Los apasionados hinchas del fútbol argentinos crean a los jugadores que quieren ver. Adoran, regañan, analizan. Y, en Argentina, pocos han sido más objeto de escrutinio que Lionel Messi, el improbable y menudo delantero que lleva 15 años de dominio en el deporte. Es probable que la Copa del Mundo de este año sea la última de Messi, de 35 años. Su desempeño ha sido admirable. Sin embargo, a los aficionados argentinos parece importarles tanto la trayectoria de su capitán como alzarse con el máximo trofeo del fútbol.

Messi nunca ha encajado en el arquetipo del “pibe”, un término cariñoso en Argentina que puede emplearse a un héroe del fútbol. Las futbolistas y sus aliadas feministas han criticado abiertamente el modelo del “pibe” y la mentalidad de “la victoria a toda costa” perpetuados por el fútbol. De paso, cambiaron —en los años que coincidieron con el apogeo de la carrera de Messi— la cultura futbolística del país. Las mujeres empezaron a jugar en Argentina hace más de un siglo, pero los guardianes de las esencias las excluyeron con vehemencia. En las escasas ocasiones en que la asociación del fútbol del país organizaba partidos, no pagaba a las mujeres. La disparidad entre el apoyo recibido por una y otra selección nacional era una de las mayores del mundo de los deportes.

En 2017, la selección nacional femenina anunció una huelga. La corrupción de la asociación posibilitaba el acoso sexual y el desvío de los fondos destinados al desarrollo de las mujeres. Para las jugadoras, era peligroso alzar la voz, y muchas, entre ellas la excapitana Estefanía Banini, sufrieron represalias.

Las acciones de las futbolistas coincidieron con el florecimiento de un movimiento feminista conocido como #NiUnaMenos. Este colectivo, que se fundó en Argentina y después se extendió a toda América Latina, organizó huelgas generales y manifestaciones para protestar contra la violencia de género. La legalización del aborto en 2021 fue en gran medida fruto de este activismo. Los aficionados también empezaron a reaccionar con más rapidez y energía a los incidentes de discriminación de género. A finales de la década de 2010, las feministas argentinas formaron comités de género dentro de los clubes, reescribieron sus estatutos anticuados, pusieron en tela de juicio los cánticos discriminatorios y crearon espacios más seguros en las gradas y las sedes para las mujeres e hinchas que se identifican como LGBTQ.

Mientras los pañuelos morados, el emblema de #NiUnaMenos, inundaban las calles de las ciudades argentinas, Lionel Messi continuó prosperando en el FC Barcelona. Se casó con una amiga de la infancia y se convirtió en el cariñoso padre de tres hijos. Alejándose una vez más del “pibe” aniñado e indomable, Messi parecía disfrutar de verdad cuidando de sus hijos. Y siguió dejando estupefactos a los defensas y electrizando al público. Ganó el Balón de Oro, el premio concedido al mejor jugador del mundo, en siete ocasiones, un récord que nadie más ha batido; jugó en un equipo ganador de la Liga de Campeones; se convirtió en el máximo goleador de toda la historia argentina, y, por último, condujo a Argentina a la victoria frente a Brasil en la Copa América de 2021.

En todo ese tiempo, Lionel no dejó de desafiar al machismo en el fútbol argentino a su manera sosegada. Los estadios son parte de un ecosistema sexista donde son habituales las muestras de misoginia y homofobia; los hinchas organizados que se hacen llamar “barras bravas” han generado condiciones aterradoras durante los partidos. Messi ha rechazado esta violencia, y ha colaborado con su ciudad natal, Rosario, en su campaña contra la violencia en los estadios. En el video de la campaña pública, aparecen imágenes violentas de hinchas que se atacan unos a otros mientras Messi llora.

La escuadra argentina y su entrenador, Lionel Scaloni, son tan importantes para la redefinición de la masculinidad en el fútbol como lo es Messi. Aunque la mayoría de sus miembros juegan en clubes europeos, se formaron en las canteras juveniles argentinas. En 2018, chicos de estas canteras alzaron la voz para denunciar los abusos sexuales que sufrían allí. Sus experiencias ayudaron a revertir el estigma asociado a la violencia sexual.

Sería exagerado decir que existe una relación simbiótica entre Messi y las feministas en su país natal. Y, por supuesto, la conducta discriminatoria sigue plagando el fútbol argentino. En las eliminatorias para esta Copa del Mundo, Argentina recibió multas y sanciones relacionadas con los gestos racistas y cánticos homófobos de los hinchas. Sin embargo, es innegable que ha habido un impulso desde el activismo de base para que se reconsidere qué valores son los verdaderamente importantes en el pasatiempo nacional de Argentina. Han hecho mella en los irascibles modelos de heroísmo, y han allanado el camino a una iconografía que parece encajar mucho mejor con Messi.

En una canción publicitaria titulada Esta copa te la merecés, los aficionados cantan: “Ya no quiero nada que no sea con Lio”. Sea o no capaz Messi de conducir a su equipo a la victoria, puede por fin disfrutar del afecto que siempre buscó de su tierra natal.

Brenda Elsey es historiadora y columnista de The New York Times.