: no envejezcas mal, JL, nunca pierdas la dignidad. 4. Es también una triste evidencia. Personas progresistas que yo admiraba y algunas que todavía aprecio se han convertido en viejos de mierda: llenos de espuma, arrepentidos, fachos. 5. Vergonzantes, a lo Savater: “Fui un izquierdista sin crueldad y espero llegar a ser un conservador sin vileza”. En rigor, son viejos viles. 6. No envejezcas mal, me repito con radicalidad saramaguiana. Cuando toque, el silencio será siempre más digno, sin traicionar( se), que la deplorable infamia (escupe, Lupe). 7. En el espíritu invertido de José Emilio Pacheco: no seamos todo aquello/contra lo que luchamos/a los veinte años. Hay vida/batallas para rato.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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